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El día transcurrió tranquilo. Aún así, al llegar la tarde, Adrien ya andaba maquinando como distraer a su compañera para poder llevar a cabo su plan. Y es que estar los dos encerrados en un apartamento las 24 horas del día, no permitía tener mucha privacidad.

Él estaba dispuesto a hacer algo especial. De hecho, consiguió dejar a punto parte de lo necesario cuando después del almuerzo Marinette se echó a dormir. No obstante, faltaba terminar lo empezado.

Tal vez lo mejor era pedirle a la joven que se alejara de la cocina hasta nuevo aviso, pero al hacerlo mandaría al cuerno el factor sorpresa. Aunque de no hacerlo, cabía la posibilidad de que lo pillara literalmente con las manos en la masa.

- ¿Estás bien?- preguntó la azabache al varón, ambos sentados el uno al lado del otro en el sofá-. Estás muy serio...

El rubio la miró de refilón, tratando canalizar los nervios con una sonrisa dispersa.

- Sí, esto... Sólo ando pensando en bobadas mías.- se rascó la nuca algo inquieto.

- Oh...- fijó su mirada en el televisor-. En ese caso... No insistiré.

Aquella respuesta le sonó un poco apática, pero él no insistió. Acomodándose mejor en el sofá mientras buscaba una excusa con la que escaquearse y disponer de tiempo suficiente para su propósito.

- Oye... ¿Qué te parece si por hoy yo me encargo de la cena?- ella lo observó con las cejas enarcadas-. Sé que dijimos que en principio las comidas son cosa tuya, pero por un día... Podríamos hacer una excepción.- sonrió coqueto-. Y de mientras, tú aprovechas en descansar un poco y ver alguna película para distraerte.

- Llevo días encerrada, descansar no es un problema.- murmuró perezosa-. Pero si quieres jugar a ser chef, por mí encantada.

- Entonces... ¿Deduzco que eso es un sí?

- Siempre y cuando no incendies la cocina...

Adrien la vio con una expresión afable, inclinándose sobre su rostro para robar un fogoso beso de sus labios. Sujetando su barbilla para impedir que ella se separara.

- Descuida, la dejaré intacta.- se distanció despacio, sosteniéndole la mirada a la vez que se incorporaba.

La muchacha se lo quedó mirando hasta que al cabo de un rato él se retiró por el pasillo. Metiéndose en la cocina y cerrando la puerta a sus espaldas.

«Bien, hora de dar el toque final.»

Se precipitó hacia el horno, sacando la masa que previamente había preparado para colocarla sobre la isleta y cortarla en porciones individuales sobre una bandeja. Posteriormente, localizó el chocolate en uno de los armarios y lo fue repartiendo en cada ración.

Estuvo finiquitando los últimos detalles durante unos diez minutos, al final poniendo al fuego una sartén con aceite. Cuando se hubo calentado, fue colocando uno a uno los beignets, aprovechando la ocasión para sacar de uno de los armarios una camisa negra que había guardado mientras Marinette dormía.

Acto seguido, se despojó rápidamente de la camiseta que llevaba puesta, dejándola en la encimera para proseguir ataviándose con el nuevo atuendo.

¿Quién lo diría? Adrien Agreste alistándose para conquistar a su enemiga; bueno... Antigua enemiga. Y tampoco es que su intención fuera conquistarla, solo quería causarle buena impresión.

Una sonrisa curvó sus labios al pensar en ello, abotonándose la prenda hasta que un olor a quemado se filtró por sus fosas nasales y lo hizo girarse alarmado.

- Oh, mierda...

Su camiseta había quedado cerca del fuego, incendiándose y formando una llamarada.

🔞.Aᴅʀɪɴᴇᴛᴛᴇ.      •ᙓᥒᥴᥱɾɾᥲᑯᥲ ᥴoᥒ ຕɩ ᥱᥒᥱຕɩɠo•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora