Dernière Danse

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Me di la vuelta y sentí la necesidad de arrojarmele encima.

Se veía tan perfecto...estábamos en una habitación repleta de la realeza y él se destacaba entre todos ellos. Yo no necesitaba un príncipe, lo necesitaba a él.

—Sería descortés decirte que no.—oculté una sonrisa mientras nos mirábamos fijamente a los ojos por un instante, no había nadie más a nuestro alrededor.

Él también sonrió, extrañaba sus hoyuelos, extrañaba besarselos y morderle las mejillas hasta hacerlo reír. Extendió su mano para tomar la mía y caminamos juntos a la pista de baile.

—No tengo idea como bailar vals pero...que no sepa bailar fue lo que te flechó.—reí al escucharlo recordando con humor la primera vez que bailamos juntos en la fiesta de halloween.

—Yo te guío.—me paré frente a él sujetando su mano y puse la otra en su hombro.—Deja tu mano sobre mi cintura.—asintió poniendo su mano dónde le había idicado.—No mires tus pies...—alzó rápido la cara y le sonreí.—Tu mirada debe estar siempre fija en mi.

—Eso no es problema...—susurró mirando mis labios que le sonreian y suspiró.—Es una tortura tenerte frente a mi y no poder besarte.

Comenzamos a bailar dejando que la música de André Rieu nos guiara, era demasiado evidente que teníamos una conexión única porque estábamos bailando como profesionales y yo nunca había bailado vals con él.

Se dejaba llevar por mi, como si tuviéramos años ensayandolo. Tenía esa sensación de que sólo eramos él y yo en un salón vacío bailando hasta que nuestros pies dolieran.

Estábamos tan coordinados que me costaba creer que eran mis pies los que se movían con tanta gracia. Sin duda alguna él era mi complemento.

Desde el primer día que nos vimos a los ojos, lo supe.

Cuando el baile terminó, los aplausos me trajeron de vuelta a la realidad. Nos quedamos viendo fijamente por un largo rato, aun teníamos las manos juntas y yo me moría por plantarle un beso y fugarme de ese lugar con él.

Culminé haciendo una pequeña reverencia y él hizo lo mismo.

—¿Dime que no te acordaste de la escena cuando Homero y Morticia bailan tango?.—de nuevo me hizo reír y tuve que cubrirme la boca para que mis carcajadas no se escucharan tan fuerte.

—Ahí viene mi padre, actúa como si no me conocieras.—susurré aclarado mi garganta y solté su mano rápidamente.

—Felicitaciones hija, veo que te volviste muy buena en baile de salón.—sonrió y posó la mirada en Luke.

Lo detalló de arriba hacia abajo y pude notar como Luke se ponía cada vez más nervioso.

—Padre, él es Lucas Hemmings, el asesor de que te hablé.

—Mucho gusto, su majestad.—se inclinó y mi padre extendió su mano hacia él.

Luke dudó y la verdad es que yo también. La realeza no acostumbraba a saludar con la mano, fue una de las reglas que le dije, pero en esta ocasión fue mi padre el que extendió su mano.

Él la tomó estrechándola por unos segundos y mi padre volvió a sonreír.

—Así acostumbran a saludar aquí, ¿no?.—me preguntó a mi y asentí.—Recibí tu hoja de vida hoy en la tarde y la verdad es que me tiene muy impresionado.—elevó sus cejas.—pero no esperaba menos del hijo de Ruper Hemmings.

—Me halaga, señor. Para mi es todo un honor poder trabajar con usted.—mi padre asintió mirándome a mi de nuevo.

—¿Mi hija y tú se conocen bien?.

𝑲𝒊𝒔𝒔 𝒎𝒆 𝒉𝒂𝒓𝒅 𝒃𝒆𝒇𝒐𝒓𝒆 𝒚𝒐𝒖 𝒈𝒐 | 𝙇. 𝙃𝙚𝙢𝙢𝙞𝙣𝙜𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora