CAPITULO 10

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Cuando tienes miedo pero lo haces de todas formas, eso es valentía.

                                                                                    Neil Gaiman. «Coraline»

Me temblaban las manos, sentía mi cara afiebrada y el corazón latiendo a un ritmo frenético. Era consciente de que debía escoger cuidadosamente cada palabra para establecer contacto sin generarle sospechas.

Escribía y borraba, volvía a escribir y volvía a borrar hasta que por fin decidí arriesgarme:

— Hola Maestro. ¡Es de Nocksville como yo! ¿Es usted por casualidad, maestro de filosofía? Sería genial... hay tantas cosas de la vida que no entiendo...

Listo. Lo había hecho. No sabía con quién me estaba metiendo. Ahora solo restaba esperar su respuesta.

Me hubiese gustado hablar con papá aquella mañana. Tal vez estuviera confortando a la madre de Jack o quizás trabajando. Imposible saberlo. Desde que tengo uso de razón se rehúsa a ser esclavo de un móvil.

Miré la hora y, a pesar de no sentirme del todo bien, partí hacia la comisaría a prestar declaración.

Un uniformado con una prominente barriga que hacía peligrar los botones del uniforme y que a simple vista solo podía dedicarse a tareas de oficina y no a perseguir ladrones, me formuló las preguntas de rigor mientras contestaba sus mensajes de Whatsapp.

Pude leer entre líneas algunas humoradas y frases con doble sentido que los policías deslizaban como al pasar mientras iban y venían por la oficina, algunos con una taza de café, otros fumando en forma displicente. Todos en aquella comisaría estaban convencidos de que Jack había huido de su casa en un acto de rebeldía y que no tardaría en aparecer cuando se le acabara el poco dinero que pudo haberse llevado consigo. Me bastaron unos pocos minutos para concluir que el expediente con la incipiente investigación de su caso quedaría en pocas horas archivado en el mismo fichero donde se guardaba el caso de los treinta y tres chicos de la casa del lago.

En aquel momento aventuré varias razones que iban desde no generar un pánico colectivo, pasando por simple inoperancia o vagancia del personal policial, hasta mantener la imagen bucólica y hospitalaria de Nocksville que tanto atraía a los turistas. Confieso que también se me cruzó por la mente una posible corrupción de la policía local. Pero eso ya no importaba. Fuera cual fuese el verdadero motivo, estaba visto que no investigarían a fondo la desaparición de Jack ni lo ocurrido en la casa del lago, y eso me comprometía aún más con mi propósito.

Al preguntar por el inspector Martínez, nadie supo informarme de su paradero ni si volvería aquel día por la comisaría. Necesitaba hablar con él acerca de la información que había recopilado en el local de tatuajes, sobre todo lo concerniente al maestro John y el calvo de los ojos de dos colores. Tenía la esperanza de que al menos él tomara en cuenta las pistas que indicaban que gente adulta estaba detrás de todo esto. No me cabía ninguna duda a de que los policías estaban convencidos de que las muertes de la casa del lago habían sido suicidios ideados solo por «chicos», así que no perdí tiempo en comentarles nada.

Salí de aquella oficina masticando impotencia, ya no había dudas de que estaba sola en la misión de llegar a la verdad.

Enfilaba hacia el portón principal cuando vi a Noah recostado sobre una pared, hablando por el móvil. Me saludó con una espontaneidad tan natural que envidié. Yo en cambio, lejos de adoptar una actitud relajada, me sentí nerviosa, sin saber cómo actuar; así que solo atiné a saludarlo de lejos y aceleré mis pasos en dirección a la salida.

El Maestro Del Juego(completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora