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Al día siguiente, Marinette despertó con la cabeza hecha un enredo. Desde el pequeño incidente con su compañero, la azabache se encerró en su cuarto y se puso a dormir. Bueno... Al menos, lo intentó.

Por más que tratara descansar, en sus pensamientos estaba esa extraña sensación que se adueñó de ella en compañía de aquel holgazán desvergonzado.

No entendía el por qué de esa conexión entre ellos, sobre todo cuando ese chico significaba todo cuánto ella detestaba. En verdad, no le encontraba una explicación lógica a esa locura.

Nada más levantarse del lecho, la azabache eligió unos shorts negros y una camiseta del mismo color de su armario. Cuando vio su reflejo en el espejo, no pudo más que camuflar sus ojeras con algo de maquillaje, peinando su pelo suelto en un aire desenfadado.

Lo más probable era que después de lo ocurrido su huésped estuviera de un humor de perros con ella, y no era para menos después del ataque con el que lo hubo obsequiado.

Inspiró profundo y se cuadró de hombros, dándose ánimos antes de salir de su cuarto y encaminarse a la sala de estar, donde un inexpresivo Adrien revisaba las notificaciones de su móvil en el sofá.

«Tiene mejor cara de lo que pensaba...»

La joven se acercó con cautela, abrazándose a sí misma con un deje de nerviosismo.

- Buenos días.- él levantó la mirada con facciones inescrutables, luego regresando la vista a la pantalla del artilugio que sostenía-. ¿Ha-has dormido bien?

El muchacho se humedeció los labios, sonriendo con sarcasmo.

- Depende.- masculló a regañadientes-. Si se entiende por dormir bien a tener que pasar la noche con una bolsa de hielo en los huevos; sí, dormí de puta madre.

Ella suspiró, pasándose los dedos por la cabellera.

- Puede que me pasara un poco, pero igual... No puedes decir que no te avisé.

- Oh, ¿entonces se supone que aún tengo que darte las gracias?

- Adrien...

- Ahórratelo, ¿quieres?- farfulló en una actitud aprensiva, centrándose en sus asuntos-. Ahora, si me disculpas, tengo cosas mejor que hacer.

«Claro, porque estar encerrado en un piso da mucho que hacer...»

Marinette se guardó los comentarios por la paz, dirigiéndose a la cocina para así hacer algo para desayunar. Desde luego últimamente se pasaba más tiempo cocinando que no otra cosa, pero... ¿qué otro entretenimiento tenía?

Apoyó las manos sobre el mármol, resoplando abatida por el largo camino que aún tenía por delante y del cual no sabía cómo iba a subsistir.

Si bien el día anterior pensaba que su convivencia con Adrien estaba mejorando, después del altercado de anoche no lo tenía ya tan claro. Vale, sí, tal vez se había pasado un poco de bestia, pero... ¡Joder, estaba por besarla! Bueno, al menos esa era la percepción que ella tuvo y por la que actuó a la desesperada.

De todas maneras, necesitaba reconducir la situación para no hacer de ese encierro un infierno. Solo durante una semana más, después cada uno recuperaría su vida y adiós problemas.

Estudió lo que tenía a su alrededor, abriendo armarios para sacar varios ingredientes y utensilios que fue poniendo a punto para llevar a cabo una receta de emergencia.

Se dice que a nadie le amarga un dulce, y eso mismo era lo que pensaba hacer. Se dio prisa en prepararlo todo, aprovechando en calentar el horno cuando terminó con las lunas y las colocó sobre papel de cocina.

🔞.Aᴅʀɪɴᴇᴛᴛᴇ.      •ᙓᥒᥴᥱɾɾᥲᑯᥲ ᥴoᥒ ຕɩ ᥱᥒᥱຕɩɠo•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora