Diez.

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Siena

Me costo mucho abrir la taquilla, pero al fin pude lograrlo y dejar los libros que no necesitaba utilizar ese día. Realmente no lograba acostumbrarme a esa escuela, y que las taquilleras fuesen tan difíciles de abrir y cerrar no ayudaba. Volví a dejar la taquilla como la encontré y me di vuelta justo cuando un chico se apoyaba en la taquilla junto a la mía y me miraba.

Le miré sin entender que quería y él me sonrió.

- ¿Haces algo esta tarde?- Preguntó mirándome de arriba a abajo. Su mirada me incomodó y yo me bajé la pollera del uniforme y notando como me sonrojaba.

- Eh... no, pensaba estudiar, ¿vos?- Respondí incómoda.

- No lo entendes.- Me cortó y yo me puse nerviosa, no sabía de que hablaba.- Está bien, no pasa nada.- Sonrió y procedió a explicármelo de nuevo.- Que si cogemos.

Yo solté una risa nerviosa. No sabía de que me extrañaba, todos los chicos en esta escuela eran re desubicados.

- No, perdón, yo...- Me excusé tratando de caminar lejos de allí, pero él colocó su brazo de manera que no pudiese caminar hacia ningún lado. Se acercó más a mi y se mordió el labio inferior mientras me miraba desde los pies hasta los ojos moviendo su mirada lentamente.

- Dale, estás re buena.- Insistió y se acercó tanto que podía sentir su aliento en mi cara cuando me hablaba. Yo cerré los ojos tratando de contener las lágrimas, quería desaparecer y que todo esto fuera solo un mal sueño.

De repente noté como el pibe desaparecía bruscamente y abrí los ojos de golpe para encontrarme con Mateo sujetando al chico contra los taquilleros.

- Dejala en paz, gil.- Exclamó y mucha gente se paró para mirarnos. Odiaba estar con Mateo, porque odiaba ser el centro y Mateo siempre era el centro de atención.

- Soltame, Mateo, la concha de tu madre.- Se quejó el pibe.- Sabemos que querés cogertela vos, pero podes compartirla un poco, ¿no?- Se burló y noté como Mateo se ponía rojo. Sin embargo no era vergüenza, sino mas bien rabia y enojo.

- No hablés así de ella, no es un objeto.- Me defendió apretando los dientes y yo lo miré curiosa. ¿Por qué me defendería alguien a quien casi ni conozco?

- No decías lo mismo el otro día en este mismo pasillo.- Contraatacó el pibe y Mateo llevó rapidamente su puño a la mandibula del otro, haciendo que todo el mundo alrededor se revolucionara.

Vi a Flor, Mauro y Manuel agarrar a Mateo, que pegaba puñetazos y patadas al aire tratando de zafarse de ellos y al otro chico siendo sujetado por otros dos pibes y tocándose la cara con un gesto de dolor.

- ¡Palacios, Álvarez!- Chilló la directora saliendo de su despacho y haciendo que todos los alumnos se dispersaran.- Conmigo, ahora.- Ordenó y los dos chicos putearon antes de seguirla a su despacho.

Crucé una mirada con Flor, aún conmocionada por el hecho de que lo que acababa de pasar fuese en gran medida mi culpa, y ella se encogió de hombros.

- ¡Ten paciencia, es un boludo!- Exclamó desde el otro lado del pasillo antes de marcharse con Manuel y Mauro en dirección al patio.






re cliché, perdón

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Inocente; Trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora