Se encontraban cenando cuando Leo llegó, atravesando las puertas del salón a toda velocidad, sin detenerse ante la atenta mirada de al menos cuarenta personas quienes cenaban a escasos metros de él. Raudo avanzó hasta perderse en la oscuridad de los pasillos que daban a su habitación. Gideon resistió las ganas de ir a revisar si se encontraba bien, ya que parecía más bien molesto. Además, Leo no reaccionaba bien cuando las personas lo presionaban a hablar de sus sentimientos, por lo que todos continuaron comiendo, esperando a que Leo se uniera a ellos cuando se encontrara más tranquilo.
Un cuarto de hora más tarde, cuando todos comían de las tartas de ruibarbo que habían preparado en las cocinas, Leo al fin bajó por las escaleras. Estaba vestido con su jubón con el escudo del rey, y vestía su cota de malla. Sin percatarse en nada más Gideon partió a su encuentro. No era buena señal que portara su cota de malla dentro del castillo.
—¿Qué harás? Dime que no te vas a ir a enfrentar al esposo de Aldana, Leo. —le preguntó al cruzar las puertas del salón.
—Que ella se quede con ese búfalo si quiere, yo me largo de aquí. —contestó Leo sin dejar de avanzar a largas zancadas.
—¿Te largas de aquí? Ya anocheció, además no has comido nada en todo el día. Nada que valga la pena al menos.
—Quiero poner varias millas de distancia entre este lugar y yo, lo antes posible. No me quedaré ni una noche más. —Leo rápidamente recorría los establos en busca de su corcel, cuando lo hubo encontrado el pánico en Gideon creció. Era evidente que tenía el gen del hermano mayor.
—¡No te iras de aquí sin provisiones adecuadas y un buen descanso! Además, las puertas exteriores están cerradas y no se abrirán hasta el amanecer.
—Las tendrán que abrir para mí, entonces. O las tiraré abajo.
—No creo que puedas.
En un instante vio el rostro de Leo, muy similar al suyo, adquirir una expresión de furia, y al siguiente ya lo tenía encima como un mapache enrabiado empujándolo con todas sus fuerzas. Ambos cayeron juntos al sucio piso de heno y mierda de caballo. Mientras Gideon intentaba sacarse el pesado cuerpo de su hermano menor de encima, sintió el primer golpe, directo en su mandíbula. Automáticamente el dolor y el sabor a sangre en su boca quedo opacado con el recuerdo de los años que había pasado junto a sus hermanos. Supo que la lógica no iba a servir para nada, por lo que le devolvió el golpe de puños directo en su pómulo, acompañándolo con un rodillazo directo en las áreas blandas, para ponerle un punto final a la absurda situación.
Gideon empujo a su adolorido hermano hacia un costado, y se puso de pie, escupiendo la sangre en su boca. Al parecer el golpe lo había hecho morderse la cara interna de la mejilla.
Alertados por el alboroto dentro de las caballerizas varios guardias llegaron. Gideon les dio la orden de que llevaban a Leo dentro del castillo y no le permitieran dejar su alcoba hasta que amaneciera. Apenas saliera el sol, seria libre de partir.
Al entrar al salón principal notó que ya la mayoría había partido a sus aposentos. Los criados ya estaban retirando las sobras para hacer la limpieza. Le indicó a una de las sirvientas que pasaba que le fuera a dejar lo que hubiera quedado de la cena a su hermano, y que le prepara provisiones para su partida. Gideon estaba a punto de llamar al mayordomo para indicarle que le preparaban un baño en su habitación cuando vio a Orla sentada junto a la chimenea, acompañada por Alexander, por lo que se acercó a ellos.
—Estaba haciéndole compañía a lady Orla luego de tu abrupta partida, pero ¿Qué es ese olor a mierda?
—Es estiércol. —respondió Gideon completamente serio, ya estaba cansado del humor de Alexander, lo había tenido que soportar toda la mañana.
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Gideon (1° Libro de Las Crónicas de Caister) ✔️
Historical FictionLas promesas de su padre obligan a lady Orla a desposarse con un desconocido, sin embargo, ¿Logrará ser feliz sin antes aprender a amarse a sí misma? • • •...