25. El amor...

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Penúltimo capítulo

Las nubes empezaron a presagiar lluvia y un par de ellas se las arreglaron para bajar hasta mis hombros y revolotear ahí, impidiéndome estar tranquilo

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Las nubes empezaron a presagiar lluvia y un par de ellas se las arreglaron para bajar hasta mis hombros y revolotear ahí, impidiéndome estar tranquilo. Estaba en un limbo entre el modo automático y el modo consciente; con el lado automático mantenía la moto andando con normalidad, y con el consciente sentía el cuerpo de Zoe a mi espalda y escuchaba mi propio latido, que no sonaba como el de un corazón normal sino como el tamborileo de un nudo de problemas invisibles, a veces, incluso hasta para mí.

Cuando arranqué saliendo de la feria no tenía muy claro hacia dónde ir, solo sabía que debía huir de ahí, de mis amigos, de mi realidad, de la secuela temblorosa que un ataque de pánico y ansiedad siempre me dejaba en el cuerpo. Aun así, supe que había llegado a mi destino cuando vi el Puente de los Suspiros. Me orillé y apagué el motor, que me dejó el rugido por un par de segundos más revoloteando en el cerebro.

Me bajé con Zoe siendo mi sombra; apoyé los codos en el bordillo del puente al igual que la primera vez que estuvimos allí. De reojo vi que ella adoptaba la misma postura a escasos centímetros de mi cuerpo; nuestros brazos rozaban levemente. Hubo silencio y me sorprendí de que Zoe lo respetara, de algún modo encontró lógica en el simple acto de dejarme pensar, pero era obvio que no se iría de mi lado ni aunque se lo pidiera.

No se lo iba a pedir; la quería ahí a mi lado.

A nuestras espaldas sonaba el frecuente pasar de autos y motos y frente a nosotros el río iba con su corriente hacia abajo, lejos de ahí. Miré la ondulación del agua y me pregunté si el río se embravecería si caía un gran aguacero pronto. Dejé de escuchar los motores y di preferencia al zumbido del río. Era hipnotizante oírlo con atención y era aterrador sentir que me llamaba.

Aclaré la garganta tan bajo que Zoe no escuchó, pero procuré poner más volumen para hablarle:

—Por un disfraz.

Zoe también estaba en su propio mundo así que al escucharme se sobresaltó, me miró directo al rostro aunque mis ojos no se separaban del correr del agua, abajo.

—¿Qué?

—Isa. Le digo crayoncito por un disfraz. Ella y su mejor amigo se colaron a la fiesta de cumpleaños de Martina el año pasado. Martina cumple años el día de Halloween, así que fiesta era de disfraces, pero era temática de fantasía. Isa y su amigo no lo sabían, obviamente y llegaron disfrazados de un cuaderno y un crayón. Su entrada fue épica —Sonreí al recordarlo—, luego su salida fue más épica porque se fueron por la ventana.

Zoe soltó una carcajada.

—¿Por qué se fueron por una ventana?

—Andy le hizo creer que llamaría a la policía porque eran colados en una fiesta privada. No era en serio pero la pobre Isa prefirió irse por una ventana a descubrir si lo decía de verdad.

Del amor y otros vacíos •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora