La Chica Pálida

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Hice que tomara asiento en la cama y me quedé de pie frente a él. No era una experta en seducción pero haría mi mayor esfuerzo, yo quería esto tanto como él, quizás hasta más y no iba a permitir que mis tontos nervios lo arruinaran.

Me quité la chaqueta y saqué mis zapatos con ayuda de mis pies. Su sonrisa, esa misma sonrisa que iluminaba toda la ciudad, me hizo sentir confiada y de pronto, todos los miedos y las dudas se alejaron.

Dejé caer el vestido, quedando expuesta ante su mirada. Me recorrió con ella lentamente y me atrajo hacia él, sentándome sobre su regazo, nuestros labios hicieron contacto besándonos lentamente, se sentía increíble, amaba a este sujeto como jamas una persona había amado nada.

Hicimos el amor demasiadas veces esa noche, fue como descubrir que nuestros cuerpos se pertenecían incluso antes de que supiéramos la existencia del otro, como si estuviéramos hechos con el propósito de pertenecernos.

Era como si estuviéramos recuperando todo ese tiempo perdido y no podía creer como es que había retrasado tanto algo tan maravilloso como esto.

Desperté a la mañana siguiente, completamente renovada, me sentía diferente, llena de vida, como si lo único que me faltaba para sentirme plenamente feliz y completa era Luke.

—Buenos días.—me apartó el cabello del cuello abrazándome por la espalda y comenzó a besarlo haciéndome cosquillas.

—Buenos días, amor...—giré la cara y besé sus labios.—Estoy preparando el desayuno.

—¿Estás en el menú?.

—Mmm...tal vez.—lo escuché reír y apoyó su mentón en mi hombro.—¿Cómo quieres tus huevos?.

—No me gustan los huevos.

—¿En serio?.—giré a penas mi cara para observarlo.—¿A quién no le gustan los huevos?.

—A mi.—se encogió de hombros y sonrió dándome un beso en los labios.—Prefiero, tocino, pan tostado, mermelada y a ti...

—¿Precisamente en ese orden?.

—No necesariamente.—sonreí y me di la vuelta para abrazarlo por el cuello mientras nos besábamos.

Me cargó, subiéndome sobre la mesada y rodeé su cintura con mis piernas. Era increíble que aun siguiéramos teniendo energías pero es que era inevitable, no podíamos estar separados.

Fuimos interrumpidos por el sonido del teléfono, Luke gruñó en protesta y rompió nuestro beso para ir a la sala y atender la inoportuna llamada.

—Mierda.—dijo mientras sujetaba el teléfono en su oreja y se pasó una mano por el cabello.—No claro que no lo olvidé, mamá, perdí un poco la noción del tiempo...sí lo sé, estaré ahí en media hora.—colgó y lo vi atravesar el pasillo corriendo.

Rayos, había olvidado que tenia que ir por su madre al aeropuerto, miré el reloj y pasaban de las doce del medio día, me sentía culpable por no haberlo despertado más temprano.

Apagué la sarten y corrí hasta su habitación pero cuando estaba por entrar él venía saliendo y chocamos.
—Perdón, preciosa.—besó mis labios y entró a la cocina sirviéndose café.—Iré por mamá al aeropuerto, debe estar como loca.

—Creí qué lo haría yo.

—Lo sé pero...debe estar histérica y no quiero que lidies con todo eso, ¿podrías recoger un poco?.—le dio un sorbo a su taza y la dejó en la mesada mientras tomaba sus llaves.—No quiero que comience a criticar y a decir que vivo en un chiquero.—hizo una muca y reí.

—Claro, ve tranquilo.

—Deséame suerte.—crucé mis dedos y besé sus labios.

—Suerte, Te amo.

𝑲𝒊𝒔𝒔 𝒎𝒆 𝒉𝒂𝒓𝒅 𝒃𝒆𝒇𝒐𝒓𝒆 𝒚𝒐𝒖 𝒈𝒐 | 𝙇. 𝙃𝙚𝙢𝙢𝙞𝙣𝙜𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora