CAPITULO 6

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Cuando llegan las penas, no llegan como espías solitarios, sino en batallones.

                                                                                                     William Shakespeare

— Buenas noches, soy el inspector Martínez, y él es el Dr. Díaz, nuestro médico forense — y señaló con la cabeza a un hombre calvo y de baja estatura que se colocaba unos guantes de látex—. ¿Podrían acompañarnos a la habitación? Necesito hacerles algunas preguntas.

Me sorprendí al ver al «Dr. Carlos»: el padre de María, mi amiga y compañera en la academia de baile y canto. Entendí sin palabras su mirada esquiva y su saludo distante. Debía encontrar el momento adecuado para acercarme a él sin comprometerlo en su trabajo.

Mientras era interrogada, mis sentidos se mantuvieron alerta a todo lo que acontecía a mí alrededor: el fotógrafo de la policía capturaba con un potente flash el charco de sangre y las huellas que la policía científica iba indicándole; el forense recogía con una pinza lo que parecían ser algunos cabellos, al tiempo que otro uniformado, pincel en mano tomaba huellas dactilares en todo el lugar.

En determinado momento, un policía se acercó al inspector y le dijo algo inaudible al oído que lo obligó a salir presuroso de la habitación.

En ese momento reaccioné y dejé de ser una mera espectadora. Caí en la cuenta de que cada minuto contaba: debía encontrar cualquier detalle por más insignificante que pudiera parecer, cualquier pista que pudiera echar algo de luz entre tanta oscuridad. No habría momento mejor que ese para acercarme a Carlos, para obtener toda la información que fuera posible.

— Discúlpame Carlos, ¿podría consultarte solo un par de dudas? — y me arrodille a su lado con mi móvil.

— Si son solo un par, no hay problema Alexia...entenderás que debo continuar con mi trabajo.

— Sí, sí, no quiero comprometerte, solo será un minuto. ¿Será posible saber a simple vista la antigüedad de esto? —y le mostré la foto del tatuaje de Jack.

—Déjeme ver...—y amplió aún más la imagen de la pantalla y agregó— Podría decir que tiene unos 3 o 4 días, no más. Al volverme a mirar, debe haber notado en mí un gesto dubitativo, quizás por eso su aclaración:

—No te guíes por el aspecto de la piel... no significa que haya sido tatuado hace pocas horas. Lo que notas enrojecido e inflamado es un principio de infección. ¿Puedes ver que el contorno ha comenzado a supurar un poco de pus?

Asentí, mientras observaba a policías y forenses yendo y viniendo por la habitación, y a los infaltables curiosos que asomaban sus narices para saciar su morbosidad cada vez que la puerta se abría.

La buena predisposición de Carlos me dio la suficiente confianza como para continuar indagando: necesitaba corroborar si las dudas que me habían asaltado desde un primer momento tenían o no un asidero científico. Era consciente que debía ser certera con mis preguntas.

—Carlos, francamente sospecho que algo malo pudo haberle pasado a mi amigo Jack. No he tenido noticias de él desde ayer y su novia encontró su dije favorito ahí —y le señalé el charco de sangre.

—El hijo de Susan... — murmuró, mientras recogía con una especie de hisopo, una muestra de lo que parecía ser sangre en la pared. Volver a fijar la vista en esa frase tan dramática, me hizo dudar por una milésima de segundo que mi amigo hubiera cometido una locura. Pero rápidamente deseché ese pensamiento.

—Carlos, en base a tu experiencia... ¿sería posible que todo esto fuese un escenario montado para hacernos creer que hubo un intento de suicidio? — Con la mirada señalé la frase escrita en la pared —. En concreto quisiera saber si a través de los rastros de sangre y huellas en el suelo, ustedes podrían determinar si a Jack lo lastimaron y lo sacaron por la fuerza de esta habitación...

—Bueno, a decir verdad, es difícil determinar eso; pero no imposible. Habría que analizar si hay huellas de varios calzados, rastros de cabello de más de una persona, etc. Pero ten en cuenta que en el supuesto que planteas, debería haber uno o varios involucrados que tengan una superioridad física importante para doblegar a tu amigo: ya sea para llevarlo por la fuerza, o bien para drogarlo y luego manipular su cuerpo... o sino...—

— ¿O sino que?

—Quizás podrían haberlo obligado a salir de la habitación con algún tipo de extorsión o amenaza dirigida a él o a algún ser querido...pero es poco probable — y sacudió su mano como desechando su primer razonamiento —. Mira Alexia, debo continuar con mi trabajo, pero déjame decirte algo: es difícil engañar a los peritos y a la policía. Por supuesto que todo depende de la minuciosidad y responsabilidad de quienes están al frente de la investigación...bueno...como en todos los ámbitos y profesiones...— explicó mientras se sacaba los guantes.

— ¿Pero ustedes podrían caer en un error si una o varias personas hubiesen tenido varias horas y la ayuda necesaria para montar una escena perfecta? — insistí.

— ¿Caer en un error? Claro que es posible: no somos Dios, pero actuamos con buena fe y responsabilidad — Asentó su mano sobre mi hombro —. Esperemos el resultado del laboratorio: tenemos para analizar muestras de cabello y sangre, además de todas las huellas que hay en el lugar. No te adelantes a sacar conjeturas... estoy casi seguro que tu amigo debe andar por ahí sin batería en su celular o quizás decidió desconectarse de todos para tener unas horas de soledad... quién sabe. Y si así no fuera, quédate tranquila: las «escenas del crimen» hablan por sí solas — y me dio unas leves palmaditas en la espalda dando así por terminada la charla.

Escuchar de la boca de Carlos la frase «escena del crimen» me sacudió con una fuerza brutal. La posibilidad de que mi amigo estuviera muerto, hacía que todo mi mundo se desmoronara en pedazos.

Al abrir la puerta del dormitorio, el flash de una cámara me cegó por completo y un bullicio ensordecedor me sacudió: nuestros compañeros del instituto, médicos, policías, vecinos del barrio, padres y los primeros reporteros ávidos por ganar la primicia de una posible nueva tragedia acaparaban todo el pasillo. Quedé paralizada frente a la multitud, con la sensación de estar ante una avalancha de nieve a punto de arrastrarme con su furibunda inercia.

Sin mediar palabra, Noah me tomó de la mano y comenzó a abrirse paso entre el gentío, apelando por momentos a empujones y codazos.

Cuando al fin llegamos al jardín, una inmensa luna iluminaba el lugar. Recién en ese momento me permití quitarme la armadura y quedar al desnudo, en carne viva, con toda mi angustia a flor de piel.

Inspiré una bocanada de aire, me desmoroné y comencé a llorar. Noah se arrodilló frente a mí y me dio el abrazo más profundo y sentido que recuerdo haber recibido en mi vida.

« ¿Cómo puede ser que no lo conozca y que me transmita esta paz tan inmensa?», recuerdo haber pensado con mi cabeza recostada sobre su hombro.

Mis sollozos se fueron apagando, para dar paso a un suspiro largo y sanador.

— ¿Sabes qué Noah? No me perdono no haber estado más cerca de Jack...

—No te adelantes a pensar cosas malas — me sugirió con voz serena y firme a la vez.

Suspiré tratando de internalizar lo que me decía y de recobrar algo de paz, aunque fuese por un instante.

Me envolvió con sus brazos y me calzó su campera sobre los hombros. No sé si temblaba por el frio, los nervios, la angustia, la culpa o todo a la vez. Lo único que sé, es que en aquel momento me sentí protegida y cuidada como nunca antes.

De repente, recordé algo que en su momento pasó desapercibido; pero cobraba una importancia única: la mochila de Jack.

Sí, su mochila. Estaba guardada en mi casillero.


El Maestro Del Juego(completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora