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Desde luego esa última discusión no había ayudado para nada. Al día siguiente, cuando Adrien y Marinette se cruzaron en la cocina a la hora del desayuno, todo eran miradas aprensivas y silencio.

Ella trataba esquivar pasar cerca suyo por tal de no volver a empezar otra pelea sinsentido, mientras que su compañero se limitaba a comer de su plato en un semblante serio.

La joven tenía claro que él le debía una disculpa. Al fin de cuentas, la mandó al cuerno sin ningún motivo aparente. Sin embargo, pedir perdón no entraba en los planes del muchacho.

Lo mejor era tratarse lo mínimo posible, al menos, eso era lo que él creía como a solución a sus indebidos pensamientos. Aunque una cosa es lo que uno quiere y otra de bien distinta es lo que en realidad ocurre.

Después de terminar con el desayuno, la azabache se dirigió a la sala de estar con la intención de poner un poco de orden en las tareas del hogar. Tomó una escalera del armario de la entrada y la llevó al salón.

Entretanto, Adrien irrumpía en la estancia con una mueca extrañada al vislumbrar a la fémina colocándose delante de una de las ventanas.

- ¿Qué estás haciendo?

Ella ni siquiera se molestó en mirarlo, posicionando bien la escalera cerca de la pared.

- Voy a lavar las cortinas.- enunció con voz cortante, comenzando a subir los escalones.

- ¿Ahora?- inquirió con pesadez, acercándose al sofá y sentándose en él con engorro-. ¿No podrías dejarlo para otro momento?

- No.

De nuevo reinó el silencio. Marinette extendió las manos para sacar las cortinas de las guías, vigilando no caer mientras el rubio la ojeaba con discreción desde su posición.

Era evidente que estaba enfadada, y en parte lamentaba verla así. Sin embargo, se mordió la lengua y revisó su móvil a modo de distracción.

Tenía que buscar algún entretenimiento que le impidiera centrarse en la gremlin de su compañera. Quizás descargarse alguna aplicación que lo distrajera y desviara su atención.

- Mierda...- rechistó la universitaria-. Maldita cortina de los ovarios...

Las quejas de la chica hicieron que el varón dirigiera el foco de sus luceros en su dirección. Tensándose de golpe al ver a la azabache inclinándose y tirando de la tela, produciendo que con sus movimientos el vuelo de su falda se meciera y le otorgara unas claras vistas de sus bragas.

Al principio no reaccionó, permaneciendo estático y tragando grueso; fijándose en sus torneadas piernas y en lo tentador que se veía su trasero. Al atinar hacia adónde le conducía su mente, sacudió la cabeza y puso los ojos en la pantalla de su móvil.

«A ver, ¿qué puedo buscar...?»

Nada de lo que pensaba resultaba alentador en aquella situación, sobre todo al sentir la tentación de volver a mirar hacia ella. Pero no, debía controlarse. Debía imponerse. Debía buscar en el navegador de su artilugio cualquier tontería que sirviera de distracción.

«Rojas. Bragas rojas y con transparencias...»

- ¡No, joder!- exclamó de golpe al ser traicionado por su subconsciente.

Marinette se ladeó a verlo desde lo alto de la escalera, ya con la cortina en las manos.

- ¿Se puede saber qué andas gritando?- preguntó con aborrecimiento-. Cómo me caiga por tu culpa, te doy con la escoba...

«Yo sí que te daría...»

- Agh, ¡se acabó!- farfulló a regañadientes-. Me voy a mear.- comentó al mismo tiempo que se levantaba de su asiento.

🔞.Aᴅʀɪɴᴇᴛᴛᴇ.      •ᙓᥒᥴᥱɾɾᥲᑯᥲ ᥴoᥒ ຕɩ ᥱᥒᥱຕɩɠo•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora