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Adrien pasó la noche en el sofá. Después de cómo terminó la velada con su compañera, no se atrevió a acompañarla a su habitación. Carcomiéndose la cabeza por lo que habían estado hablando.

Con aquello quedaba claro que apenas pudo pegar ojo, por lo que al filtrarse los primeros rayos de sol a través de la ventana, se levantó y fue a darse una rápida ducha para desperezarse.

El agua lograba tranquilizarlo un poco, pero no lo suficiente. Terminando con el mismo regusto de boca al salir del cuarto de baño ya ataviado con una nueva vestimenta.

Al cruzar el salón, se sorprendió al escuchar ruidos provenientes de la cocina. Invitándolo a acercarse con pasos cautos, y posteriormente vislumbrando en la isleta a una adormilada Marinette comiendo cereales.

De primeras, no sabía bien si dar media vuelta y volver a la sala de estar. No obstante, sin ganas de parecer un cobarde, decidió avanzar hacia ella en una pose relajada y un semblante sereno.

- Buenos días.- saludó en un tono suave.

La joven continuó degustando su desayuno, sin levantar la mirada para mirar al chico.

- Buenos días.

Su sequedad al hablar demostraba que estaba molesta, y motivos no le faltaban, pero... ¿Cómo enmendarlo?

Adrien se dirigió a la nevera para sacar el bote de zumo de su interior, esbozando una leve sonrisa al disponerse a intervenir de nuevo.

- Estaba pensando en llamar a Nino.- comentó con naturalidad, tomando un vaso de uno de los armarios para servirse con un poco de jugo-. Lleva días sugiriéndome de hacer una videollamada los cuatro, y... Bueno... Creo que sería una buena idea para reunirnos todos aunque sea a distancia... ¿Qué te parece?

Ella se humedeció los labios, sin cambiar de posición.

- Vale.- se encogió de hombros, soltando un suspiro-. Ya me avisarás.

Dejó a medias su desayuno, luego guardándolo en el frigorífico en una actitud evasiva. Entretanto, el muchacho se sentía impotente con esa situación, sin poder quitarle el ojo de encima a la enfurruñada fémina.

Tenía que hacer algo, poner remedio por tal de quitarse esa inquietud de encima. Cuando Marinette fue a abandonar la cocina, él dejó su vaso en el mármol de forma sonora, haciendo que ella se parara en seco y lo viera con discreción.

- ¿Pasa algo?- preguntó ella sin reflejar verdadero interés.

Él la miró directamente, fijándose en cómo la muchacha le rehuía el contacto visual.

- Estás molesta.- aseguró sin dilación-. Oye, lo entiendo, yo... La fastidié al meterme en dónde no me llamaban, pero...- se frotó la nuca con nerviosismo-. No pretendía joder las cosas, yo...

- No tienes por qué darme explicaciones.- lo interrumpió, cruzándose de brazos-. Dijiste lo que pensabas y ya está.

- ¡No es eso!- bufó exasperado, pasándose las manos por la cara mientras la chica lo observaba recelosa-. Es solo que... ¡Maldita sea, no lo entiendo!- apoyó las manos en la isleta, apretando los bordes-. No entiendo cómo puedes defender mínimamente a ese gilipollas, es decir... Tú te desvives por él, ¿y qué es lo que hace? Menospreciarte y dejar escapar a una chica asombrosa.

Aquello tomó con la guardia baja a la azabache, quién abrió ampliamente los ojos denotando incertidumbre al estar atenta a lo que su compañero decía.

- Sinceramente, y por mal que suene, él no te merecía... ¡No merece siquiera que sigas dando la cara por él!- inspiró profundo, encontrándose con los zafiros de su estupefacta anfitriona-. Tú... Te mereces a alguien mejor; a alguien... ¡Que valore cómo eres, joder!

🔞.Aᴅʀɪɴᴇᴛᴛᴇ.      •ᙓᥒᥴᥱɾɾᥲᑯᥲ ᥴoᥒ ຕɩ ᥱᥒᥱຕɩɠo•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora