La triada de los tiradores

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Minho jamás se había sentido tan ansioso por una fecha hasta ahora. Posó la mirada sobre el televisor, el cual informaba gracias a la conductora de las noticias acerca del discurso que daría el gobernador Kim Jonghyun por ser el día de la Independencia, la plancha situada frente a palacio de gobierno yacía ya con gente animada y con la bandera de Corea al ser un evento nacional.

—En unas horas el gobernador saldrá a darnos unas cálidas palabras de aliento conmemorando el día en que Corea encontró la libertad y justicia, haremos cobertura del evento en el cual habrá música, comida típica y también invitados especiales, no se lo pierdan por el canal KBS.

Choi apagó la televisión, faltaban escasas horas, tiempo suficiente para poder tomar una ducha, afeitarse y cortarse el cabello ya que lucía como un completo vago con las hebras largas y onduladas. El último mes y medio lo había pasado como todo un ermitaño, solo salía para comprar lo necesario y se volvía a encerrar para ahogar su miseria con latas de alcohol y comida pre cocinada, no era vida pero la realidad es que no deseaba hacer nada por su propia cuenta.

Su corazón latía desbocado al saber que podía tener la oportunidad de ver a su Kibum, aquel ser que hirió injustamente, buscaría la forma de redimirse ante él exponiendo toda la culpa que había sentido por haberlo herido de esa forma.

También se vistió de acuerdo a verse como un civil, incluso se atrevió a visitar su almacen de municiones, aunque realmente no tuvo la intensión de tomar ninguna arma de largo alcance, así que solo se conformó con una navaja de doble filo solo por mera seguridad propia.

Al cumplir la mitad de la hora estimada su móvil sonó, atendió al ver que quien llamaba era Changmin por lo que se extrañó de ello ya que su comportamiento para con el hombre había sido demasiado huraño como para darle fiel seguimiento a su amistad.

—¿Qué? —Gruñó sin poder evitarlo.

—¡Hey Minho! ¿Cómo estás? —La voz de Changmin comparada con otras veces lucía un tanto apagada.

—Bien, ¿qué ocurre?

—Nada, me preguntaba sobre lo que harás hoy.

Minho observó el reloj en la cocina, cerró la puerta de su almacen y avanzó tranquilo hacia la sala, intuyó que Changmin hacía referencia a su misión por lo que le fue fácil mentir.

—Ya sabes lo que haré, estaba por irme para instalarme.

—¿Ya tienes el lugar? —Preguntó curioso.

—Sí, hay un hotel a menos de un kilómetro que por la altura me da la estabilidad perfecta para alcanzarlo.

—¡Oh bien!

—¿Deseas algo más?

—No. ¿Qué tal unas cervezas después? ¡Tengo algo que contarte! —Esta vez su voz tuvo toques de emoción.

—¿Ah sí? ¿Qué? —Gruñó no siendo empático con la felicidad ajena.

—Solo te diré que conocí a alguien y me ha dado un buen motivo para no desanimarme pero bueno, te dejo para que cumplas tu misión. ¡Nos vemos!

Choi permaneció mudo, el sonido ruidoso que provino del celular le hizo apagar el aparato, le parecía demasiado extraño escuchar a su amigo tan animado por alguien, lo curioso no fue que estuviese emocionado, lo que le intrigaba era saber que Changmin se había dignado a conocer a una persona ya que en todos sus años de amistad el más joven se mostraba negativo con las relaciones.

Dejó de pensar en ello, se observó una última vez en el espejo del baño de la planta baja donde comprobó que su cabello corto no mostrara ningún mechón largo, su rostro afeitado lucía rejuvenecido y aunque no dormía lo suficiente, se obligaba a hacerlo para encontrarse con Kibum y no verse tan demacrado, fue así y pensando en él que abandonó su hogar y se encaminó directo al centro de la ciudad, habiendo abandonado por completo la meta de matar a Jonghyun para obtener una medalla de honor, su objetivo era otro y mucho más importante: Su Kibum.

The sniper «MinKey»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora