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Pasaron tres días algo raros e incómodos. Si bien el trato entre Adrien y Marinette no había empeorado en comparación al inicio de la cuarentena, tampoco se podía decir que hubiera mejorado.

Tanto por un lado como por el otro habían marcado distancias. Ninguno sin dar el brazo a torcer en esa convivencia, en la cual su relación de compañerismo se podía decir que apenas existía.

Durante una de las noches se desató una fuerte tormenta que no dejaba a la azabache pegar ojo, provocando que diera mil vueltas en el colchón en busca de un descanso que se le resistía.

- ¿Por qué no deja de llover?- se quejó para sí misma, terminando por encender la luz de la mesita de noche y sentándose en la cama-. Maldita sea...

Se llevó las manos a la cabeza, frotándose la cara en un gesto frustrado. Desde que estaba encerrada en el apartamento que ya de por sí le costaba conciliar el sueño, y si a aquello le sumaba ese mal temporal, aún peor pintaba el asunto.

Se cruzó de brazos y acomodó tendida en el lecho, esperando con los ojos bien abiertos si aminoraban los truenos y ese turbio diluvio. Pero no daba la impresión que el panorama fuera a mejorar.

Después de unos minutos la joven se incorporó para ir a buscar algo de beber, no obstante, nada más poner los pies en el suelo, tropezó con el cable de la lámpara, haciendo que ésta cayera al suelo y se rompiera.

- ¡Mierda!- prendió la luz de pared, agachándose para recoger los vidrios y piezas rotas con cuidado.

«En serio, ¿acaso esto puede ponerse peor?»

- ¿Qué ha pasado?

La muchacha se tensó al oír la voz de su compañero, levantando la mirada y vislumbrando su rostro asomarse por la puerta con un semblante somnoliento.

- Nada.- continuó esquiva, concentrada en su labor-. Vete a dormir.

Él no respondió y se retiró sin pronunciarse, dejando de nuevo a la chica a solas en su cuarto.

«Imbécil...»

Estuvo colocando todo sobre la mesita de noche, interrumpiéndose cuando ni pasados dos minutos Adrien reapareció y se agachó a su lado con una bolsa donde comenzó a meter las piezas rotas de la lámpara.

Marinette se lo quedó mirando con ligero asombro e incertidumbre, tratando centrarse en recoger y no en la inesperada reacción que él tuvo.

- ¿Te has hecho daño?- ella pestañeó irresoluta, cruzando su mirada con la del varón-. Ya sabes... ¿Te cortaste o clavaste algún trozo?

- Oh-eh... No, estoy bien.- musitó recelosa-. Me levanté de la cama y... Bueno... Digamos que tiré la lámpara...

- Suerte que Amazon no cierra y puedes pedir otra de recambio.- murmuró con una sonrisa ladina.

La azabache lo estudiaba aún sin comprender muy bien esa forma de ser amable con ella, sobre todo después de los últimos días, en que ambos parecían unos completos desconocidos.

Ella fue metiendo todo en la bolsa a la vez que trataba no bajar la guardia, retirando la atención de su huésped.

- Puedes regresar al sofá, yo ya me encargo de lo que queda...

Adrien la contempló con impotencia e indecisión, apretando los puños a la vez que un trueno se escuchaba proveniente de afuera.

- No me molesta ayudarte.- murmuró en un tono suave-. Al fin de cuentas, tampoco es que pueda dormir muy bien con la tormenta.

Marinette se detuvo para verlo de nuevo a los ojos.

- ¿Tú tampoco puedes dormir?

Él le quitó la bolsa, dejándola sobre la mesita de noche. Luego incorporándose y ofreciendo su mano a la fémina, para que se levantara y sentara a su lado en el lecho.

🔞.Aᴅʀɪɴᴇᴛᴛᴇ.      •ᙓᥒᥴᥱɾɾᥲᑯᥲ ᥴoᥒ ຕɩ ᥱᥒᥱຕɩɠo•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora