Capítulo 29

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POV Alba

Me partía el corazón la forma en la que Natalia se hundía como una piedra en el mar cada vez que el tema del sexo salía en una conversación. ¿Qué podría haberle pasado? No pensaba presionarla; eso nunca había entrado en mis planes, pero eso no significaba que no tuviese curiosidad.

Le había prometido que esperaría todo el tiempo que fuese necesario y pensaba cumplirlo. Me divertía picarla, encenderla, llevarla hasta sus propios límites como la noche de la fiesta. Esa noche pensaba que iba a ocurrir. Tenía esa sensación indescriptible que sabes que te está indicando que es el momento perfecto para algo, pero ahí estaban las tímidas dudas de Natalia para acallarla.

Había dejado de llorar hacía un buen rato. Mis besos en sus párpados y mejillas habían actuado como un potente bálsamo para aliviar, aunque fuese un poco, la carga que llevaba consigo. Su respiración se había calmado y los papeles se habían invertido; ahora era ella quien acariciaba mi pelo mientras me limitaba a relajarme al ritmo de los lados de su corazón resonando en mi oído.

Al cabo de una hora, un par de toques en la puerta quebraron el perfecto silencio en el que nos habíamos refugiado.

-¿Sí? – me apresuré a responder. Natalia no se había movido. Quizás estaba dormida

-¿Puedo pasar?

Volví a mirarla. Seguía sin inmutarse. Respiraba profundamente, despacio.

-Salgo yo – No fue difícil soltarme de su tímido agarre. Dejé un beso en su frente, dedicándole una última mirada antes de deslizarme fuera de la habitación

-¿Cómo está? – María era un amasijo de nervios, preocupación y, sobre todo, enfado

-Bien. Se ha quedado dormida – respondí con una sonrisa casi bobalicona - ¿Pasa algo?

-Goliat ha salido de su letargo – anunció exasperada – Sabe que está castigado y que no puede salir

-Bien – afirmé – Quiero hablar con él

-¿Tú estás bien de la chota? – colocó la mano en mi frente - ¿No tendrás fiebre o algo? ¿Coronavirus?

-Sí, en el chocho – bufé – No es una visita de cortesía precisamente Mari

-Está bien. Si necesitas algo, grita – se ofreció – O da un golpe en la pared. Voy a estar en mi habitación

-Oh, no – me apresuré – No osaría yo interrumpir vuestro coito marital de media tarde

-No te preocupes. El coito ha tenido lugar antes de acudir en tu busca para que no pudiese ocurrir tal cosa – me guiñó un ojo, divertida

-Qué cerda eres – solté, riéndome

-También es verdad. Bueno, me voy. Suerte

Suspiré delante de la puerta de la que había sido mi habitación. No sabía en qué estado encontraría a Carlos. Me daba rabia que a pesar de todo lo que había hecho, una pequeñísima parte de mí sentía pena por él. “Alla voy” me dije, girando el pomo con resignación.

Estaba tumbado, exactamente en la misma postura en la que yo había dejado a Natalia antes de salir. A través de su camisa semi abierta podía ver los numerosos moratones que le coloreaban el pecho. Sonrió débilmente al verme entrar, tratando de no enseñar la mella que Miki le había dejado, lo que claramente habría sido un duro golpe a su ego.

-Hola – esbozó maltrecho

-Hola – respondí sin acercarme, cautelosa

-Puedes acercarte. No muerdo – sugirió amable

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