Capítulo 22. Tarta de Bananas

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- Me apetece algo dulce.

- ¿Estoy teniendo un déjà vu? -respondió Mimi- ¿tú? ¿otra vez? ¿dulce? ¿Por quién te han cambiado?

- Anda Mimi -dije riendo- que lo digo enserio, tengo antojazo de dulce.

- Ya lo veo ya, tanto antojo, ¿no estarás embarazada? -siguió vacilándome. 

- Creo que queda un paquete de azúcar por allí

- ¿Y que vas a hacer con eso? ¿Comértelo? -respondió Mimi ignorando mi propuesta.

- ¿Hay bananas?

- Quedan 3 o 4, ¿por?

- Mira -dije mientras le acercaba el móvil para enseñarle la receta que acababa de encontrar- Podemos hacer esta tarta. Lo tenemos todo ¿Quieres?

- ¿No te acuerdas de lo que pasó la última vez? -dijo Mimi negando con la cabeza y muy poco entusiasmada con la idea.

- Pero ahora tenemos levadura -repliqué, al ver que Mimi no contestaba seguí insistiendo- Venga Mimi, ¿seguro que no tienes hambre?

- La verdad que me da un poco de pereza, pero me apetece algo dulce... -dio algo dudosa pero ya algo más convencida.

- Porfi -dije poniéndole ojos de corderito a Mimi para terminar de convencerla.

- Venga -Mimi venció su pereza y se levantó del sofá- Vamos -continuó. Seguidamente, me levanté yo también del sofá y fuimos las dos hasta la cocina. Una vez allí sacamos los ingredientes necesarios: azúcar, harina, plátanos, huevos y levadura.

- Está vez tiene que salir bien -dije antes de empezar para motivarme un poco.

- Venga, rapidito que tengo hambre -dijo Mimi cogiendo el paquete de azúcar.

- Sabía que te morías de ganas por hacer la tarta! -respondí al comentario de Mimi mientras ella introducía los ingredientes en el bol- Yo me encargo de las bananas -dije mientras empezaba a quitarles la piel- Hay que cortarlas a trozitos muy pequeños, para que no queden grumos -dije muy concentrada mientras hacía la tarea.

- Vaya, te has aprendido la receta de memoria -dijo Mimi riendo.

- No quiero que salga nada mal -dije mientras seguía concentrada a lo mío.

- Esto ya está, te ayudo- dijo mientras se acercaba a mí. Mimi cogió uno de los plátanos y lo empezó a cortar, como las dos teníamos que ir dejando los trocitos en el mismo plato estábamos completamente pegadas la una a la otra. Y por primera vez, una situación como aquella no me incomodo, de hecho no me di ni cuenta hasta pasado un rato de que nuestros pechos estaban rozándose, y cuando me di cuenta, lejos de querer apartarme, me sentí reconfortada, sentí que Mimi era hogar- Listo, ahora lo juntamos con el resto -continuó Mimi.

- Ahora hay que mezclarlo, hasta que no quedé ningún grumo -le dije a Mimi mientras cogía el batidor de mano. Cuando los platos estuvieron con el resto de ingredientes empecé a mezclar, la masa estaba muy densa y costaba mucho remover todo aquello, empecé a dar vueltas pero aquello no avanzada- ¿Enserio que no tienes una maquina para mezclar esto? Me duele el brazo -me quejé mientras giraba con todas mis fuerzas el batidor de mano intentando integrar sin éxito todos los ingredientes

- Dame -me dijo mientras me quitaba el batidor y se ponía manos a la obra.

- ¡Qué desastre! -me apoyé en la barra de la cocina mientras miraba cómo Mimi intentaba salvar la masa del pastel. Ella cogió el bol con la mano izquierda mientras seguía removiendo con la derecha y se apoyó en la encimera de manera que nos mirásemos la una a la otra

- Eso es porque no haces ejercicio, unas flexiones todos los días y otro gallo cantaría.

- Jo Mimi, no te quejes que el otro día baile contigo... -dije defendiéndome.

- Ana, era una clase para niños, eso no sirve como deporte -me replicó.

- Pero si me lo dijiste tu -añadí- Además, por algo habrá que empezar ¿no?

- Pues también es verdad... -reconoció Mimi- Bueno creo que esto ya está -me acerqué al bol para mirarlo mientras ella cogía el molde para poner la masa del pastel- Ayúdame a vertirlo -abrí el cajón para coger una espátula y ayudar a empujar los restos que quedaban en el bol.

- Al horno! -dije muy animada mientras Mimi introducía la tarta en el electrodoméstico. Yo me aparté quedándome a un lado y me limité a observar. Cuando ella terminó se acercó al fregadero para limpiarse las manos y volvió donde yo estaba, me agarró con poco cuidado por la cintura y me empujó hacía ella quedando esta apoyada en la barra de la cocina y yo pegada delante de ella, ambas mirando hacía el horno. Sus manos estaban agarradas fuerte en la parte baja de mi cintura y mis hombros estaban apoyados en su pecho, podía notar su fuerte latido en mi espalda y oía perfectamente su respiración detrás de mi oreja. Noté como poco a poco sus manos se iban deslizando hacía arriba y a la vez notaba como me subía un calor a una velocidad increíble, sus manos se pararon justo debajo de mis pechos. No sé cuánto tiempo estuvimos así, inmóviles, sin cambiar de posición, sin hablar, solo sintiéndonos la una a la otra, pero puedo asegurar que fueron más de 20 minutos. Fui yo la que, después de un buen rato subió su mano derecha e instintivamente toque la suya, nuestras manos quedaron entrelazadas y cuando Mimi hizo el amago de subir un poco más arriba su mano, sonó la alarma. ¡Mierda! pensé. Mimi soltó sus manos y yo me aparté instintivamente, ninguna de las dos dijo nada y ella cogió un paño para sacar la tarta del horno.

- Mmmm ¡Menuda pintaza! -dijo Mimi una vez sacada la tarta del horno y fingiendo que nada había pasado. Yo me acerqué en silencio para ver cómo había quedado y olía genial, Mimi estaba cortando dos trozos, y sin ni siquiera esperar a coger un plato, mordió una de las porciones- Me muero, buenísimo -dijo con la boca llena.


Viernes 3 de abril - Día 21 de confinamiento




Atrapadas en Madrid | ‪WARMIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora