Ocho.

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Siena

Sonreí cuando un hombre me abrió la puerta y él abrió la boca justo antes de que yo pudiese decir algo.

- Sos Siena, ¿cierto?- Cuestionó sonriente y yo asentí con la cabeza.- Bueno, antes que nada quiero pedirte disculpas por el comportamiento que mi hijo tuvo con vos el otro día, es realmente vergonzoso...

- No importa, en serio, él ya se ha disculpado y está todo bien.- Le corté con la intención de tranquilizarle y el hombre sonrió más ampliamente.

- Está bien, entonces. Yo soy Pedro, el papá de Mateo. Podés pasar y subir si querés, él te está esperando en su cuarto.- Me indicó y yo le sonreí una vez más antes de cruzar la puerta.

- Muchas gracias, Pedro.

- Si necesitas algo ya sabes, yo estaré en la sala. Nos vemos al rato.- Habló cerrando la puerta de la calle y yo me encaminé hacia las escaleras con algo de nervios.

Las subí de una en una y me paré al principio del pasillo, frente a una habitación desde la que se escuchaba alguna canción de rap en inglés que no reconocí, pues no escuchaba esa música, y supuse que era la habitación de Mateo. Golpeé la puerta con fuerza para se escuchara por encima de la música y la canción cesó de golpe. La puerta de abrió de golpe y yo me llevé las manos a la cara para taparme los ojos de la vergüenza cuando el morocho apareció frente a mí sin remera. Él soltó una carcajada mientras yo me destapaba los ojos y le miraba a la cara.

- ¡Mateo!- Me quejé y él solo siguió riendo.

- Y, hace calor boluda.- Se justificó subiendo las manos en un gesto de inocencia.- Además no es la gran cosa, Sienita.

- No me digas así.- Pedí cortante mientras entraba a la habitación y él volvía a cerrar la puerta.

Me giré para mirarle y él se acercó a mi haciendo un puchero.

- No te enojes por eso, Sienita. Aparte, admite que te encantó verme sin remera.- Sonrió cuando estuvo demasiado cerca de mí y yo retrocedí hasta tropezarme con su cama y quedar sentada sobre esta.

- No, Mateo, pará.- Negué incómoda y él se tiró sobre la cama abrazando un cojín y mirándome por encima de este.

- Dale, un poco te tengo que gustar, boluda, como a todas las pibas.- Insistió y yo rodé los ojos.

- Que no, Mateo. Sos re intenso.- Me quejé.

- Dale.- Se quejó y se tapó la cara con el cojín que seguía abrazando. Yo lo miré y sonreí, estaba gracioso así.

- No me pareces ni un poco atractivo, te lo juro.- Hablé sincera y él me miró levantando la cabeza y apretando el cojín contra su pecho.

- ¿Seguro que no sos torta?





ahre, 1/3 

Inocente; Trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora