Diecisiete.

6.1K 304 169
                                        

Siena

Sonreí sin soltar la mano de Mateo al llegar hasta un mirador, a una media hora andando de la plaza donde nos habíamos encontrado, y él me dirigió hasta un banco de piedra que había un poco más adelante.

- Qué bonito.- Comenté sonriente y él me miró mientras nos sentábamos. Desde allí arriba de podía ver todo el barrio y ahora que comenzaba a anochecer se veía muy lindo con las luces encendidas.

- Hace años se podían ver las estrellas por la noche, pero ya no.- Habló mirando al cielo.- La contaminación, supongo.- Se encogió de hombros y yo miré al cielo con él.

Aún no había anochecido, el cielo estaba de diferentes colores: rosa, naranja, azul...

Hacía mucho que no veía un atardecer en vivo y en directo, y la presencia de Mateo me transmitía mucha calma, cosa que nunca me hubieta podido ni siquiera imaginar unas semanas atrás.

El chico sacó su celular con la mano que tenía libre y tecleó un par de cosas antes de que comenzara a sonar una canción que yo desconocía. Sonaba bien.

- Estoy sentado esperando que se pase el rato...- Canturreó él y yo le sonreí.- ¿No la conoces?- Negué con la cabeza y él soltó mi mano para pasar su brazo sobre mis hombros y dejar que me apoyase en su pecho.- Iba a empezar a hablar de buena música pero no estás lista para esta conversación.

Yo le miré ofendida y él rió.

- Yo escucho buena música.- Me defendí.- ¿Cómo podés saber que la tuya es mejor si ni siquiera escuchaste la mía?

- Porque no conocés al Wos.- Sonrió de lado colocando mi pelo y yo hice una mueca.- Tranquila que yo te enseño, pero solo si me prometes no enamorarte de él.

La charla que había mantenido por teléfono con Flor esa misma mañana me vino a la cabeza y respiré hondo, reuniendo toda mi fuerza de voluntad, antes de contestarle.

- Ya estoy enamorada de otra persona.- Hablé notando cómo mis cachetes se tornaban rojos. Miré al suelo para que Mateo no viera que me había sonrojado, pues Flor me había dicho que tenía que verme segura de mi misma.

Él no dijo nada, solo miró a otro lado tragando saliva y separándose de mí. Yo me giré para verle y él esquivó mi mirada.

- Pues que suerte tiene el pibe ese.- Dijo en un susurro, lo suficientemente alto para que yo pudiese oírlo, antes de parar la música y ponerse en pie dando un suspiro.

Creo que no entendió lo que quería decir.

- Mateo.- Le llamé desde el banco, pero él no se giró.

- Está bien, Siena, seguro que hay una banda de pibes que quieren estar con vos y que no son unos pajeros como yo.- Afirmó y noté cómo mi corazón se rompía un poquito pensando en que, si de verdad hubiera estado enamorada de otro, él no habría dicho más que eso.

- Mateo, sos un estúpido.- Sonreí y él se giró para mirarme mal. Seguía sin entenderlo y yo empezaba a ponerme de los nervios.- De vos, Mateo.

- ¿De mi qué? Estarás muy buena, pero para explicarte sos un desastre.- Jodió.

- ¡Que estoy enamorada de vos, pajero de mierda!- Chillé con las mejillas coloradas y Mateo se quedó descolocado un momento, con la boca ligeramente abierta.

- ¿De dónde sacaste esta seguridad, Sienita?- Dijo acercándose a mí y colocándose entre mis piernas. En seguida me puse nerviosa y miré al suelo, sin saber qué contestar.

- ¿No te gusta?- Mascullé.

- Me encanta.- Afirmó y dejó un beso en mis labios.- Vos me encantas.

Yo sonreí y rodeé su cuello con mis brazos antes de volver a unir nuestros labios en un beso más largo, acariciando su pelo y haciendo que él llevase sus manos a mi cintura.

- Seguís siendo un pajero.- Hablé con la voz entrecortada cuando nos separamos por la falta de aire.

- Pero te encanta que sea un pajero con vos, yo lo sé.- Sonrió antes de morder mi labio inferior y yo me quejé golpeando su brazo.

- No te voy a negar que me dan curiosidad todas las cosas que me decís.- Admití sacándole una sonrisa.- Pero luego lo busco en internet y me da asco.- Hice una mueca y él soltó una carcajada, soltando una de sus manos de mi cintura y apartando el pelo de mi cara con ella.

- Sos tan inocente.- Suspiró mordiendo su labio inferior. Yo noté que mis mejillas ardían de nuevo y maldije interiormente.- Igual, no tienen por qué ser cosas asquerosas, también pueden ser bonitas.- Afirmó.

- Yo quiero que sean bonitas.- Murmuré y él sonrió antes de darme un pico.

- Yo voy a hacer que sean bonitas, te lo prometo.











bueno... ¿quién tiene hambre?

Inocente; Trueno.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora