Capítulo 36. A simple vista. 🔴

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Abrí los ojos cuando sentí que alguien me sacudía el hombro. Me encontré con el rostro de Berlín a pocos centímetros del mío. 

- "Berlín, he dormido 15 horas, no creo que pueda dormir más".-dijo, haciendo burla de lo que le  había dicho horas antes.- Deberías haber dicho "Berlín, lo siento, no quiero dormir contigo". 

Solté un gruñido mientras intentaba levantarme. El dolor que atravesó mi espalda de arriba a abajo hizo que cayera de nuevo sobre el sofá. Miré a Berlín, asustada, pero este me tranquilizó. 

- Tranquila, preciosa, se te estará pasando el efecto de la morfina, el médico nos lo advirtió. Te pondré más. 

Caminó hacia el botiquín que había encima de la mesa, y que no sabía en que momento había aparecido, y dejé que me levantara la manga para clavar un aguja sobre mi brazo. 

- En un par de minutos deberías encontrarte mejor.-me explicó.- No te he puesto demasiada, tampoco queremos que andes medio grogui, no creo que estuvieras muy atractiva. Ya tenemos suficiente con verte la cara cuando estás normal. 

E dici di essere innamorato di me?.-pregunté, con el ceño fruncido. 

Se rió. 

- Estoy enamorado de ti, lo que no quiere decir que no sea sincero. 

- Eres un imbécil, Berlín. 

- Todo se pega.-susurró. 

Menudo despertar. Pasados los minutos que Berlín había dicho, fui quien de levantarme del sofá sin dificultad. 

- ¿Me devuelves mi arma?.-preguntó cuando me acerqué a él, que había caminado hasta la puerta, para salir de allí. 

- No hasta que yo tenga una.-respondí, pasando por delante de él y saliendo al pasillo de primera. 

Me siguió a regañadientes. 

Cuando pasamos por delante de la biblioteca para ver como iba todo y nuestra mirada se cruzó con la de Denver, Berlín pasó una mano alrededor de mi cintura con rapidez. Lo miré de reojo pero no dije nada. Cuando se ponía en ese modo no lo soportaba. 

- Avisad a Manila y a Matías, que vigilen ellos a los rehenes.-les pedí.- Creo que la llamada del Profesor está al caer, y sería bueno que estuviéramos todos reunidos.-ambos asintieron. 

Cuando desaparecimos, el brazo de Berlín me soltó. 

- ¿Qué pasa? ¿Sólo me quieres cuando hay gente?.-le pregunté. 

- Nada de eso. Simplemente quiero que sepan de quien eres. 

- ¿De quien soy? 

- Mía. 

Ahí estaba el Berlín posesivo que tan poco me gustaba. No pude evitar poner los ojos en blanco antes de responder. 

Berlino, sei un possessivo...-hizo una mueca al oir como pronunciaba su nombre en italiano, sabía que eso le fastidiaba.-Cambia, evolvi, sei stato bloccato in un'altra era.

- Si tan posesivo soy...¿por que sales conmigo? 

- Veamos...-fingí que pensaba la respuesta.- ¿Por que una no decide de quien se enamora? Pero no te preocupes, tenemos tiempo para cambiarte. 

- No tanto como crees.-su tono de voz fue triste, sin esperanza. Fue la primera vez que lo vi así. 

- El suficiente.-respondí, parándome para besarle suavemente.- Pero ahora no pensemos en eso, tenemos muchas cosas que hacer. 

El mayor robo de la historia  (LCDP: Berlín) [EDITANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora