Planes a largo plazo

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Aún mantenía aquel trapo sobre sus ojos, desde hace rato que había perdido el calor con el que había empezado pero a pesar de eso no quiso retirarlo, solo lo dejó en su lugar. Hacía ya varías horas que Rin se había ido a su habitación a descansar por orden de su señor, que le dijo que no era ningún inútil y con una risita ella se retiró dejando solo al demonio. El mismo volvió a meter el trapo en el agua para después ponerlo en sus ojos.

Al principio pensaba que era un poco obsoleto aquél método debido a que su rapidez para curarse le aseguraba que en poco se recuperaría, pero debido a la insistencia de la humana, la dejó que hiciera lo necesario, al final se dejó cuidar por ella. Ahora estaba ahí recostado pensando en lo que había pasado el día anterior. Sintió un escalofrió a su cuerpo debido a efectos que aún tenía el veneno de la araña en él.

Comenzó a recordar con detalle la batalla en la que fue ayudado por sus súbditos y una alegre humana. ¿Era aquello propio de el? Dejar que ellos se encargaran de SUS problemas.

-¡Oh, si! Claro que si nos concierne... Miré como está no puede moverse, además de que usted dejó entrar a esa mujer. Le guste o no, defenderemos el palacio junto con usted.-Le espetó Rin con gran valentía en sus palabras mientras el demonio guardaba silencio, como si le concediera la razón.

Ya había dejado de regañarse por todo aquello, aunque aún tenía su mente muy agitada como para apartarla tan rápido de todo aquel embrollo que se había ocasionado en su palacio. Cansado ya de estar recostado se incorporó sin importarle como la gasa caía de su rostro, abrió los ojos...

Oscuridad

Parecía que aún no recobraba la vista, bufó. Sentado en la orilla del futón puso sus manos a sus lados, y fue cuando notó algo.

Estaba oscuro, si. Pero podía distinguir su mano, eso era un gran progreso, giró su cabeza hacía la ventana. Caminó hacía ella y con gran libertad abrió las cortinas dejando entrar los rayos matutinos del sol, aquella luz cayó en sus ojos, y los entrecerró debido a la molestia que le ocasionaban. Ya veía, aunque por tanto tiempo sin ver el sol le molestaba. Regresó la vista a su habitación, parpadeó un par de veces y esperó a que sus ojos se acostumbraran. Sin duda sintió un gran alivio que había recobrado la vista.

Rin tenía razón, aquél remedio resultó muy efectivo. Al posarse en ese nombre llevó su mirada hacía el costado de su futón donde sobre la mesita de madera descansaban dos cuchillas ensangrentadas pertenecientes a la muchacha pero bastante deshechas, el efecto de Bakusaiga también habían afectado sus armas, sintió una molestia al recordar que aquellas cosas habían sido un regalo de su familia. Pero no le prestó atención a esto, buscó a ambas Katanas con la mirada localizándolas en un rincón de la habitación.

Viéndolas en buen estado, decidió que ya era hora de salir de aquellas cuatro extensas paredes que lo mantenían alejado. Abrió la puerta y de nuevo sintió un ardor en sus ojos al toparse nuevamente con el astro sol, se llevó una mano para amortiguar el brillo que lo calaba, no tardo mucho en acostumbrarse, y ya se encontraba caminando por entre los pasillos. Durante su camino abajo te topó con varias miradas curiosas que lo miraban fijamente. No presto atención a esto...

Cuando iba camino al comedor un sonido llamó su atención. Levantó una oreja como lo hace un gato al escuchar el correteo de un ratón. Era un sonido agudo, pero que llevaba un ritmo lento, no era como el del viento. Giró su cabeza al final del pasillo en dirección a donde venía aquél sonido, dejó su hora de desayunar a un lado cuando giró sobre sus talones y fue camino a descubrir que era aquel ruido que lo estaba distrayendo.

Cada vez lo escuchaba más fuerte, y se daba cuenta de que era una especie de melodía ¿melodía? No tardó mucho en deducir que se trataba de una flauta, alguien estaba tocando una flauta. Esto lo extraño debido a que era la primera vez que escuchaba una melodía así y desde hace muchisimo tiempo que nadie interpretaba algo dentro de su palacio. Trató de deducir quien era, cuando el aroma de alguien lo desconcertó, sabía perfectamente de quien se trataba. Frunció el ceño molesto y apretó el paso hacía el patio del ala sur. De pronto observó como por entre los árboles rebosantes de hojas se podía distinguir dos figuras.

Estaciones de una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora