CAPITULO 12

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— Doctora Shepard, ya están el quirófano.
— Está bien — había llegado tan rápido como pudo al hospital — Olvida, pronto estará aquí el paciente del doctor Tom, el que llegó por la herida de bala.
— ¡Oh Marcus! — esta chica no ocultaba su interés en aquel paciente.
— Si ese es su nombre, si, él, pide los datos de sus familiares si es que no llega con ellos.
— Si doctora.

Las puertas se abrieron para ella, pronto llegaron a ella otras enfermeras que cubrieron su uniforme con una bata quirúrgica, y los guantes de látex mientras su compañera pelirroja le informaba de la situación; aquel chico quedaría paralítico, pobre de él, ya no había nada que hacer, el daño había sido demasiado; pero aún no querían rendirse, las horas pasaron, el cansancio se estaba haciendo presente, pero seguían sin rendirse, reconstruir sus huesos no fue tan sencillo pero si menos complicado que el daño en su columna que como milagro no había llegado a su médula espinal.

Ya en amanecidas ambas salieron de aquel quirófano exsautas, pero con una sonrisa en el rostro; siguieron el camino de los pasillos hasta la sala de espera dónde ya estaban sus padres con aquel hombre que había sido paciente de Emilia.

— Buenos días, soy la doctora O'coner
soy la doctora a cargo del caso de su  hijo, por el momento se encuentra post operatorios — Marcus no podía dejar de ver  atentamente a los ojos de Emilia a pesar de que ella no decía nada se notaba que estaba muy cansada —  su hijo tuvo un gran accidente por fortuna con la doctora Shepard pudimos reconstruir ambas piernas y evitar el daño permanente en su columna, podrán verlo en una s horas.
— ¡Muchas gracias! — exclamó el padre del muchacho mientras su esposa las abrazo expresando todo su agradecimiento.

Ambas se alejaron de la pareja, ya había hecho su trabajo ahora dependería de la voluntad del chico por seguir adelante, la rehabilitación no sería fácil y pasaría mucho tiempo antes de que volviera a tocar el frío del suelo. Ellas lo sabían pero no los agobiarian con eso, al menos no por ahora, y no ellos tal vez si con aquel estúpido imprudente que decidió pasar la luz roja y ahora estaba postrado en una cama, con él es quien tendrían que ser duras si es que quería salir de aquel hoyo donde se había metido.

La cafetería del hospital no sería el mejor lugar para tener un buen desayuno pero era el único abierto a las 4 am, y por lo menos Emilia necesitaba un buen café porque ya sentía los estragos de estar despierta por casi 4 días, con siestas de 15 minutos. Lastima que no pudo lograr su cometido, pronto apareció delante de ella ese a quien más quería evitar.

— Hola — dijo estaba tan nervioso, no por su amigo, por ella se notaba en lo rosada de su cara — ¿Podría hablar con contigo?

Patricia miro a Marcus, a quien obviamente reconocía por su heroica historia y los rumores del hospital, por lo rápidamente entendió a quien se refería.

— No vemos Emilia, me llaman —  exclamó y corrió con rumbo a  Urgencias

Habían quedado ahí, ambos sin expresar palabra alguna has ta que Marcus decidió romper el silencio.

— Gracias por llamarme — él tenía una mano en su nuca y la otra en el bolsillos, vestido con unos jeans y un polo blanco que hacían notar aún más la palidez de su rostro.
— Era lo que tenía que hacer — De verás que Emilia cuando quería si que podía ser más fría que el hielo y este era uno de los momentos cuando ella quería.
— ¿Cómo supiste que debias llamarme? — pregunto él pobre esperanzado.
— El chico no tenía identificación pero lo reconocí por su ropa, el vino ayer preguntando a qué hora te darían de alta, más bien me sorprende que estés aquí ¿No deberían estar descansando?
— ¿Ahora te preocupas por mi? — de verdad que no se podía ser más dulce que este chico, su dulsura derretía el témpano de hielo que era Emilia, porque su cara tenía ese color rojo inconfundible.
— Deber... — no pudo terminar la frase por qué su cuerpo se entregó a la gravedad, para caer en los fuertes  brazos de Marcus.

Sería muy romántico, si no fuera porque no reaccionaba, y su cara se volvía más blanca con el pasar de los minutos. Sin pensarlo demasiado la tomo sobre sus brazos, al diablo con el dolor, tal vez se le abrirían los puntos pero no podía dejarla ahí;  ante la escena muchos doctores se asombraron y se acercaron a ver, uno de ellos tomó su pulso y evaluó sus ojos con una linterna, lo ayudo a llevarla a Urgencias, no es que entre ambos se compartieran el peso de pobre chica, no eso sería muy gracioso, Marcus la cargo todo el camino, mientras el doctor delante de él  le abría las puertas bloqueadas, ya que solo eran para el personal autorizado.

— ¡Por dios! ¿Que sucedió! — grito Patricia, la había dejado hace poco menos de 10 minutos, cómo es que había terminado así se preguntaba por dentro.
— Calma O'coner, estaban en la cafetería, pero ella aparentemente se desmayo ya la revisé por ahora todo bien — "bien" fue esa  palabra tan bonita que la saco de quisio.
— Si tan "bien" que no reacciona, y tú Príncipe azul ya déjala en la cama — Definitivamente Patricia era la mamá gallina del corral y todo hacían lo que ella pedía no por nada era la Jefa de cirugía.

Marcus sonrió ante la ocurrencia, pero le hizo caso, si hay alguien aquí que entiende mejor el cuerpo humano y sus misterios, sin dudas es ella. A Emilia le sacaron pruebas de sangre y cuando sus resultados salieron, le administraron un suero, que según la Jefa eran vitaminas ya que la señorita de Hielo estaba demasiado desnutrida y tenía agotamiento por trabajar sin descanso y sin comer adecuadamente.

Marcus no retuvo su sueño y ahí al lado de su doctora de Hielo se quedó dormido con sus manos sosteniendo la de ella y su cabeza pegada a ellas, habrían pasados un par de horas cuando ella por fin abrió sus ojos, le dolía el brazo dónde estaba conectado el suero y el otro estaba adormecido por cuerpo que dormía sobre el.

— Oye, oye — dijo mientras retorcía su brazo adormecido —  ¿Marcus?
— Que gusto que sepas mi nombre — respondió con la sonrisa la más grande del mundo.
— Si ya estabas despierto, te pudiste a ver quitado más rápido.
— Si puede ser — estaba siendo sarcástico con la persona equivocada y pronto lo sabría.
— Deberías de dejar ir haciendo cosas que no te incumben, como atravesarte entre las balas y por supuesto de tomarte libertades como tocar mis manos.

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