Capítulo 32: Nada más

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(editado)

Cuando las primeras noticias del avance del ejército de Eudon se esparcieron, también se esparció el alivio en Latham. El enemigo era real y por absurdo que sonara, eso los hacía sentir mejor. Tanto entrenamiento y oro gastado no había sido en vano, y las esperanzas de que el rey actuara en su favor aumentaban, pero honestamente, Gideon dudaba que esto pasara.

Una de las cosas que lo mantenía despierto por las noches era la desventaja en la que se encontraba en comparación a Eudon. A lo largo de la semana había conseguido redoblar los hombres con los que contaba Latham, pero aun así estos solo eran un poco más de la mitad de los que Eudon tenía. Sin embargo, Gideon confiaba que la desventaja numérica seria compensaba con la habilidad y experiencia de los hombres con los que él contaba.

Ahora que ya se sentía ligeramente más aliviado de sus deberes de lord, debía ocuparse de sus deberes de esposo. Aquella mañana Orla le había demostrado cuanto lo necesitaba, cada beso y cada caricia fue una súplica para que aquel momento no acabara nunca. Lo había extrañado tanto como él a ella.

Gideon nunca había notado cuan profundamente se sumergía en sus pensamientos y preocupaciones, hasta que Orla estuvo aquí para ayudarlo a salir. En las últimas semanas experimentó más estrés del que había sentido en sus veintidós años de vida, pero afortunadamente, Orla estaba aquí para él, sin sacarle en cara su falta de atención. Y cuando todo esto pasara, él estaría de la misma forma para ella.

Le preocupaba imaginarse lo que debía estar sintiendo Orla, lejos de su familia, rodeada de extraños y en vísperas del terrible asecho de Eudon. Ya nada era sencillo, y Gideon dudaba que hubiese algún habitante en Latham que siguiera viviendo de la misma manera que lo hacía meses atrás.

Apenas Gideon se hubo desocupado de sus obligaciones diarias, partió en busca de Orla.

Esperaba encontrarla en el jardín, pero no estaba ahí. Gideon buscó en el salón, en la habitación, en las cocinas, pero Orla estaba prácticamente desaparecida. A cada persona que se cruzaba en su camino le preguntaba si la había visto, o si sabían dónde se encontraba, pero todos desconocían su paradero.

Al encontrarse con Liliana, su preocupación se disparó, ya que Orla no la acompañaba.

—¿Sabes dónde está Orla?

—No lo sé, mi lord. No la he visto desde esta mañana.

—Tu deber es acompañarla, deberías estar con ella todo el tiempo.

—Lo siento, mi lord. Llevo días insistiéndole a mi lady que me deje acompañarla, pero apenas termina de desayunar desaparece. Nadie tiene idea de donde se esconde.

¿Días?

—¿Hace cuánto sucede esto?

—Tres, o cuatro días, no lo recuerdo bien, pero no creemos que ella esté haciendo nada malo, mi lord. Ella siempre aparece antes de la cena.

—¿Y no le preguntan a donde se va? ¿Qué hace?

—No nos corresponde, mi lord —tartamudeo Liliana. Pues claro que no le correspondía. Si él hubiese estado más atento a Orla hubiese notado que ella estaba prácticamente desaparecida, que apenas era vista en el castillo. Ahora como sabría si Orla se encontraba bien, donde estará o con quien estará.

Una sombra de sospecha se cruzó por su mente, pero la desechó de inmediato. Orla nunca le había dado razones para sospechar de ella. Además, cada hombre, caballero y guardia se encontraba entrenando junto a él, previamente en el patio. Estaba siendo paranoico.

Sin embargo, Orla había comenzado a desaparecer exactamente cuando los hombres enviados por su padre llegaron a Latham. Tal vez alguno de ellos hubiera sido algún antiguo enamorado, que luego de la partida de Orla hubiera notado cuando la amaba, y estaba dispuesto a infiltrarse en un castillo ajeno solo para recuperarla.

Gideon (1° Libro de Las Crónicas de Caister) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora