13. Los pasteles de Noah

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Los pasteles de Noah era una pastelería en todo el centro de Caricias dulces, el sector repostero de la ciudad 

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Los pasteles de Noah era una pastelería en todo el centro de Caricias dulces, el sector repostero de la ciudad . Llegué allí a las tres con veinte gracias a la guía de Zoe con la dirección.

Era una tarde concurrida, todas las mesas de dos y cuatro personas estaban ocupadas y en la barra solo quedaban dos puestos libres. Tomé el de la esquina, el más alejado y menos ruidoso. Al entrar no vi a Zoe pero pronto pasó tras de mí hacia una de las mesas con una bandeja llena de galletas.

A la de vuelta, me palmeó la espalda a modo de saludo.

—Te veo bastante ocupada —comenté cuando rodeó el mostrador y quedó a la misma altura mía pero sin dejar de mover sus manos—. Podemos aplazar la visita de hoy.

—¡No te preocupes! Tengo manos, ojos y voz para todos.

Salió de nuevo rodeando el mostrador, esta vez con dos pastelitos rosados en una bandeja que llevó rápidamente a una mesa cerca de la puerta. Estaba más acelerada que en sus otros empleos, al menos en los que había visto, pero no tenía un gesto de fastidio o cansancio, al contrario, les sonreía a los clientes y ese gesto no se le borraba. Yo mismo sonreí mirándola.

Aparte de ella había otra mesera un poco más joven, pero estaba encargada de la parte interior del mostrador, de los que compraban para llevar y de la pequeña cafetera limitada detrás de la caja registradora.

Cuando Zoe volvió a entrar tras el mostrador, se agachó y la perdí de vista, sin embargo como la vitrina que contenía la infinidad de postres era de cristal, veía partes de su cabeza desde mi posición. Al levantarse, tenía una especie de galleta circular, no más grande que la tapa de una botella, tenía encima un decorado amarillo que terminaba en punta en el centro. Me tendió el dulcecito y lo tomé de inmediato.

—Galleta de avena con cubierta de chocolate amarillo —anunció a la vez que la metía en mi boca. Me miró expectante a mi reacción y admito que estaba muy buena así que asentí en aprobación—. ¡Sí te gusta! Bien, vamos por buen camino. Aguarda.

Tomó dos postres más grandes de una vitrina más a la derecha, eran una mini montaña de merengue con frutas y se fue a paso rápido a llevarlos a una pareja de una mesa central.

—¿Siempre viene tanta gente? —pregunté cuando volvió.

—Pues nunca estamos sin clientes, pero hoy está especialmente concurrido.

—¿Cuánto llevas trabajando acá?

—Seis meses casi —contestó. Tomó un par de panqués de chocolate en otra bandeja y también fue a llevarlos a una mesa donde dos viejitos estaban. Volvió, sonriente—. Toma. —Me pasó otra galleta aunque esta era más grande y en forma de estrella, tenía una cubierta de tres colores—. Galleta de hojaldre con crema pastelera.

Le di un mordisco que botó varias migajas al mesón y me dejó otras cuantas alrededor de los labios. Estaba deliciosa.

—El hojaldre no es mi mejor amigo —dije—. Se desmorona mucho.

Del amor y otros vacíos •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora