Capítulo 34

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Casi una semana después de hincharme a antibióticos y discutir con Alba varias veces para demostrarle que no necesitaba hacer más reposo, estaba prácticamente recuperada. Miki, ya totalmente bien, había ido a visitarme todos los días después de comer, relevando a Alba para que pudiese almorzar y descansar tranquila. Algunas veces charlábamos; otras, en las que yo no me encontraba con demasiadas ganas de socializar, se había limitado a hacerme compañía en silencio, sin perder la sonrisa hasta que la rubia volvía a relevarle.

-María Escarmiento en persona me honra con su presencia – bromeé al verla asomar por la puerta

-¿Por qué no te vas un poquito a la mierda? – respondió, rodando los ojos

-Porque Alba no me deja ni levantarme a mear sola para ir al baño

-Madre mía con la enfermera – bufó, haciéndome reír – Bueno. ¿Qué querías? Miki me ha dicho que tenías que hablar conmigo y que era super super super super super urgente 

-No he dicho “super” tantas veces – me defendí

-Al grano, Natalia – espetó

-Sí, sí – cogí aire lentamente – He estado pensando una cosa

-¿Y qué cosita es?

-Mari, céntrate coño

-Vale, vale. Perdona

-He…estado dándole vueltas a lo de mi…problema. Ya sabes – admití sonrojada, apartado la mirada de mi amiga para dirigirla hacia la ventana

-¿Eso de que no puedes follarte a Alba?

-¡María! – La golpeé en el muslo con ganas

-¿He dicho alguna mentira?

-Obviamente no, pero como te digo siempre, no hace falta que se entere toda la casa

-Vale, perdona. Sigue

-Bueno. He llegado a la conclusión de que quiero intentarlo

Tan pronto como aquella frase salió de mi boca, mi amiga empezó a dar saltos en la cama como si de la mismísima niña del exorcista se tratase.

-Joder tía – jadeaba asfixiada – Ya era hora. Quiero decir, sabes que nunca te he metido prisa, al menos no en serio, obviamente de broma pues era broma pero…

-Vale, vale – reí – entiendo lo que quieres decir 

-¿Y cuándo tienes pensado…?

-No lo sé aún. Tengo que pensarlo – admití, encogiéndome de hombros – Supongo que si la ocasión se presenta…

 -¿Puedo darte un consejo?

-Claro

-Antes o después de hacerlo, deberías contárselo. Incluso creo que es mejor antes. Se merece saberlo

-Lo pensaré. Te lo prometo

-Eh – apoyó la mano sobre la mía, apretando suavemente – Sé que a veces te cuesta abrirte, y más con estas cosas, pero de verdad creo que merece la pena. De verdad 

-Lo pensaré – repetí, ensanchando la sonrisa

***

-¿Alba? – pronuncié por instinto, aun sin saber si era ella

-Pensaba que estabas dormida – respondió dulcemente, quitándome el libro de las manos para ponerlo encima de la mesilla

-Casi – bostecé, entornando los ojos de nuevo

-Perdona – se disculpó – si quieres me voy y te dejo dormir

-No, no – Alargué los brazos en su dirección – Ven porfi

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