Trece.

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Mateo

- Yo... Yo nunca.- Titubeó Siena, con los cachetes colorados, mirando sus manos. Yo sonreí de lado. Era tan tierna.

- Sos re inocente.- Hablé haciendo que el color de sus mejillas subiese uno o dos tonos.- Dale, no es la gran cosa.- Traté de convencerla y ella me miró a la cara por primera vez desde mi propuesta.

- No sé, Teo, yo no...

- ¿Yo te gusto?- Pregunté sin rodeos. Siena volvió a apartar la mirada y yo me senté con las piernas cruzadas sobre la cama.

- Mateo.- Me llamó, la miré y sus cachetes estaban de un color rojo tan fuerte que parecía que en cualquier momento explotaría.

- Si, ya se, perdón. No quiero ponerte incómoda.- Me disculpé y me puse en pie de un salto.- Bueno, ¿querés bajar abajo? Seguro que mi hermano y mi padre están a punto de terminar con el bizcocho.- Cuestioné. Ella soltó un suspiro de alivio y sus mejillas volvieron poco a poco a su color original. Se puso en pie a mi lado y asintió con la cabeza.

- Eh.- Me llamó agarrando mi brazo antes de dejarme salir por la puerta.- Gracias.- Susurró y yo me mordí el labio, asintiendo con la cabeza como contestación antes de dirigirme al piso de abajo.

- Teo mira el bizcocho que hicimos.- Exclamó Emi al vernos llegar mientras corría hacia nosotros con el bizcocho entre unos guantes de cocina que le quedaban demasiado grandes.

- ¡Emi, volve acá con el bizcocho que te vas a terminar quemando!- Exclamó mi viejo desde la cocina y Emilio volvió corriendo. Yo sonreí mientras Siena reía por lo bajo.

Ambos caminamos tras mi hermano y mi padre se giró para mirarnos cuando entramos. Se encontraba lavando todos los utensilios de cocina que habían usado pero se veía que ya estaba acabando.

- Hola, chicos, en un momento acabo con esto.- Saludó.- Teo, ayudale a Emi a partir el bizcocho y si queres pueden ir con Siena a la sala a comerlo.- Pidió y yo hice lo que me pedía.

- ¿Este cuchillo?- Preguntó Emilio agarrando un cuchillo casi más grande que él que se tambaleó en sus manos con guantes. Yo corrí a quitarle el cubierto.

- Mejor usas este, ¿si?- Le tendí otro mas pequeño y de punta redondeada para que no se lastimase y él asintió con la cabeza. 

Me giré para guardar el cuchillo mientras Siena ayudaba a mi hermano a cortar la torta y cuando volví los tres nos movimos hasta la sala con nuestras piezas de bizcocho en tres platos. Emi iba mostrándole todo a Siena y contándole historias de sus muñecos y ella le escuchaba atentamente. Me pareció la imagen más tierna del mundo. Ni siquiera sabía por qué. Había visto a miles de pibas con mi hermano, incluso a Flor, y en ninguna de esas ocasiones me imaginé como sería la piba de madre, pero esta vez me pregunté qué tan malo sería tener un wachin con Siena.

Sacudí la cabeza para apartar esos pensamientos de mi mente mientras Emilio prendía el televisor y mi viejo llegaba a la sala y  los cuatro nos echamos a ver una película hasta que el celular de Siena comenzó a vibrar. Atendió a la llamada y cuando colgó se puso de pie.

- Tengo que volver a casa ya.- Se excusó la chica y yo me puse en pie a su lado.

- Adiós Siena, fue un gusto conocerte, sos muy linda y muy divertida.- Se despidió mi hermano y ella hizo puchero.

- Sos un tierno vos.- Se agachó para abrazarle y yo aproveché para mirar disimuladamente su orto. Mi viejo me vio y me dirigió una reprobatoria mirada, yo me hice el boludo y miré mi celular.

- Encantado de verte de nuevo, Siena, ya sabes que podes venir cuando quieras.- Se despidió mi viejo.

- Gracias, Pedro, y muchas gracias por el bizcocho, estaba buenísimo.- Sonrió ella.

- Yo la acompaño a la puerta, pa.- Avisé cuando vi que iba a levantarse y él rodó los ojos haciéndome un gesto de aprobación con la mano.

Yo acompañé a Siena hasta mi pieza para buscar sus cosas en silencio y cuando ya estábamos en la calle nos frenamos para hablar.

- No hicimos nada de biología, pero fue divertido.- Admitió Siena con una sonrisa. penas quedaba luz pero su sonrisa estaba igual de blanca y perfecta que siempre. ¿Por qué era tan hermosa, la puta madre?

- De vez en cuando hay que divertirse.- Me encogí de hombros y ella se acercó a mi poco a poco hasta juntar nuestros labios.

Me quedé estático al principio pero en seguida agarré su cintura y dejé que ella pasase sus brazos alrededor de mi cuello. Sabía que era su primer beso pero no fue tan torpe como me esperaba, incluso chapaba un poco bien.

Miró al suelo cuando nos separamos y, aunque no hubiese a penas luz, pude apreciar que estaba colorada de nuevo. Yo sonreí y ella se dio vuelta para irse sin decir nada más. 






perdón. mañana lo corrijooo

Inocente; Trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora