Orla - Parte I

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Aproximadamente 2 años después de "Dónde todo comenzó"

Desde la comodidad de su lecho, Orla podía oír el oleaje colisionar con las rocas que la separaban del océano, en un eterno vaivén que la invitaba a seguir durmiendo. Era una propuesta tentadora, pero ya había dejado atrás el tiempo en el que necesitaba refugiarse entre sueños y pesadillas.

Ahora, la vida era más hermosa.

Con los cálidos rayos del sol entibiando su piel, Orla se desperezó. Aún sentía el cuerpo adormecido por el cansancio que le provocaba el mar y el verano. Todo era perfecto, cálido y brillante hasta que notó el espacio vació en la cama junto a ella.

Gideon no estaba.

No tenía de qué alarmarse. Orla estaba acostumbrada a dormir hasta tarde, mientras que Gideon se levantaba al amanecer para terminar sus obligaciones a tiempo y así pasar el resto del día junto a ella. Sin interrupciones.

Ya se había acostumbrado a sus pequeñas de rutinas de verano.

Si el clima los acompañaba, pasaban gran parte del día en la playa. Comiendo, nadando o tan solo paseando bajo los rayos del sol. Gideon había triplicado su colección de caracolas desde su primer viaje juntos al castillo de verano.

Cuando el clima no era muy bueno, ya que después de todo vivían en Britania, preferían encontrar alguna actividad divertida en la privacidad de su habitación.

La tarde anterior, les concedieron el día libre a los siervos para tener las cocinas solo para ellos. Gideon se había antojado de comer tartaletas de frambuesa, así que entre los dos se las arreglaron para hacer las tartaletas más agrias y con la masa más cruda y dura de ese lado del reino.

A pesar de lo asquerosas que habían resultado, ambos se comprometieron a comer un trozo cada uno, para que todo el esfuerzo e ingredientes hubiese valido la pena.

A Orla aún le entraban ganas de reír al recordar el rostro asqueado de Gideon tras el primer bocado.

Ya preparada para comenzar el día, Orla se puso de pie. Sabía muy bien que pensando en Gideon y en las estupideces que hacía podía pasar el resto del día en la cama, y luego él se burlaría de ella con sus "Buenas noches" de mediodía.

Tal vez se puso de pie con demasiada rapidez, o le vino una baja de presión quien sabe por qué motivo, ya que un mareo le vino a la cabeza.

Por unos cuantos segundos su visión se tornó negra, haciendo que se tambaleara devuelta a la cama. Afortunadamente no cayó, pero a penas hubo recuperado la visión y estabilidad, las náuseas llegaron a ella.

Orla se sentó en el borde del lecho con los pies fijos en la piedra bajo ellos, controlando su respiración en un intento de calmar sus náuseas y los oscuros pensamientos que se le venían a la mente.

—No, esto no puede estar pasando. —pensó Orla, sintiendo como la bilis comenzaba a arder en su garganta. —No otra vez.

Orla ya había experimentado aquellos síntomas tiempo atrás, y no era una experiencia que deseara repetir.

La primera vez había sido el otoño tras su primer aniversario de matrimonio.

No habían pasado ni tres semanas desde que sus hermanas hubiesen dejado Latham tras sus vacaciones cuando las náuseas y mareos la abordaron. Orla le quitó importancia, y justifico las náuseas con una fiebre estomacal. Jamás pudo haber imaginado lo que ocurría en su interior.

Una madrugada de los primeros días de invierno, Orla despertó al castillo con sus gritos. El dolor era tan terrible que no le importó. Gideon prendió un candelabro para ver que le ocurría, pero ninguno estaba preparado para tal aterrador escenario.

Gideon (1° Libro de Las Crónicas de Caister) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora