23. Una banderilla por un piropo

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Alicia estaba a unos metros de mí poniendo varias blusas sobre su pecho frente al espejo tratando de escoger una sin probársela, pero mi vista estaba realmente en la nada aunque dirigida al techo

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Alicia estaba a unos metros de mí poniendo varias blusas sobre su pecho frente al espejo tratando de escoger una sin probársela, pero mi vista estaba realmente en la nada aunque dirigida al techo. La mente la tenía en blanco y eso de cierto modo era cómodo, era como dormir con los ojos abiertos y de momento esa era la paz que necesitaba.

¿James? —La voz de Alicia fue haciéndose más fuerte en mis oídos y cuando giré a mirarla noté que esperaba una respuesta a algo, pero yo no había escuchado nada—. ¿Hola? ¿Estás acá o no?

No me molesté en sentarme así que acostado en su cama solo ladeé la cabeza.

—Creo que la respuesta debe ser sí.

—¿En qué piensas?

—En nada. —Y era tan en serio que sonreí—. Literalmente en nada. Creo que tu casa hace que mi mente se quede en paz un poco.

—Múdate acá, mientras yo estoy lejos mi habitación permanece vacía.

Lo dijo en tono bromista y compartimos una sonrisa de un segundo.

—Lo pensaré.

—¿Cómo vas con la universidad? —preguntó.

Retraje el labio y desvié la mirada; ya con eso Alicia se hacía a una idea de que nada bien.

—Pues digamos que técnicamente ya no estoy estudiando.

—¿Técnicamente?

—Literalmente —me corregí—. Abandoné por completo este semestre... pero nadie lo sabe.

—¿Es decir que tu madre cree que sigues estudiando?

—Sí. Estará muy decepcionada cuando se entere, qué triste por ella.

Alicia no ocultó su gesto de desagrado ante la mención de mi madre, pero optó sabiamente por no comentar más al respecto; supongo que en realidad no le sorprendió dado que yo había dejado clara con ella unas semanas atrás mi postura de odiar la carrera que había elegido.

—Te ves ojeroso —comentó luego de mirarme unos segundos—. ¿Dormiste mal?

—No mal. Poco. Llegué a casa luego de las dos de la mañana.

—¿Estabas con Zoe?

Logre con esfuerzo mantener mi gesto indiferente pese a que casi sonrío como respuesta. Asentí.

—Sí. Estaba medio ebria así que fuimos a comer.

—Me agradó mucho. —Se giró de nuevo a su espejo y añadió como quien no quiere la cosa—: Entiendo por qué te gusta.

Negarlo o hacer como si su declaración fuera importante solo haría que Alicia insistiera en que era cierta así que no reaccioné con más o menos efusividad que si me hubiera dicho que afuera llovía.

Del amor y otros vacíos •TERMINADA•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora