Capítulo 32

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El sudor, ya frío, junto con los intrincados sueños sin sentido que estaba teniendo, me hicieron abrir súbitamente los ojos, justo a tiempo para ver cómo los últimos rayos de sol del día desaparecían para dejar paso a la noche progresivamente.

-Estás despierta – Alba se mantenía exactamente en la misma posición que cuando me había quedado dormida. Sonreía, acariciando de nuevo mi pelo con el mismo mimo que hacía unas horas, casi como si no hubiera parada en ningún momento

-¿Cuánto he dormido? – bostecé, frotándome los párpados para borrar de ellos los rastros del sueño

-Unas cinco horas – explicó – pero no seguidas. Te has despertado varias veces balbuceando cosas, pero luego volvías a dormirte como si nada

-No me acuerdo – esbocé, sonriendo con timidez

-Te ha bajado un poco la fiebre – anunció contenta, palpando mi frente – Deberías darte una ducha

-¿Tan mal huelo?

-Sólo un poquito – bromeó – Has sudado muchísimo y deberías ponerte ropa limpia

Pude adivinar un surco sobre su propia camiseta. Se dio cuenta enseguida de que me había fijado, restándole importancia inmediatamente con un gesto de la mano

-Me duele todo muchísimo

Alba captó enseguida la intención que escondía aquella frase. Se puso de pie de inmediato, dirigiéndose a la cómoda.

-¿Estas? – preguntó, enseñándome una de mis bragas que había elegido completamente al azar

-No – negué divertida

Volvió a rebuscar, esta vez a conciencia

-¿Y estas?

Ondeaba en la mano un culote de color negro con el logo de Batman estampado en la parte trasera

-Me encantan. Buena elección – admití, soltando una leve carcajada de la que me arrepentí al instante al notar el dolor aprisionándome la garganta

-¿Te tomaste la pastilla? – inquirió mientras apartaba las sábanas para ayudarme a levantarme

-Sí

-Venga, arriba. Vamos a la ducha

Pasó mi brazo por encima de sus hombros, haciendo acopio de toda la fuerza de la que disponía para incorporarme. Con un poco de colaboración por mi parte, no fue difícil que me pusiera en pie. Nos metimos en el baño. Alba cerró la puerta y me dejé caer con pesadez sobre la taza del váter.

-Bufff – me quejé, esbozando una mueca al tratar de quitarme la camiseta. Alba, apoyada en el lavabo, me observaba de brazos cruzados

-¿Necesitas ayuda? – ofreció, aún sin moverse

-Sería todo un detalle por tu parte – admití, desistiendo rápidamente

Avanzó con cautela y se agachó para colocarse a mi altura. Sus ojos me escrutaron con una mezcla de vergüenza y miedo. Sus manos, por el contrario, asieron con firmeza el borde de la prenda.

-Prometo no abusar de tu estado de invalidez

La tela se deslizó por mis brazos con facilidad, al mismo tiempo que sus manos rozaban mi piel con delicadeza, cayendo finalmente al suelo. El instinto me habría hecho colocar los brazos para cubrirme el torso, pero no sentí la necesidad. No me sentía expuesta o vulnerable, sino segura y protegida.

-Mis ojos están un poco más arriba – bromeé

-N-no te estaba mirando – se sobresaltó, enrojeciendo de pronto – He dicho que no iba a aprovecharme

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