En Mi Corazón Tú Sigues Conmigo

304 31 4
                                    

💘
El amor puede llegar una vez y durar toda la vida
💘


Cuando lo vi marcharse, sentí que una parte de mi se iba con él.

Había sacrificado a mi amor por mi otro amor, Dinamarca.

Dejarlo ir fue la cosa más difícil que había hecho en mi corta vida, sentí que me estaba apagando lentamente. Dolor abrumador, mi corazón ardía en carne viva, mis pulmones se contraían más con cada respiración.

No sabía como iba a lograr sobrevivir, si es que todavía quedaba algo de vida en mi.

Todavía podía recordar sus ojos tristes que me miraban con melancolía mientras  me despedían. Aun podía sentir sus labios contra los míos, sus cálidos brazos rodeándome, su voz susurrándome cuanto me amaba, su risa contagiosa.

Jamás volvería a ser la misma.

No importaba a donde fuera él iba a estar en mi corazón para siempre, en mi memoria como la única vez que pude conocer el amor, la vez que descubrí lo que se siente estar vivo.

Así estuviéramos a millones de kilómetros su recuerdo seguiría intacto sin importar a donde fuera. Algún día volveríamos a estar juntos.

Pero no en esta vida.

—Buenos días...—escuché la voz de mi madre entrando a mi habitación y comenzó a abrir las cortinas.—¿Cómo te sientes hoy?.

Me sequé las lágrimas con las sabanas y me incorporé en la cama apoyando mi espaldas de las almohadas.

—Todavía me siento un poco enferma.—mi madre se giró para verme y tomó asiento en la cama para comprobar mi temperatura.

—Sigues con fiebre...—susurró frunciendo el ceño.—Quizas sea el cambio de horario y de clima.—sonrió.—Te acostumbraste al clima de Nueva York.

—Quizas...—asentí mientras suspiraba.

Habíamos regresado a Dinamarca hace dos días y desde que pisé el país no me sentía bien. Mi madre pensaba que era algún virus pero yo sabía que era lo que me pasaba.

Estaba muerta por dentro.

—¿Quieres que mande a subir el desayuno?.—negué sonriendole a penas.

—No, voy a bajar en minuto.

—Bien, recuerda que tienes que elegir a las doncellas que te van a asistir.

—¿Eso no lo hará mi padre?.

—No, me dijo que lo hicieras tú...—reí negando lentamente.—¿Qué sucede?.

—Nada...sólo que creí que no podía ni hablar, que considerado de su parte dejarme elegir.—respondí con amargura mientras me levantaba de la cama.

—Hija, ¿qué tienes?...

—Nada mamá, lo siento. Bajo en un rato.

Dije esto ultimo antes de entrar al baño y encerrarme en el único sitio en donde me permitían tener privacidad.

Porque hasta eso lo había perdido, todo el tiempo tenía a personas encima de mi diciéndome que hacer y decir, cómo debo peinarme, que debo usar, cuando debo abrir la boca, cuando debo comer.

Una regla tras otra, me sentía enjaulada.

Nunca fui alguien con mal carácter, ni mucho menos amargada...pero esa Isa ya no existía, esa parte de mi estaba muriendo lentamente.

Había tenido una pequeña discusión con mi padre la noche anterior, le compartí mi idea de que antes de la coronación quería hacer una visita real a los ciudadanos, para escuchar sus problemas y tratar de ayudarlos.

"El error de un gobernante es nunca escuchar a su pueblo"

Fue la frase que le dije. Pero se negó obviamente, diciendo que sería peligroso, que era una pésima idea y que la ultima palabra la tenía él.

Era imposible hablar con mi padre y me resigné porque no tenía ánimos ni fuerzas para contradecirlo.

Mi coronación sería hoy en la tarde y estaba preparándome mentalmente para enfrentarlo. No había marcha atrás después de eso pero tampoco es cómo si tuviera opción.

El anuncio de mi coronación pareció alterar a las masas y desde muy temprano las personas comenzaron a aglomerarse en el palacio. La gente estaba conmocionada por el anunció de mi padre el día que llegamos.

La tensión pareció aplacarse cuando en la conferencia mi padre nombro el nuevo plan de gobierno que vendría con mi coronación. Una monarquía constitucional, al menos mi idea había sido tomada en cuenta.

Resultó ser que Luke si fue un buen asesor o eso fue lo que dijo mi padre en la reunión con el consejo. Ceder el poder ejecutivo parecía ser la opción más viable siempre y cuando la ultima palabra sea de la reina.

Irónico.

Luego de mi coronación tendríamos una reunión con los dirigentes del partido republicano para discutir sus puntos y poder llegar a un acuerdo que beneficiara ambas partes.

Yo podía entender las razones por la cual el partido republicano amenazaba a la corona.

Dinamarca estaba estancada, la ejecución con guillotina todavía estaba vigente en la ley aunque desde hace años no se decapitaba a nadie.

Dinamarca necesitaba avanzar y lo haría con o sin monarcas.

Decidí desayunar sola en el jardín y elegí a dos chicas del palacio para que me ayudaran con la preparación para mi coronación.

No estaba feliz, para nada estaba feliz porque sentía que todo esto era una farsa. Me iban a coronar y para los ojos del mundo sería la reina, pero una reina sin voz porque no se me permitía opinar.

A eso debía agregarle que nadie de mi familia estaba de acuerdo con mi coronación, no me lo habían dicho pero podía verlo en sus caras de desprecio. No me consideraban apta o a la altura.

Y sabía que todo ese odio irracional fue por mi decisión de irme a América por tanto tiempo, me consideraban insolente.

—Quiero el cabello suelto.—ordené mientras observaba como peinaban mi cabello, la chica asintió y dejó de recojermelo.

Lo peinó y luego me hizo algunos rizos suaves en las puntas que se mezclaban con la honda natural de mi cabello.

Mi vestido de coronación era blanco, según la tradición, la capa de terciopelo que me cubría era carmesí y el prendedor de oro que la sujetaba a mi cuello era el escudo de Dinamarca.

Mis guantes de satín eran exactamente del mismo color que el vestido, el corsé me apretaba demasiado y la falda pesaba una tonelada pero no podía quejarme.

Siguiendo la tradición, mi madre era la encargada en ponerme las joyas de la corona y yo le dije que quería usar las joyas de mi abuela.

Cuando me miré en el espejo suspiré, me veía como una verdadera reina pero no me sentía como una.

—Sé que esto no es lo que tú quieres, hija...—dijo mi madre parándose junto a mi observándome por el espejo. Bajé la mirada.—Pero es lo que te tocó y debes asumirlo.

—Te equivocas.—volví a mirarla.—Yo si quiero esto, pero lo quiero de verdad...no soy una fachada.—negué sosteniéndole la mirada para que supiera que estaba hablando en serio.—Sacrifiqué mi corazón, por estar aquí, sé cual es mi lugar, sé exactamente en dónde estoy parada. Mi único amor debe ser Dinamarca y así es...pero de que me sirve estar comprometida, sacrificarlo todo si ni siquiera soy escuchada.

—Entonces no te quedes callada.—No me esperaba esa respuesta, me giré lentamente para mirarla y fruncí el ceño.—No cometas los mismos errores de tus antepasados, no seas cómo la reina Margarita o cómo tu abuela, se Isabela, saca esa increíble personalidad tuya, eso es lo que Dinamarca necesita.

𝑲𝒊𝒔𝒔 𝒎𝒆 𝒉𝒂𝒓𝒅 𝒃𝒆𝒇𝒐𝒓𝒆 𝒚𝒐𝒖 𝒈𝒐 | 𝙇. 𝙃𝙚𝙢𝙢𝙞𝙣𝙜𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora