Capítulo 21

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Pensaba que el mundo se me caía encima. Ya me veía teniendo que dar explicaciones, a Alba mosqueada, a Carlos liándola… Todos empezarían a preguntar y se iba a convertir en un puto circo. Porque nuestros amigos eran así.

-¡Limpiar la barbacoa, Miki! ¿No nos lo habías encargado? – respondió Cris

-¿Necesitas algo? – añadió Carlos

Miramos a ambos lados aguantando la respiración. Ni veíamos a Miki, ni a Cris, ni a Carlos. Solté el aire, liberando los pulmones de la opresión momentánea. Sus ojos se clavaron en los míos. Rompimos a reír. Una sucesión de carcajadas de alivio y de triunfo. La típica risa nerviosa por inercia.

-Natalia, te necesito – María asomaba la cabeza mínimamente por la puerta, desencajada al vernos descojonarnos - ¿Se puede saber de qué os reís?

-Ay Mari – intenté explicarme, limpiándome algunas lágrimas – Que por poco nos pillan

-¿Y eso es gracioso? – seguía con el gesto torcido, confusa

-No, pero… - Alba era incapaz de articular palabra. Le había dado un ataque

-Bueno, ya me lo contáis luego a ver si así me puedo reír yo también – se dio por vencida – Te quiero dentro en un minuto

-A la orden, jefa – respondí, ya más calmada -Alba, no podemos jugárnosla así

-Tienes razón – admitió, más serena. Se pegó por completo a mi cuerpo, buscando un abrazo fugaz – Pero, ¿y el morbo que da? – esbozó, enseñando una sonrisa maliciosa

-Eso es verdad – Besé suavemente su coronilla, apretándola contra mi pecho – Tengo que volver dentro. Vamos a evitar que me den infartos por favor – rogué

-Se hará lo que se pueda – concluyó

La agarré por la cintura, elevándola varios centímetros por encima del suelo.

-Venga, dame un beso que me voy

Posó sus labios con delicadeza sobre mi mejilla, sonriendo entonces contra ella. Con ternura. Ni rastro de la Alba sugerente de hacía unos minutos. Me fascinaba cómo cambiaba tan rápido de un mood a otro.

La oí despedirse de María al pasar por la cocina. Yo me quedé unos segundos más apoyada en la pared, con las rodillas dobladas, frotándome la cara con la palma de las manos. Aún me estaba recuperando del susto. Y del calentón.

-Natalia – María no pensaba dejarme respirar - ¿Puedes mover el coño y ayudarme? Digo, que ya que tú nos has metido en esto, no estaría de más que, no sé, hicieses algo

-Ayy. Voy Mari  


Después de comer nos tocó fregar y recoger también. Por fin se acababa la tortura. Menos mal que una es previsora y claro, conforme habíamos cocinado habíamos ido fregando los cacharros, de modo que quedaba poco que hacer. Esa vez Alba no apareció por la cocina, y menos mal. Suficiente había tenido con el susto del mediodía.

Quedé con María en reunirnos en la piscina. Hacía calor para variar, y después de pasar la mañana entre fogones, nos venía bien una tarde relajada. Mi compañera de cuarto me recibió con un beso cálido, como quien espera en casa a que su pareja regrese del trabajo. Y en ese momento, yo también me sentía así.

-¿Qué vamos a hacer ahora? – preguntó, sentada en la cama

-Pues – buscaba el bikini en los cajones – he quedado con María en la piscina que nuestro amigo Carlos ha dejado tan bien preparada – comenté entre risas - ¿Vienes?

-Madre mía. Tienes a Carlos todo el día en la boca. A ver si me voy a tener que poner celosa – soltó, falsamente ofendida. Sus manos surcaban ya mi espalda por encima de la tela de la camiseta

A otro ladoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora