CAPITULO 8

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— Señorita, ya la está esperando — dijo un hombre, ya conocido por ella, el único hombre que a pesar de su traje oscuro la acompaño en todos esos años de sufrimiento — El señor está molesto, su hijo a reducido nuevamente su mensualidad.
— Esta bien Eduard, yo me encargo de él, lleva mi equipaje a mi habitación y prepara la habitación del sótano  — ella ya no lloraba  como antes pero su ligero temblor la descubrió ante los ojos de aquel hombre.
— Señorita, usted ya es mayor por qué no se va — la mirada de aquel hombre era como la de un padre preocupado pero incapacitado para detener a ese mounstro.
— ¡Eduard prepara la habitación!— repitió pero en tono más duro, ya era demasiado.

Entro en aquella mansión que había sido y sigue siendo su prisión de cristal, sus tacos resonaron en todo el lugar, sus paredes blancas no se comparaban con el alma negra del sueño, subió las amplias escaleras, camino por ese solitario pasillo hasta llegar a su destino, se paró afuera de la puerta, su corazón tiembla a ante la tenebrosa puerta pero dándose un poco de valor con largo suspiro, toma el picaporte y gira la manija para quedar frente a frente a su amado.

— Amo estoy en casa — aquel hombre en silla de ruedas la miro, su mirada era fría, casi como un hielo helado, ella se adentro más en aquel cuarto y se postro antes sus pies — El informante de su hijo ya le dió la información pronto se encontrará con ella.
— Muy bien, Emily esta vez no puedo fallar — la tomo tan brusco del cabello y la pego contra su cabeza, haciendo el contacto tan cercano que pudo  susurrar en su oído — Te extrañe.
— Lo siento mucho amo — Emily bajo la cabeza — No volverá a ocurrir.
— Estoy seguro de que no volverá a ocurrir, querida, ya sabes que ella siempre dispuesta para que tú falles.
—¡No Amo! ¡Por favor! ¡Yo lo amo demasiado! Ya mandé a preparar el sótano — dijo llorando en el suelo, para luego arrodillarse a sus piernas — ¡Castigueme Amo! ¡Castigue esté cuerpo! Pero no me deje amo no por ella.
— No Em, no puedo hacer eso, te fuiste y no volviste en mucho tiempo, hoy no voy a castigarte — ella abrió los ojos tan grandes que pudieron habérsele salido — al menos yo no, hoy solo miraré.
—Amo por favor— dijo casi en un suplico.
— Pronto llegará prepárate — aquel hombre disfrutaba la desesperación en su mirada — si me gusta tal vez este contigo.
—A... — no pudo terminar, el puño de aquel hombre termino sobre su rostro .
— ¡Vez lo que haces! ¡Ahora ve a prepararte¡ ¡Hoy no te veré! Ella te diciplinara como se debe. He Sido muy permisible contigo Emily.

Con sus manos en el rostro Emily se dirigió a la que parecía su alcoba, un lugar que no parecía pertenece a aquella gran mansión, era más pequeña que el resto de las habitaciones, tenía una cama tan pequeña que hace 15 años atrás era tan grande para ella, un baño que pese a su estado aún mantenian limpió los del servicio, un escritorio viejo y un armario de madera talvez el favorito de las polillas.

Se dió una ducha rápida sin mojarse el cabello, se seco tan bien como pudo, ella sabía que el agua solo empeoraba el dolor y mientras lo hacía alguien tocó su puerta.

— ¿Que sucede? — pregunto sin dejar que aquella persona pasará para que no  la viera.
— Señorita la Señora está en casa, la está esperando — respondió una mucama — me pidió que la acompañe.
— No hace falta — Emily no quería que nadie viera su labio reventado y aquel moretón que se volvía más rojo.
— Lo lamento mucho señorita pero...
— Está bien— dijo abriendo la puerta ya no podía pelear más.

Con la bata que tenía puesta se dirigió a aquel tormentoso lugar en los más profundo de ese lugar, el sótano, ese sitio era grande, y todos los objetos ahí, no se podían ver a simple vista salvó la cama que era enorme y las transparentes cortinas rojas que la cubrían.

— Dejamos solas — hablo aquella mujer mayor, con  traje elegante y tacones de aguja — nadie puede interrumpirnos.
— Buenas tarde Señora — dijo Emily con la cabeza gacha.
— Te atreves a llamarme señora cuando te acuestas con mi marido — aquellas palabras hicieron que temblará — Que bueno que regresaste no sabes cuánto espere por este momento Emily — siguio — quítate la bata.

Aquella simple habitación pronto se convirtió en una sala de tortura con tan solo un simple botón, en las paredes pronto aparecieron cuerdas, correas, látigos, y navajas.
Su cuerpo desnudo en medio de todo era lo que más brillante pero también lo que más daba miedo, ese cuerpo que una vez fue puro ahora solo se veía  profanado, profanado por los deseos de dos seres inescrupulosos, que le habían hecho en estos largos años. Emily se arrodillo ante tan imponente mujer que pese a los cabellos blancos que se acostaban sobre su cabellera aún mantenía un porte elegante.

El primer latigazo la hizo quedarse en cuatro sobre el piso, el segundo la tiró al suelo, y así siguieron uno tras otro sin piedad para cuando logro estar de pie su espalda no solo estaba roja por los moretones si no que corría sangre por ella, gota tras gota dejando un pequeño charco en sus pies.
Los años la hicieron más fuerte pero también más vulnerable, ahora ya no lloraba como cuando tenis 7 años, ahora ella solo aguanta todo valientemente, pero esa acción solo molesta más a la Señora, la mirada de irá que atraviesa a Emily, sólo indica más dolor o una rendición, ella Ángela que sea lo segundo porque sus piernas están a punto de colapsar.

— Perra parece que te has vuelto mucho más valiente — ya no irradiaba irá sólo sonreía — Pronto traeré un regalo que hará que el discapacitado de arriba te vote, has bien tu trabajo Em — y con la misma sonrisa triunfante se retiró.

Pronto llegaron a ella las mucamas y Eduard, ya preparados para tratar sus heridas, con suma delicadeza la llevaron a su cuarto. Cada escalón se volvió una tortura, sus heridas se contraían y le dolían como el infierno.
Mientras ella se partía en dos por los golpes, ambos tomaban té en aquel cuarto donde Emily rogó por perdón muchas veces antes de hoy y como lo haría por la eternidad.

— ¿Cuánto tiempo le queda? — pregunta la mujer.
—¿Por qué? — respondió el hombre —¿Sabes es muy difícil encontrar una hija tan servicial?
— Tu muy bien sabes porque esa idiota aún aguanta, pero recuerda que cuando esto acabe — una sonrisa macabra se dibujo sobre su cara — Yo acabaré con ella, y acompañará a su hijo muerto.
— ¡No debiste matarlo! — grito el hombre
— Matarás a nuestro hijo pronto ¿Cuál sería la diferencia?
— ¡Ese no es mi hijo! Dejo a su padre por una maldita mocosa.
— Sólo salvó a la inútil de Marisol ¿Sabes tiene una hija? Cómo abuelos deberíamos de visitarla ¿No crees?

La situación había cambiado, ambos sonreían, y el tenso ambiente de antes había desaparecido.

— Pronto los veré arrastrando se y esa pequeña será la nueva Em — pronóstico.
— No cariño— refutó la mujer poniendo su mano sobre el rostro de el — Ella será ... creo que su nombre es Valeria. Entonces será Val.
— Un nombre patético, como la madre.


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