Capítulo 47. Katar. 🔴

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Cinco meses después. 

Un llanto rasgó el silencio de la noche. Abrí los ojos al instante, y me levanté de un salto, yendo hacia la cama de donde procedían los lloros. Una niña de grandes ojos marrones, ahora cerrados, no hacía más que llorar. 

La cogí con cariño, y salí de la habitación lo más rápido que pude. Me alejé de la casa, paseando por la playa, a medida que se iba calmando. 

- Tienes que entender que no te puedes despertar así, cariño mío.-le iba diciendo, mientras ella dejaba de llorar y abría sus ojos para mirarme con fijeza.- Papá necesita descansar.-susurré en su oído, al acercarla más a mí.- Y si lloras y lo despiertas, no descansará, y el tratamiento no funcionará, y créeme, necesitamos que funcione. 

Cuando llegué al final de la playa y di la vuelta, vi la silueta de una persona venir corriendo directamente hacia nosotras. Dado que había empezado a amanecer, a medida que se acercaba pude distinguir a un niño, de unos diez u once años. 

Llegó hasta nosotras y se paró, cogiendo aire, mientras me tendía un sobre. Lo cogí, y tan pronto lo hice, el niño se fue. No me hizo falta abrirlo para saber de quien era. Sergio. 

Me senté en la arena con cuidado, y dejé a la pequeña, dormida de nuevo, sobre mis piernas. Con las manos abrí el sobre. En su interior había una carta, y sólo cuatro palabras escritas: 

La band si incontra

La banda se reunía. Sonreí. Por fin nos íbamos a ver. 

- Me parece, pequeñita.-dije, mientras me levantaba con cuidado.- Que es el momento de que conozcas al resto de tu familia. 

Entré de nuevo en la casa, y dejé a la pequeña sobre las mantas de su cuna, ya que el sol ya había salido y, aunque era muy temprano, la temperatura había empezado a aumentar. Me tumbé de nuevo sobre la cama, justo en el instante en el que un movimiento al otro lado de la misma me hizo saber que Berlín estaba despierto. 

No giró su cuerpo, pero si su cuello, para así poder mirarme. Yo, en cambio, me puse de costado y me pegué a él. 

- ¿Cómo has dormido?.-le pregunté, mientras le acariciaba la cara con cuidado. 

- Eso te lo tendría que preguntar yo a ti.-respondió, haciendo referencia a la pequeña, que despertaba muchas veces por la noche. 

- Yo estoy bien.

Estaba cansada. Era una vida agotadora. Pero estaba feliz. 

Día tras día veía como Berlín iba mejorando, recuperando el aspecto de hace varios años. 

Vi como se levantaba y se quitaba los cables conectados a su brazo. 

Sabía que era un proceso doloroso, pero necesario. Había removido cielo y tierra, y pagado grandes cantidades de dinero, sólo para encontrar al médico que pudiera salvar a Berlín y parecía ser que, al fin, lo había encontrado. 

Cuando inició el tratamiento no estaba segura de que fuera a funcionar, él ni si quiera quería intentarlo. Le obligué. Me negaba a perderle, y más, con una hija a punto de nacer. Por suerte, al final, todo salió bien, y dentro de poco ya no tendría que dormir más pegado a esa máquina que, todas las noches, le ayudaba a mantener su enfermedad a raya. 

Volvió del baño con mejor aspecto que el que tenía al levantarse, y se dejó caer encima de mí, apoyando su cabeza en mi pecho. Pasé mis dedos por su pelo, acariciándolo con cariño. 

- Ha llegado una carta de Sergio.-dije entonces, haciendo que levantara levemente la cabeza.- No son malas noticias.-me apresuré a aclarar.- O eso creo. Dice que la banda se reúne. 

El mayor robo de la historia  (LCDP: Berlín) [EDITANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora