CAPITULO 24

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Podrías agitar las estrellas. Podrías hacer cualquier cosa, si solo te atreves. Y en el fondo, tú también lo sabes, y eso es lo que más te asusta.

                                                                    Sarah J. Maas. «Trono de Cristal»

Noah estaba absorto, parecía no querer perderse detalle del interior: un gran círculo de fuego con gente alrededor, y dentro un triángulo con el símbolo del infinito trazado con piedras negras.

Por detrás de esa figura y sobre un altar, se alzaban dos velas de grandes dimensiones coronadas por dos temibles cabezas, idénticas y negras, que solo puedo identificar como las imágenes del diablo corporizado. Impresionaba observar la cera negra y derretida cayendo como lava volcánica sobre el blanco mantel del altar.

Lo más escalofriante era quién presidia la ceremonia: alguien, hombre o mujer, no podía saberlo, con una máscara de cabeza de lobo con cuernos, con sus manos cubiertas por guantes que superaban la altura de sus codos y una capa roja con un imponente cuello alto y abierto que le cubría ampliamente la nuca.

Me sentí presa del pánico y dispuesta a escapar de allí inmediatamente, pero sabía no me lo perdonaría jamás.

— ¿¡Que malditos y pervertidos rayos es todo esto?!

— El ritual de una secta —me contestó sin dudar.

— ¿Quéeeeeeeeee?

— ¡Shhhhhhhhhh! ¡Baja la voz! ¡Puede ser mortal para nosotros que nos descubran!—

¡Entonces el líder con la cabeza de lobo vendría a ser Bafet, el que vimos en la carpeta de Jack y en el mural de este galpón!

En ese instante resonó en mi cabeza la advertencia del viejo del cementerio sobre no acercarnos a ese lugar y menos en noches de luna llena. «Por qué rayos no le habré hecho caso», me reproché.

Miré otra vez el interior del galpón. Conté treinta y dos personas con túnicas rojas y antifaces negros alrededor del gran círculo de fuego; cada uno sosteniendo una espada. Otra persona con los ojos vendados estaba separada del grupo, justo delante del improvisado altar.

Reinaba un silencio casi sepulcral. De pronto, emergió la voz amplificada y deformada del personaje con máscara de cabeza de lobo cornudo que se alzaba imponente tras el altar:

— Hermano aspirante, aquí, ante todos nosotros, ¿promete por su honor no revelar nada de lo que contemplará esta noche?

— Sí, lo prometo por mi honor.

A continuación, el enmascarado llamó con un gesto a una persona ubicada a su diestra. Ésta, vestida con una casulla negra, como un monje medieval, y su rostro embozado; le entregó un báculo madera con un cuerno retorcido en su parte superior y tomó ubicación al lado del «aspirante».

— Hermana, ayúdelo a quitarse la venda de los ojos. Ya ha terminado la fase de contemplación.

Miré hacia el altar. Podía verse un libro marrón que parecía antiguo, un cáliz dorado con forma de calavera, una daga y las dos velas de diablo negras que continuaban ardiendo. De fondo, un descomunal telón rojo con un triángulo de metal con el símbolo del infinito adentro y un esqueleto de una cabeza de lobo con sus fauces abiertas.

— Hermano aspirante, ¿Está aquí por su propia voluntad? — interrogó otra vez el o la líder.

— Sí, estoy aquí por mi propia voluntad —

— ¡Permitamos entonces que realice su primer viaje!— exclamó mirando a todos mientras abría el libro.

— Antes de comenzar, repitan nuestro juramento: « Ante el símbolo del dios de la luz, juro no develar ningún de los secretos de los que me serán revelados, cumpliré con los desafíos impuestos y asistiré a las reuniones que sean necesarias para nuestra salvación».

El Maestro Del Juego(completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora