CAPÍTULO 23

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En un rincón de su cerebro le quedaba suficiente cordura para darse cuenta de que estaba parado al borde de un abismo.

                                       Isabel Allende, «La casa de los espíritus»

Quedé temblando dentro de mi placar abrazada a mis rodillas. Masajeaba por momentos mi cuello horrorizada ante tanta locura.

No sé en qué momento me habré quedado dormida, pero con las primeras luces del alba salí entumecida de aquel mueble cuando sonó el despertador.

Llegué al lago Lincoln con la cabeza a punto de estallar, envuelta en un torbellino de imágenes que por momentos me enloquecían, al entrecruzarse con voces que provenían de todos lados y que no me dejaban pensar con claridad. En ese estado de aturdimiento caminé hasta el extremo del muelle, y al mirar el reflejo de mi rostro en el lago retrocedí casi instintivamente al percibir una fuerza que me succionaba hacia las profundidades.

A las siete en punto, Peter apareció a lo lejos, cabizbajo y caminando a paso lento. Me dio la sensación de que no avanzaba, a pesar de que lo veía caminar hacia mí. El corazón me latía cada vez más rápido.

Cuando estuvo frente a mí, vi sus ojos llenos de lágrimas y presentí la peor de las verdades.

Aún hoy no puedo entender lo que me ocurrió.

Sin esperar a que me dijera nada, y convencida de que iba a mentirme, me abalancé sobre él y lo agarré del cuello, propinándole una seguidilla de golpes de puño y patadas.

— ¿¡Que hicieron con Jack?! ¡Lo van a pagar hijos de puta! —gritaba frenética, mientras continuaba golpeándolo.

Un certero cachetazo de Peter me hizo trastabillar. No caí al lago solo porque él me sostuvo.

— ¡Por Dios! ¡Cálmate! ¡Dame la oportunidad de que te cuente mi verdad!

Entré en estado de estupor. Mis emociones me habían jugado una mala pasada. Me di cuenta de que en mi desesperación por encontrar la verdad había dictado una sentencia condenatoria de antemano.

—Solo dime donde está Jack y...si aún sigue con vida.

—Mira Alexia, lo que quería decirte... — y la vibración de su móvil lo interrumpió.

Su rostro mudó en un gesto de pánico y su actitud dio un vuelco de ciento ochenta grados. Nervioso, intentó tapar la pantalla... pero ya era tarde. Yo había visto que el mensaje recibido era de Nick.

—Alexia discúlpame, tengo un asunto muy importante que solucionar... hablamos en otro momento. Debo irme urgente— y salió casi corriendo sin darme tiempo a nada.

Decidí ir detrás de él. Iba tan concentrado contestando mensajes que no se percató de que lo estaba siguiendo.

Faltando escasos metros para llegar a la preparatoria, tal y como lo sospeché se encontró con Nick, quien comenzó a gesticular como si estuviese regañándolo.

Mientras observaba esa escena, decenas de interrogantes asaltaban mi mente. Nada quedaba fuera de las posibilidades más atroces: un homicidio, una venganza, una broma que se les escapó de las manos, drogas, deudas... hasta un suicidio inducido.

Luego me obligué a ponerme en la vereda del frente y me pregunté por primera vez cuánto conocía en realidad a Jack. ¿Lo suficiente como para poder asegurar que no estaba metido en un tema de narcotráfico, una secta o hasta una red de trata de personas? La duda comenzaba a calar hondo. ¿Hasta qué punto conocemos a los que creemos conocer? Demasiados interrogantes y ninguna respuesta. Me desesperaba estar perdida en esta nebulosa.

El Maestro Del Juego(completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora