Capítulo 45: Dulce & Pútrido

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Orla pasó el resto del día junto al cuerpo inconsciente de Gideon.

Con ayuda de Alexander lograron quitarle la armadura para que descansara más cómodamente, pero no era más que una mera excusa. Orla solo quería poder sentirlo junto a ella. Sentir su aroma, y su calidez, quería sentir sus manos y traspasarle toda la fuerza que necesitara.

Mientras las horas pasaron, el cuarto fue quedando vacío. La mayoría de los heridos tenían lesiones leves, por lo que luego de recibir tratamiento, partieron. Ya cuando comenzaba a oscurecer, Orla se dio cuenta de que los únicos que quedaban en la habitación, eran Gideon, Alexander, Liliana, Eudon y ella.

A pesar de su adormecimiento, la curiosidad siempre estaba presente. Quería ver a Eudon más de cerca.

Al acercarse sintió su repugnante hedor, dulzón y pútrido. Eso era lo que los excesos le hacían a los cuerpos, podrirlos desde dentro hacia fuera.

Su cuerpo no era más delgado que el de un niño, su piel lucía grisácea como la de un cadáver. Orla eliminó aquel pensamiento enseguida. Su cabello parecía grasiento y opaco. Se veía más bien negro, a diferencia del castaño cabello de su esposo, siempre suave, fresco y rizado. Orla también eliminó ese pensamiento, al sentir el dolor volver a su pecho.

Sus mejillas estaban hundidas, resaltando sus puntiagudos pómulos y afilada mandíbula. Debía estar famélico, claramente está mal alimentado, viviendo a base de vino y cerveza.

Orla observó la venda en su hombro, ella le había hecho aquella herida. Aún no recordaba claramente como, pero sabía que ella había sido la artífice. Esperaba que dejara una cicatriz, y que cada vez que la viera recordara todo el dolor que le había provocado a Gideon y a ella.

Cuando el hedor se tornó insoportable, Orla volvió junto a Gideon, quien continuaba respirando suavemente.

Cuando el hedor se tornó insoportable, Orla volvió junto a Gideon, quien continuaba respirando suavemente

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Debía ser pasada medianoche cuando Orla sintió algo extraño. Despertó confundida, la habitación estaba casi completamente a oscuras si no fuera por la vela casi consumida en la mesilla junto al catre de Gideon.

Tomó una vela nueva y la encendió. Iluminando parcialmente en rincón donde se encontraba.

Miró alrededor en la tenue oscuridad, hasta que notó los ojos hundidos de Eudon sobre ella.

No la miraba con rabia como la última vez, cuando ella le había disparado, pero aquellos ojos no dejaban de ser un ápice menos aterradores.

Sin saber la razón, Orla tomó la vela y se acercó lentamente a él. Esperaba que no se hubiera liberado de sus amarras, y que continuara tan débil como se veía. Al acercarse, para su fortuna notó a Liliana descansando en una camilla vacía, no bastaría más que un grito para que la muchacha corriera en busca de ayuda.

Orla volvió la vista a Eudon, quien continuaba observándola.

—Así... —la voz le sonó seca, por lo que tomó una pausa antes de continuar. —Así que tú eres la famosa Orla.

Gideon (1° Libro de Las Crónicas de Caister) ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora