Las promesas de su padre obligan a lady Orla a desposarse con un desconocido, sin embargo, ¿Logrará ser feliz sin antes aprender a amarse a sí misma?
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Orla no sabía qué esperar de Gideon. Sabía que él era razonable, por lo que elegiría lo mejor para ella. Sin embargo, tal vez lo mejor para ella no era exactamente lo que Orla prefería. No era estúpida, sabia que su seguridad y la de los demás era más importante que el permanecer junto a Gideon.
—No creo que sea mi deber decidir —contestó Gideon— La decisión es tuya Orla. Debes analizar la situación con cuidado.
—¿Cuánto tiempo tengo para decidir?
—Considera que cada día que pasa se acerca la llegada de Eudon o de sus mercenarios. Mientras tomes una decisión dentro de los próximos días, aún estarás a salvo si decides partir.
El Gideon con el que había estado esa mañana había desaparecido y dejó en su lugar a un Gideon más maduro y endurecido.
—Está bien. Me retiraré a meditar mi decisión, y así ustedes pueden continuar con los preparativos.
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Orla tenía mucho que considerar.
Si se quedaba debería presenciar una batalla. Habría heridos y aún peor, muertos. Sin dejar de lado las intenciones que Eudon tenía con ella, si lograba asesinar a Gideon. También le aterraba pensar que su presencia en el castillo pudiera ser una distracción. Si alguien salía herido por su culpa, ella nunca se lo perdonaría.
Por el otro lado, si decidía partir a la protección de su padre existía la posibilidad de ser víctima de una encrucijada en el camino por los mercenarios de Eudon, pero eso no era lo que más le preocupaba. Se imaginaba segura junto a su familia, pero intranquila al no poder saber si la gente que había comenzado a querer en Latham se encontraban a salvo.
Desde la ventana de la habitación pudo ver como Gideon acompañado por varios de los caballeros abandonaban el castillo encaminados a la aldea. Orla presumía que se dirigían al herrero a encargar las armas para la batalla. Sería mucho más fácil para ella quedarse en Latham sabiendo que sería un aporte y no una carga, pero dudaba que pudiera servir de algo. Si tan solo tuviera acceso a un arco y flechas para practicar. Podría arriesgarse y tomarlos prestados desde la armería, sabía que Gideon no la llamaría ladrona, pero dudaba que la dejara usarlos a la llegada de Eudon, si es que decidía quedarse.
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