Capítulo 37. Traspasando los límites. 🔴

1.3K 130 10
                                    

- ¿Qué te pasa a ti?.-me preguntó una vez se hubo sentado. 

Con Denver nunca había mantenido una relación estrecha. No tenía la misma confianza que tenía con, por ejemplo, Nairobi. Sin embargo, algo me hacía confiar en él. Tal vez su alegría, su forma de ser, no sé. 

- Si te soy sincera, estoy un poco agobiada.-respondí.- Este plan del Profesor no es nada preciso. No hay nada seguro. Las cosas se pueden alterar en una décima de segundo. No hay tranquilidad.-me quedé callada unos segundos antes de continuar.- Entré a robar la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre y este Banco con los ojos cerrados, confiando ciegamente en el Profesor, porque sabía que detrás de sus órdenes había muchos años de estudio. ¿Pero con este plan de escape? No sé yo...

Vi en su rostro que había conseguido pasarle parte de mi agonía, por lo que me apresuré a añadir. 

- Pero vamos, que no te preocupes, Denver, saldremos de aquí. Y pronto estaremos de nuevo disfrutando de una vida de millonarios. La vida que nos merecemos. 

Sonrió sin ganas, algo raro en él. 

- ¿A ti que te pasa?.-le pregunté entonces. 

- Creo que Estocolmo ya no me quiere. 

- No digas tonterías Denver, ¿como no te va a querer? ¿Quién no te va a querer a ti?

- Es que no sé, Atenas. Se enfadó conmigo por lo del Maserati y el Seiscientos. 

Fruncí el ceño y lo miré sin entender nada. ¿Qué tenían que ver los coches con una discusión de pareja? Dejé que siguiera hablando. 

- Y ahora dice que ya no me quiere ver.-dijo, como si le costara aguantar las lágrimas. 

Me acerqué a él un poco más, y apoyé mi mano en su hombro. 

- Es la presión del atraco, Denver. Seguro que cuando salgamos de aquí todo se solucionará, y pronto estaréis los tres felices. Con Cincinnati. 

Sonrió al escuchar el nombre de este último, mientras se levantaba de la mesa, cosa que hice yo también.

- Y si no, ya sabes que en mi isla de atracadora millonaria siempre tendrás un hueco.-dije, antes de abrazarlo. 

- Lo sé.-susurró en mi oído al corresponder a mi abrazo. 

Apoyó su cabeza en mi hombro, y yo pasé mis manos entre su pelo, consolándolo, pues acababa de sentir como empezaba a llorar. 

Fue ese el momento en el que alguien abrió la puerta inesperadamente, haciendo que nos separáramos para girarnos. 

Vaya. 

De puta madre. 

Berlín. 

Nos miró al principio con enfado, y luego con completa indiferencia. No sé porque había entrado, pero fuera por lo que fuera, salió cerrando la puerta con un sonoro portazo. 

Puse los ojos en blanco. Esta vez no tenía pensado ir tras él. 

- Lo siento.-dijo entonces Denver. 

- ¿Estás tonto, Denver? No pidas perdón por esto. Non è colpa tua se sono geloso.

- ¿Problemas en el paraíso? 

- Lo nuestro nunca ha sido el paraíso.-respondí con una triste sonrisa.- Pero ya se le pasará.-dije, mientras caminaba hasta la puerta.- Voy a ayudar a llenar los sacos, ¿vienes? 

- Por supuesto.-respondió, antes de llegar hasta mí, pasando un brazo alrededor de mis hombros. 

Así, juntos, caminamos hasta el ascensor, sin cruzarnos con nadie. Entre risas y bromas, me hizo olvidar el comportamiento de Berlín. Me hizo olvidar el plan de Sergio. 

El mayor robo de la historia  (LCDP: Berlín) [EDITANDO] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora