Veinticinco.

5.2K 252 40
                                    

Mateo

Tragué saliva llegando hasta la puerta de la casa de Siena y me pasé las manos bruscamente por la cara para secar mis lágrimas. Hacía casi cuatro horas que Flor me había colgado el teléfono y al fin me había decidido por ir hasta allí para aclarar las cosas. Sentía una presión en el pecho que nunca antes había sentido, y las lágrimas se acumulaban en mis ojos sin poder evitarlo. Tenía miedo de perderla, y nunca había sentido eso por nadie. Definitivamente, ni siquiera yo mismo entendía lo que sentía.

Llamé al timbre con un nudo en la garganta y esperé inmóvil a que la puerta se abriese poco a poco y Siena asomase la cabeza para mirar al exterior. Yo esbocé una triste sonrisa. La puta madre, era la piba más hermosa que había conocido en mi vida.

- Mateo.- Saludó haciendo una mueca y abriendo completamente la puerta. Llevaba puesto un pijama de invierno que se veía muy cómodo, con un estampado de unicornios, y tenía el pelo recogido en una coleta mal hecha. Incluso así, con los ojos rojos de llorar, estaba preciosa.

Maldije por dentro al pensar en que sus lágrimas eran por mi culpa y me juré no volver a hacerle daño nunca más.

- Siena.- Murmuré saliendo del trance en que había entrado al verla.- ¿Puedo pasar?- Inquirí señalando el interior de la casa con mi dedo índice y ella se apartó de la puerta mirando hacia otro lado y secando sus cachetes con las mangas de su pijama. Realmente me partía el corazón verla así, pero más el saber que era mi culpa.

- Claro, estoy sola, mi mamá llegará como en dos horas.- Indicó haciendo que yo caminase dentro de la casa.- ¿Qué querés, Mateo?- Preguntó con un tono más cortante después de cerrar la puerta y yo suspiré.

- Hablar. ¿Podemos ir a tu pieza?- Pedí y ella se encogió de hombros arrastrando los pies hasta la escalera, precediéndome hasta el segundo piso. Cerró la puerta de su cuarto cuando ambos estábamos dentro y se dejó caer en la cama, agarrando uno de sus tantos cojines y rodeándolo con sus brazos.

- ¿De qué querés hablar?- Cuestionó mientras yo me sentaba frente a ella, en la silla de su escritorio.

- Creo que es obvio.- Esbocé una triste sonrisa secando mis lágrimas, pero ella no cambió su gesto, solo siguió seria mirando a algún punto de su pared.- Siena, quiero pedirte perdón por lo de esta mañana.- Suspiré haciendo que me mirase. Por primera vez no se sonrojó ni apartó la mirada al verme a los ojos, simplemente mantuvo un gesto neutral, dejando las lágrimas correr.

- No somos nada, no me debes ninguna explicación.- Habló ella después de un momento de silencio y yo negué con la cabeza.

- Te debo una explicación en el momento en que esto nos afecta a ambos tanto como para llorar.- Dije firme y ella guardó silencio.- Nunca había sentido por nadie lo que siento por vos, y quiero hacer las cosas bien, pero no sé cómo.

- Entonces un "perdón" no basta, Mateo.- Susurró ella mientras su voz se rompía y yo me mordí el labio para contener un sollozo. Toda esta situación le hacía mal, y a mí me hacía mal que ella estuviera mal. Era todo un circulo que repudiaba más con cada segundo que pasaba.- Una disculpa no borra nada de lo que pasó y yo necesito tener una confianza en vos si vamos a estar en algo. Y ya me demostraste que no puedo confiar en vos. ¿Entonces cómo le hago, Teo?

- Solo dejame demostrarte que si podés confiar en mí, y que no voy a volver a hacerte daño nunca más.- Pedí juntando mis manos, casi en una súplica.- No quiero perderte por nada en el mundo, y se que por vos puedo cambiar y dejar de ser un pajero de mierda.- Finalicé arrancándole una media sonrisa.

- No podés evitar ser un pajero.- Bromeó secándose las lágrimas de los cachetes y mordiéndose un dedo para no sonreír.

- Pero puedo ser un pajero solo con vos.- Sonreí antes de hacer un puchero y ella resopló echando la cabeza hacia atrás.- ¿Crees que podés darme una oportunidad?

- Sinceramente: no lo sé.- Habló mirándome a los ojos de nuevo.- No lo sé, Mateo, no quiero pasarlo mal por vos, ni tampoco quiero que vos estés atado a algo que te prohíba estar con más pibas si eso es lo que vos querés.- Explicó.- Yo solo quiero ser feliz y que vos seas feliz.- Finalizó y yo me contuve de lanzarme sobre ella y dejar besos por toda su cara hasta cansarme. No podía ser tan tierna.

- Estar con vos es lo único que me haría feliz.- Murmuré yo, convencido, y sonreí un poco al ver sus ojos brillar.- Por favor, Siena, dejame hacer algo bien por primera vez en mi vida.

Ella respiró profundamente mirándome detenidamente. Casi podía ver miles de pensamientos pasando por su cabeza en ese momento, tratando de tomar una decisión.

- Está bien.- Dijo finalmente, tras unos segundos de angustiante silencio. Yo ahogué un grito poniéndome en pie y ella estiró un brazo para frenarme.- Pero vamos a dejar las cosas claras para evitar cualquier mala situación en el futuro.

Yo asentí con la cabeza, sentándome a su lado en la cama, cruzando las piernas sobre esta.

- Hagamos algo.- Propuse atrayendo su atención.- Pongamos cada uno tres normas o requisitos para cumplir y si alguno de los dos rompe alguno, dejaremos la relación para siempre.- Expliqué y ella asintió con la cabeza.- Dale, di uno.

Siena miró hacia el techo unos segundos, pensando, y finalmente volvió a posar su mirada sobre mí.

- Vale, apuntalos en un papel, así nos acordamos de todos.- Propuso y yo agarré un papel y un lápiz de su escritorio y me dispuse a escribir su primera norma.- Si alguna vez querés hacer algo con otra piba, dejame antes de hacerlo.- Pidió y yo asentí con la cabeza, escribiendo palabra por palabra lo que Siena había dicho.

- Si alguna vez te enamoras de otra persona, quiero ser el primero en saberlo.- Hablé yo esta vez.- Ni Flor, ni Manu, ni Mau. Yo voy a estar siempre dispuesto a dejarlo si vas a ser más feliz con otra persona.

Ella sonrió asintiendo con la cabeza y me dispuse a escribirlo.

- Si en algún momento dejas de sentir algo por mí, no te quedes conmigo solo para coger.- Giré la cabeza para mirarla. No pensaba que nunca pudiera dejar de sentir lo que sentía por ella. Siena me golpeó el hombro.- Dale, escribí.

Yo me apresuré a hacerlo, avergonzado de haberme quedado tildado mirándola.

- Si alguna vez yo quiero coger y vos no, decime que no querés. Y si me pongo pesado pegame una piña. Ya sabes que a veces solo pienso con la pija.- Señalé mi requisito número dos y ella rió por lo bajo con mi último comentario mientras yo escribía.

- Nada de celos.- Dijimos los dos a la vez como última norma y ambos nos miramos un momento antes de soltar una carcajada.

- Nada de celos.- Hablé alargando las letras mientras lo escribía y sonreí al acabar.- Son cinco normas, entonces.- Apunté mirando a Siena y ella esbozó una enorme sonrisa mientras yo dejaba el papel y el lápiz sobre el escritorio.

Yo me mordí el labio volviéndome para mirarla. Incluso en ese pijama de unicornios se veía realmente bien. Le miré a los ojos y me encontré con su mirada recorriendo mi cuerpo de los pies a la cabeza.

- Sos hermoso.- Soltó de la nada y yo sonreí juntando sus labios con los míos.

En un abrir y cerrar de ojos, yo estaba dejando besos por su cuello y ella me quitaba la camiseta. Y yo sonreí sobre su piel, cerrando los ojos. Por primera vez sentía que había hecho las cosas bien.








espero que no quedase muy cursi bue. luego lo corrijo bbs

also aún no estoy 100% segura pero muy probablemente mañana acabe esta historia y no estoy emocionalmente preparada para ese momento ;((((((((

Inocente; Trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora