Capítulo 41. Reencuentros. 🔴

1.4K 131 7
                                    

Siguiendo las indicaciones que nos había dado Lisboa, hicimos todo el camino sin dificultad.

Nos bajamos de la moto cuando creí que nos encontrábamos más o menos a un kilómetro antes de llegar al lugar donde el Profesor se encontraba. La dejamos tirada en unos matorrales.

- ¿Por que no podemos llevarla con nosotros?.-gruñó Denver, recordándome a un niño pequeño que quiere algo que su madre le niega una y otra vez.- ¿Vamos a tener que caminar mucho?

- No seas vago, Denver.-le respondí.- No la podemos llevar con nosotros, porque si tiene un chip transmisor, sabrán donde encontrarnos.

- ¿Y por qué lo iba a tener?

- Ay, Denver, pues no lo sé. Porque igual su dueño se lo puso por si alguna vez se la robaban.-le respondí, mientras empezaba a caminar, adentrándome en un camino de tierra, seguida por él, que tardó unos segundos en ponerse a mi lado.

- ¿Crees que habrán logrado salir?

- Espero que sí.

Mi respuesta estaba llena de miedo, porque así me sentía. Nunca había hecho una huida tan descuidada. Y en el fondo no creía que la policía fuera tan tonta como para que una banda de ladrones se escapara delante de sus narices. Aunque tal vez me equivocara.

Caminamos en silencio, hasta que encontramos una especie de almacén abandonado.

- ¿Crees que es aquí?.-me preguntó, en un susurro.

- Sólo hay un modo de comprobarlo.-respondí, mientras cogía el arma y empezaba a avanzar hacia el interior.

- ¿Cómo? ¿Vamos a entrar así sin más?

- Efectivamente, Denver, vamos.

Me siguió a regañadientes, cagándose en mi por lo bajo, algo que me hizo sonreír.

El interior estaba frío, y había una humedad que se metía en los huesos. Sacudí la cabeza tratando de eliminar esa sensación de malestar que había empezado a experimentar.

En lo que parecía ser la planta baja no había absolutamente nada, por lo que al ver unas escaleras, supe que teníamos que ir por ahí.

- Vamos Denver.-le dije, mientras empezaba a subir.

El dolor de la espalda se hizo más intenso con esos movimientos, al tener que estirar y encoger los brazos continuamente, para impulsarme hacia arriba. Cuando llegué al final, me faltaba el aliento.

- Como sigas haciendo todos estos esfuerzos, la espalda nunca te va a curar.

- Gracias, doctor.-le respondí, cuando llegó junto a mí, antes de darle la espalda, mientras caminaba por el pasillo.

Llegamos entonces a otras escaleras. Suspiré. Esperaba que fueran las últimas, y que realmente estuviéramos yendo por el camino correcto.

Le hice una señal a Denver para que a partir de ese momento no dijera ni una sola palabra.

Subimos esas escaleras y empezamos a caminar en completo silencio. Era consciente de que el eco de nuestros pasos resonaban por toda la superficie, solo esperaba que Alicia Sierra estuviera lo suficientemente concentrada como para no enterarse.

Fue justo ese el momento en el que escuché una voz. Era Marsella.

- Profesor, ¿estarán bien?

- No lo sé, Marsella.-respondió Sergio, con un deje de duda en su voz. Supe antes de verle que, muy probablemente, estaría haciendo unas de sus habituales figuritas de papel, para calmar su ansiedad.

El mayor robo de la historia  (LCDP: Berlín) [EDITANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora