Drabbles

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Oyuki se encontraba en el típico claro de siempre observando como la madrugada comenzaba a transformarse en el mañana. Se abrigó un poco más, no era que tuviese frío pero sentía una fuerte presión en el corazón, extrañaba a sus pequeños hijos, a su marido y a la gente del palacio. Nunca se había separado tanto de ellos pero sabía que estarían bien, volvió la vista hacía la cabaña donde su pequeña Rin aún descansaba con los demás. Se había levantando solo para poder sentirse más libre ante el mundo, más vulnerable, más en paz y tranquilidad, en armonía con su entorno. Recordó sus tiempos cuando era una conocida ladrona, a sus trece años ya solía asaltar las tiendas del pueblo en busca de comida. Su familia la reprendía siempre de eso, pero ella no entendía, eran pobres, ninguno de sus hermanos menores habían sobrevivido, ella fue la única que quedó. Sus padres eran de grandes corazones pero de bolsillo pequeño, ella solo quería sobrevivir, reír y conocer el mundo. Eran épocas difíciles cuando ella nació pero por algo ella estaba ahí.

Cuando cumplió 523 años en una trifulca de ebrios youkais, se abrió camino como astuta zorra mágica y alcanzó a llevarse todo el dinero de los pobres demonios que solo peleaban por un sorbo más de alcohol. No logró llegar lejos, una cuadrilla de soldados llegaron a la escena, estaba casi segura de que no la habían visto, a excepción por un soldado que la alcanzó a ver que salía sin hacer ningún ruido, no dio aviso a sus superiores y la siguió. Era un joven soldado de la misma naturaleza que ella, a excepción de que él era un zorro de pelaje dorado y ojos azules, sus orejas dieron aviso de que se encontraba cerca su presa. Creyendo que era un varón, cuando estaba a punto de tirarle una flecha a Oyuki, ella alcanzó a girarse y en ese momento... Cayó en la trampa más sucia puesta para alguien que solo vivía de lo ajeno. Le habían robado, le robaron el corazón.

Aquél soldado que no tuvo el corazón de arrestarla, varios años después se transformó en su esposo.

-Dejaras de hurtar.

-¿Y quién lo va a evitar?.-Decía retadora, no estaba para que nadie le diera ordenes aunque fuese el hombre al que amaba.

-Porque yo te daré todo.-Le dijo Carionte. Ella se sonrojo de sobremanera. ¿Todo?

-Haré lo que sea por que seas feliz, te daré mi corazón, cuerpo, alma... Y ya no tendrás que buscar tu felicidad en nadie más, solo me necesitaras a mi.

Oyuki no respondió, nadie así le había hablado, con tanta firmeza en su mirada azul.

-Carionte...

Un beso fue lo que selló el trato, tras un tiempo y una herida de guerra Carionte dejó el ejército y se encargó de los hijos, Oyuki no permitiría que terminarán como lo fue su familia, por eso se unió al trabajo del palacio del gran Daiyoukai. Ahora se miraba ahí sentada, su vida no había comenzado de la mejor manera, pero ahora no podía sentirse más satisfecha.

Un ruido la hizo salir de su ensoñación, observó unos arbustos moverse y frunció el ceño, pero enseguida relajó la mirada al ver que esos arbustos ¿tenían cola?...

-¿Shippo?.-Preguntó ella, la cola se paralizó en ese instante, parecía que el pelaje se le frunció del susto, un pequeño niño salió por entre las ramas.

-B-buenos días Oyuki.-Dijo saliendo del arbusto con varias ramas enredadas en su cabello. Oyuki lo miró sonriente.

-¿Qué haces ahí?

-Ammm pues yo... Solo estaba por aquí, tu sabes, entrenando.-Decía nervioso.

-¿Me tienes miedo?

El pequeño se paralizó en ese instante.

-¿Y-yo?.-Tartamudeaba, Oyuki ya había notado que desde su llegada el pequeño kitsune casi no le hablaba, pero la miraba constantemente.

-¡No, pero que cosas dices!.-Esto no parecía convencer a la kitsune, quien se levantó y caminó hasta el niño el cual solo se quedo paralizado en el mismo lugar. Lo miró seriamente y tras unos segundos lo tomó en brazos, regresó al lugar donde estaba y se sentó con el en sus piernas.

Estaciones de una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora