Capítulo 22: Colisión

21.2K 1.9K 705
                                    

Apenas Leo se hubiese ido a descansar en la que había sido su alcoba, Orla deslizó su mano en la de Gideon

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Apenas Leo se hubiese ido a descansar en la que había sido su alcoba, Orla deslizó su mano en la de Gideon. Un acto tan simple y tierno, le provoco una intensa oleada de electricidad a través de todo su cuerpo, dejándola impresionada. Instantáneamente posó sus ojos en Gideon, esperando que él hubiera sentido lo mismo, o al menos algo en absoluto. Afortunadamente, él también la miraba. Orla vio como poco a poco el verde de sus ojos se veía consumido por su negro iris, dándole esa intensidad y apariencia oscura que le gustaba y a la vez asustaba un poco.

Al contrario de lo que esperaba Orla, Gideon no la besó en ese instante. En lugar de eso, lo vio mirar alrededor como si buscara a alguien o a algo. Luego, sin soltarla, la guío a una pequeña espesura de árboles en el fondo del jardín.

—¿Dónde vamos? —preguntó Orla mientras atravesaban el jardín a rápidas zancadas, quedando ocultos entre los árboles. ¿Acaso había escuchado algo extraño? ¿Debía preocuparse?

Sin contestarle, la llevo hasta un árbol que quedaba oculto de los senderos del jardín, de las ventanas del castillo, y de los guardias que custodiaban las murallas. Orla no dejaba de pensar en lo que Gideon tendría en mente, y debía admitir que le asustaba un poco no saber. Sin embargo, apenas Gideon comenzó a besarla su mente quedo en blanco, dejando de lado sus preocupaciones, y centrándose en lo bien que se sentían sus cálidos labios.

Gideon continúo besándola mientras la apresaba contra el árbol que se encontraba a sus espaldas, rodeándola con sus brazos. Sus labios succionaban los suyos como si quisiera quitarle el alma a besos. Orla, sin poder resistirse, se puso de puntillas para poder envolver su cuello y hundir sus dedos entre sus suaves rizos, intensificando el beso. Al ponerse de puntillas el espacio que los separaba desapareció por completo.

Como siempre, Orla se encontraba en un estado de completa embriaguez. Su aroma, sus labios, su respiración, todo en él la hacían perderse en las sensaciones que le provocaba.

De pronto sintió como las manos de Gideon se posaban en sus caderas, y como si ya no fuera suficiente la falta de espacio entre sus cuerpos, acercó tanto sus caderas a las de ella, que Orla pudo sentir como ambos huesos colisionaban. Sin embargo, el solo saber que era lo que se endurecía en su pelvis, le provocó una ola de calor que le invadió el cuerpo por completo.

Al notar el estado en el que Orla se encontraba, Gideon, sin una gota de pudor en el cuerpo, comenzó a frotar su miembro endurecido contra ella.

Si el solo hecho de reconocer la existencia de este hacía que se alterara la química de su cuerpo, que él se frotara contra ella la hacía sentir como si estuviese a punto de explotar.

Automáticamente dos opciones brillaron en su cabeza. Podía reprocharlo por su impúdica conducta, al dejarse llevar en un lugar público donde cualquiera podría verlos. O por el otro lado, podría satisfacer su curiosidad y demostrarle que si estaba preparada.

Sin darle muchas vueltas al asunto, deslizó su mano entre el estrecho espacio que separaba ambas caderas, tomando desvergonzadamente su miembro erecto.

Gideon (1° Libro de Las Crónicas de Caister) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora