Capítulo 27

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El frío de la mañana me despertó, algo bastante poco común. Me negué a abrir los ojos y sumergirme otro día más en la realidad que, de no ser por Alba, me habría hecho sentir como si viviese en el día de la marmota. Por tanto, opté por arrebujarme entre las mantas, pegando mi cuerpo al de la rubia en busca de calor humano que aumentase un poco mi propia temperatura corporal.

-Mierda. Mierda. Mierda – exclamé de repente al percatarme de la situación. Nos habíamos dormido, Juntas. En la tienda de campaña en pleno jardín. No sabía en qué momento había ocurrido; no recordaba que nos hubiésemos ido a dormir como tal, pero el caso era que allí estábamos – Alba, Alba – la llamé, zarandeando con suavidad aquel cuerpecito que, como de costumbre, estaba sumido en un profundo sueño. Qué envidia

-Mmm – musitó vagamente, probablemente aún inmersa en el mundo onírico

-Alba, Alba – repetí, esta vez más fuerte

-¿Qué pasa? – pronunció por fin, encogiendo la nariz y corrigiendo la postura para volver a acomodarse

-Que nos hemos quedado dormidas – susurré agobiada

-Es lo que pasa por la noche. La gente duerme – respondió, dándose la vuelta

Resoplé. Esto iba a ser más complicado de lo que parecía

-No petarda. Que nos hemos quedado dormidas en la tienda. En pleno jardín. ¿Te suena de algo?

Abrió los ojos de golpe, casi catatónica. Le estaba costando procesar la información

-¡Mierda! ¡Tienes razón! – Lanzó la manta casi al otro lado del espacio, incorporándose como un resorte – Vamos a recoger. Rápido

Metimos las cosas en la mochila casi a presión. Las mantas, la comida que había sobrado y el aparatito para proyectar las estrellas. Chocamos varias veces fruto del estrés pero al final lo conseguimos.

Dejar la tienda allí era lo de menos; cualquier excusa para justificar que estuviese allí serviría. Lo importante era volver a nuestra habitación antes de que nadie se levantase.

-Rápido – apremié, adentrándonos por el fin en la casa y divisando las escaleras

Justo al alcanzar la cima, oímos chistar a nuestras espaldas. Me encogí de hombros fastidiada, maldiciendo la mala suerte. Una vez nos habíamos librado; dos iba a estar complicado.

-¿Se puede saber a dónde vais pedazo de guarras?

Nunca me había alegrado tanto de escuchar un insulto

-Mari, hija de puta. Qué susto – Respiré aliviada, soltando por fin todo el aire que había contenido - ¿Qué coño haces aquí? Bueno, ahí

-Preparar el café para mí y para mi mujer como todas las mañanas. ¿Algún problema? – Se hizo la indignada, ondeando la manta que siempre llevaba a modo de capa para pasarla por encima del hombro cual folclórica

-Ninguno. Pero si no te importa, mi mujer y yo vamos a meternos en el cuarto antes de que la gente se levante y se entere de que hemos cometido el crimen de Cuenca o algo similar – Cortocircuité al instante – Osea, Alba y yo. Mi mujer de qué – respondí acelerada, casi atragantándome

Alba se limitó a reírse abiertamente, probablemente disfrutando de mi ataque de pánico

-Uy sí. Pamplona y Elche podrían ser vuestros nombres de criminales – se burló – Venga anda, ahora os subo un café. Ah no, que lo tiene que hacer Alba

-Pero serás hija de – La rubia abrió mucho los ojos, dejando la frase a medio formular. Claro que tampoco había que ser un genio para saber cómo acababa

-Mueve el coño – espeté, tirándole del brazo – Que al final nos pillan de verdad




Otro día más, otro turno de cocina. Tenía la teoría de que Miki nos tenía demasiada manía por lo de la compra; de otra forma no era capaz de entender por qué últimamente a la Mari y a mí nos tocaba con bastante frecuencia hacer la comida. Lo único bueno era, por supuesto, que podía hablar con ella sin que nadie nos molestase mientras desempeñábamos nuestras respectivas tareas. Eso claro, contando con que Alba no apareciese de nuevo para hacer de las suyas.

-En quince minutos está listo esto – anunció triunfante, dando un largo trago a su botellín

-Joder. Nos ha cundido el tiempo eh – apunté, brindando con ella

-¿Arguiñano? Un pringao a mi lado

-Uy sí. Tengo delante a la próxima Ferrán Adriá – bromeé, ganándome una de sus icónicas miradas asesinas

-¿Anoche qué? ¿Guapa la tienda eh? – cambió de tema, orgullosa

-La verdad es que sí – tenía que darle la razón

-¿Cómo fue? – preguntó, aparentemente sin ninguna intención, pero yo ya sabía que esa pregunta no era del todo inocente

-Bien – respondí como si nada – Estuvimos hablando de la acampada a la que no pudimos ir y todo eso

-Parecía que teníamos custodia compartida con vosotras dos – rio, dando otro trago

-Desde luego

-¿Y…nada más? – insistió

-Mari. Ya sé por dónde vas y la respuesta sigue siendo no. Basta con el temita eh – inquirí no del todo seria. Tampoco quería ponerme a las malas

-No iba por ahí – se defendió

-Ya, claro… Venga, anda. Vamos a sacar los platos que estarán como perros rabiosos – apunté, dando por finalizado el interrogatorio número 3520 de mi amiga en lo que llevábamos de cuarentena

No tardamos demasiado en sentarnos a comer. Había hambre, porque nadie comentó casi nada hasta la mitad de la comida más o menos. Alba y yo, como siempre, sentadas en los extremos opuestos, dedicándonos miradas furtivas y silenciosas.

-Tíos, tíos – soltó Miki de repente tras soltar el móvil. Todos nos giramos para mirarle - ¿Os acordáis de Joan? El de mi facultad – asentimos. Miki nos lo había presentado a los pocos meses de empezar ese curso y habíamos coincidido con él unas cuantas veces – Me acabo de enterar de que por lo visto ha dejado a Carla y está saliendo con otra. Qué fuerte – exclamó exaltado

-¿La chica esa con la que llevaba tres años o así? – Sabela pareció dudar pero acabó ubicándose rápidamente – Pero si decía muy orgulloso que era la mujer de su vida y que estaba super enamorado, ¿no?

-Y seguramente se lo diría también a la otra con la que llevaba engañándola un año – añadió casi divertido mi amigo para sorpresa del resto

-Bueno Miguel. Creo que no eres el más indicado para reírte de ese tipo de cosas, ¿eh, Don Juan? – soltó María de repente con un tono más serio del que había pretendido inicialmente

-Uf, menudo golpe bajo – solté a baja voz para no encender más la conversación. Inútilmente, por supuesto, pues la rubia se había ganado un uhhh más que coreado por parte del resto

-¿Perdona? Yo no le he puesto los cuernos a nadie. Prefiero hacer las cosas bien – se defendió con tono más bien neutro

-Bueno… - intervino la gallega

-¿Bueno qué? – Miki frunció el ceño no demasiado contento

-Lo de Helena no sé yo si fue hacer las cosas bien… - María volvía a la carga y yo ya me temía lo peor

-¿Cómo que no? Dejé a Helena antes de tener nada con Cristina – espetó algo más enfadado, casi como si la aludida no estuviese presente

-¿Ah sí? Porque los mensajitos esos que os mandabais antes de cortar con Helena… - soltó, tratando de ser algo más suave

-Perdón, eh. Estoy aquí

-Perdona cariño – le dedicó una sonrisa arrepentida que Cris aceptó encantada justo antes de responder – Pero vamos, que tú tampoco te quedas atrás

-¿Yo? Ni de broma – Sabía perfectamente por dónde estaba atacando mi amigo

-¿Ah no? Espera que te refresque la memoria – se llevó una mano a la barbilla, pensativo -  ¿Claudia te suena de algo?

-Hostia Miguel. ¿En serio? – bufó la Mari, resoplando

-Perdón pero, ¿quién es Claudia? – preguntó Alba casi avergonzada por si añadía más leña al fuego

-Un rollo que tuvo Miki hace tiempo – le explicó Carlos rápidamente sin perder de vista a los principales implicados – Supuestamente…

-De supuestamente nada. María me la levantó completamente – cortó bastante picado

-Qué mentiroso eres. Y una cosa te voy a decir. O mejor dos. Punto uno, las mujeres no somos objetos que puedas coger o dejar según te apetezca, inclusiva. Y punto dos, no tengo la culpa de que Claudia prefiriese este lado de la acera – soltó, encogiéndose de hombros

-Mari, eso no es lo que me habías contado – reí sin poder contenerme – Menuda zorra estás hecha

Sabía que no se iba a enfadar con el comentario. De lo contrario, no lo habría hecho. Parecía que la cosa había acabado ahí.

-Tú no te hagas la santa

Seis cabezas, la mía la primera, se giraron con una sincronía perfecta

-¿Se puede saber de qué estás hablando? – inquirí, tratando de controlarme. Incliné el cuerpo ligeramente hacia delante

-Que tú tampoco eres la más indicada para ir de pura y casta – espetó malhumorado

-Si no me lo explicas no puedo entenderte – vacilé sutilmente, segura

-Que mejor no vayas criticando quién le levanta el rollo o la novia a otro porque tú también vas cargadita

-Yo no he hecho eso jamás – me defendí, casi orgullosa

Carlos se levantó de su silla, casi de forma teatral, dando un golpe sobre la tabla

-No seas zorra mentirosa, Natolia – Por ahí sí que no, Carlitos – Que le comiste la boca a Alba en la discoteca aquella hace un par de años

En cualquier otra situación, en cualquier otro momento, mi reacción hubiera sido completamente la opuesta. Me puse en pie sin golpear nada, dejando que la ira llevase las riendas de la situación por completo. Me importaban una mierda mis palabras y las posibles consecuencias.

-Eres un pedazo de cabrón y un machista – solté con soberbia – Y para tu putísima información, no sé quién coño te has creído para decidir sobre lo que Alba hace con su vida o deja de hacer, so payaso – Casi había escupido las palabras. Y aunque me sentía extrañamente satisfecha, la rabia no acababa de abandonarme

Miki nos imitó al ver cómo la respiración de Carlos se aceleraba y la vena del cuello se le hinchaba, como un animal a punto de atacar

-Tío va, relájate – pidió, agarrándole los hombros

-Ni se te ocurra meterte – soltó casi fuera de sí, propinándole un empujón lo suficientemente violento para mandar a mi amigo casi al otro lado de la estancia

Right caminó con paso decidido hasta ponerse a mi altura. Nadie se atrevió a frenarlo después de lo que le había hecho a Miki.

-Atrévete, machirulo – le reté, echándole el aliento en la cara

Echó el cuerpo atrás y armó el brazo, lanzando un puñetazo directo a mi cara. La cercanía me permitió evitarlo sólo en parte. No tardé en notar la sangre correrme por el labio. Notaba el pulso justo en la herida y la hinchazón que no tardaría en producirse

-¡Carlos! – chilló Alba; la única capaz de medio rebelarse

Sonreí con confianza. Al final, había conseguido ponerse en evidencia él solito. Miki apareció de la nada, interponiéndose entre nosotros e intentando por segunda vez que se relajase, sujetándose el costado

-Te he dicho que no te metas, Miki – Respiraba alterado, con la vista completamente clavada en mí

Justo cuando volvía a intentarlo, Miki bloqueó el golpe, devolviéndole un fuerte derechazo directo a la mandíbula que mandó a Carlos al suelo

-Pelea física – anunció María como si estuviese viendo un documental de la 2 – No pienso meterme

-Yo tampoco – añadió Sabela

Cris, sin demasiado éxito, intentaba que su novio dejase el enfrentamiento a grito pelado.

-Tía, eso tiene mala pinta - apuntó sin despegar la vista del espectáculo. Reparé por fin en la sangre, que no paraba de salir

-Natalia – casi era un grito ahogado por parte de Alba, quien prácticamente me arrolló para abrazarme - ¿Estás bien?

-Estoy bien, tranquila – aseguré, demostrándolo con mi mejor sonrisa carmesí – Auch. La verdad es que duele un poco – torcí el gesto

-Ven, anda. Vamos a curarte eso

-¿Eso que he visto volar ha sido un diente? – oí comentar a la rubia casi fuera ya del salón, animadisima

-Alba, lo siento. No pretendía… - No estaba arrepentida de mi reacción, pero sí de cómo se lo habría tomado Alba

-Shhh – chistó – Se lo ha ganado – admitió con una débil mueca que trataba de asemejarse a una sonrisa – Vamos a curarte eso, por favor – casi era una súplica. Me dejé arrastrar hasta la cocina, donde estaba el botiquín

-No pretendía hablar por ti ni defenderte. Sé que sabes hacerlo sola

-Natalia, no tienes que pedir perdón. De verdad. Precisamente porque sé hacerlo, soy también capaz de decidir cuándo quiero que lo hagan y cuándo quiero hacerlo yo – esbozó, ensanchando la mueca con algo más de seguridad

-¡Au! – me quejé al contacto del alcohol con la herida - ¿Algo más amable?

Agachó la cabeza con cuidado, con las mejillas encendidas, dejando un beso delicado en mi labio superior

-Eso ya es otra cosa – sonreí – Ahora me duele menos

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Se ha puesto calentita la cosa, no? A ver cómo viene la calma después de la tormenta, que lo mismo no viene tan suave. Como siempre, espero que os haya gustado. Hasta mañana y Stream ep2 y Stream Quimera!!!

Tw: @Srgio_Aguilar

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