Capítulo 10. Camerún contra Brasil.

2.8K 190 5
                                    

Atenas

Después de colgar me agaché junto a Berlín, y le acaricie con cariño.

Sabía que cuando despertara estaría muy enfadado, pero habíamos hecho lo que debíamos.

Fue Denver quien me ayudó a subirlo al sofá, donde empecé a limpiarle la herida con un algodón, aprovechando que todavía seguía inconsciente.

El golpe no lo había matado, pero verlo así, tan vulnerable, hizo que me arrepintiera un poco de lo que habíamos hecho, por muy necesario que fuese.

Estaba claro que no le iba a hacer nada de gracia saber que él ya no estaba al mando. Sólo esperaba que no cometiera ninguna tontería.

-Nairobi.-me giré hacia mi compañera, que todavía seguía ahí, sin decir nada.- ¿Dónde visteis al profesor con la policía?

-En la tele, cariño.-me respondió, mientras se apoyaba en la mesa justo en frente de mí.- Estábamos todos flipando, creíamos que lo habían detenido.

-O peor, que nos había traicionado.-añadi yo, aún sabiendo que era una idea más que descabellada.

- Lo pensé.-me dio la razón.-Pero en el fondo todos sabemos que el profesor nunca haría eso. Nos prometió que nos sacaría de ahí.

- Pero no todo el mundo cumple sus promesas.

Atenas. Hace cinco años.

Caminábamos por la playa como muchas otras veces.

Sabía que Sergio no era muy fan de las mismas, pero siempre hacía todo lo posible por tenerme contenta. Me parecía muy tierno.

- Así que tienes un hermano.-dije, pues acababa de contarme parte de su historia familiar, aunque sin nombres, ni detalles que fueran claves. Como siempre hacía.

- Efectivamente.-me respondió.- Ahora mismo creo que está viviendo en Italia.-añadió, pensativo.

- ¿Y no tienes ganas de verle?

- Muchas.

- Seguro que cualquier día me levanto y ya no estás, y te has ido corriendo a verle.-bromeé, mientras pasaba mis brazos alrededor de su cadera. Me gustaba hacerme la dramática, y sabía que a él también.

Me apretó contra sí, con fuerza.

- Eso nunca va a pasar, ¿me oyes?

La forma en la que lo dijo me hizo reír.

- Si me tengo que ir, te llevaré conmigo, pero nunca te abandonaré.

- ¿Lo prometes?

- Lo prometo.

Y sonreí, ilusa, creyéndome todo lo que me decía. 

Atenas. Actualidad.

Recordar eso no me hizo mucho bien, y Nairobi me lo notó.

- ¿Estás bien?

- Perfectamente.-respondí con una sonrisa, mientras me levantaba en busca de unas vendas para tapar la herida de Berlín.-Puedes irte.-añadí.-Mira como van en la fabricación de los billetes, seguro que te necesitan.-lancé una mirada a Berlín, antes de volver a posar los ojos sobre mi compañera.-Yo me encargaré de que no haga nada que nos perjudique.

Asintió y salió de allí.

Tras vendarle la cabeza, aproveché ese momento de soledad para desahogarme un poco. Aunque intentaba por todos los medios permanecer fría, la situación estaba empezando a superarme.

El mayor robo de la historia  (LCDP: Berlín) [EDITANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora