CAPITULO 7

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"Nada puede fallar Em, lo que pase en nuestro futuro ahora depende de ti, no me falles" 

El amor te puede cegar por completo embriagandote en la más dulce fragancia, pero los venenos también pueden ser dulces, muy pero muy dulces. Su corazón siempre estuvo solo, esa noche donde todo se transformó, esa noche donde dejó a su hermano y hermanas atrás, esa noche todo cambio, su corazón ya no será lo que un día fue ahí se pudrió y se pudrira para siempre en su pecho lo único que espera es poder arrastrarlo al lodo junto a ella.

"Ya está en Miami, nos vemos pronto..."

Miami.

— ¿Smith? — pregunto la doctora, eran las típicas rondas de hospital, el momento perfecto para aterrorizar residentes.
— Alberto Díaz, se le práctico un transplante de médula hace ... — el pobre chico no lograba ver a la doctora, talvez su belleza no era comparable para el pobre.
— ¿Cómo se siente el día de hoy señor Alber? — su sonrisa coqueta nunca le fallaba, y eso alegraba al anciano en la cama que la veía con ojos embelesados — ¿Alguna molestia?
— A decir verdad...me duele un poco aquí — el anciano no se quedaba atrás y con gesto de dolor señaló su corazón — mi corazón no deja de palpitar cuando está aquí y duele mucho ya cuando no está ¿Usted crea que sea grave?
— No lo creo pero mandaré a Diana más seguido para monitorear su presión — la sonrisa de ella se uso más grande al ver la cara de disgusto del pobre hombre —  No vemos pronto Alber.

Treinta y seis horas para un doctor no son nada, menos para un cirujano, cada hora hay una persona en su quirófano debatiéndose entre la vida y la muerte o una vida más larga, siempre han dicho que a los cirujanos les gusta darse aires de Dioses, pero no es así o bueno no necesariamente en esos términos digamos que son más como la mano de Dios, aquella mano a quien no se le tiene permitido fallar.

— Doctora Shepard, el paciente de 244 , ha despertado, y la policía ya avisó a sus parientes,  — informo la enfermera desde su puesto.
— Entonces iré a verlo, después de todo no todos los días tenemos valientes hombres que se lancen a las balas por los demás — dijo con ironía a lo que la enfermera de tes oscura y contestura delgada respondió con una gran sonrisa.

Y sin más se perdió de la vista de aquella enfermera recorriendo los pasillos de ese gran hospital que se sentía como un hogar para ella, el cuarto del héroe es como los demás en post operatorio y la cara de ese hombre no veía tan mal como debería, cosa que era bueno porque esa bala no fue nada bonito. A medida que se acercaba notaba cada vez los rasgos de este hombre misterioso, ese cabello largo y esa pequeña barba que lucía muy seductora.

— No me gusta que me miren demasiado — respondió aquel cuerpo tirado sobre la cama — Es un gusto volver a verte, aunque no entiendo el disfraz de doctora — aquellas palabras la sacaron de órbita, no recordaba haber visto a un hombre tan guapo como el.
— ¿Cómo se siente señor ... — tardo un segundo en ver su nombre en el expediente — Cronwhal?
— Te dije que me llamaras Marcus, Preciosa — "¿Cuándo había dicho aquello? ¿Es que estaba muy cansada para recordarlo?" Trataba de hacer memoria pero nada se le venía.
— Discúlpeme, creo que vendré en otro momento, tal vez cuando su coqueteo barato se haya detenido — ya había perdido los estribos, ella no era alguien a quien le gustará jugar prefería las cosas directas y sin filtro — y también agradecería que no me tutee.
— ¿Cuándo te volviste tan amargaba? ¿Acaso no viniste todo el camino desde Los Angeles? — el hombre había perdido la razón para ella — ¿No serás una acosadora? Ese día olvide pedirte tu número.

— Doctora la necesitan en urgencias — dijo el interno que solicitaba su ayuda desde la puerta — accidente múltiple,es una familia entera.
— Está bien, vamos — respondió, como la cirujana de trauma que era ella debía estar ahí.

— Espera ¿Doctora? No eras modelo — Marcus estaba muy confundido no lograba comprender lo que pasaba " ¿No es ella aquella chica del bar? " ese pensamiento paso por su cabeza.
— Mi nombre es Emilia Shepard, cirujana de trauma — dijo mirando a Marcus — Karev manda alguien de psiquiatría — esta vez su mirada se poso sobre su pobre interno.

Las cosas ya eran lo suficientemente raras con el loco de post operatorios pero encontrase a una madre y a su hija atrabezadas  por  un tubo la hizo dejar de lado su reciente encuentro. Está sería una cirugía muy larga pero de ella dependían aquellas mujeres que pese a su estado seguían concientes y hablando entre si, Emilia no quería rendirse tan rápido pero sabía qué una de ellas podría morir.

Las horas pasaron, entre sangre, su  bisturi, el quipo de cirujanos y las enfermeras, todos tratando de salvarlas a ambas; sacar el tubo no fue difícil, eso vendría después al tratar de reparar lo que el tubo había dañado dentro de cada una de la mujeres.

— Hora de la muerte 23:06 — esas palabras resonaron en la habitación, la pobre mujer que ya hacía en su quirófano se había desagrado debido al daño en su abdomen — informaré a los familiares.

Después de cada cirujía, son los pasillos de hospital que la acogen, que mirar la felicidad en su rostro y también la desepción cuando pasan cosas como está, Emilia conoce desde hace mucho tiempo que llorar por una muerte no traerá a nadie de vuelta, le costó aprender eso pero ahora sí corazón ya se acostumbro pero que hay de aquellos que esperan en sala de espera, que de hay de todos aquellos que esperan que la muerte no les llegue a sus más preciados familiares.

— ¿Familiares de Rebeca Stevens? — unos señores, probablemente sus padres se acercaron a ella, la mujer lloraba en los brazos de su esposo pero aún tenía esa mirada de esperanza, pero eso se desvaneció muy pronto al ver la expresión de Emilia.
— ¡No! ¡No mi bebé! ¡Mi hija no por favor! — la desconsolada mujer se refugio aún más en los brazos de aquel hombre que soltaba sus primeras lágrimas.
— Hicimos lo que estuvo en nuestras, pero el daño fue demasiado grande y su... — ella no pudo terminar la oración, su cara dolía por la cachetazo que le propinó aquella mujer que ahora la miraba con furia.
—¡Cállese! ¡Asesina! ¡ Usted mato a mi hija¡ ! No deberían dejar que doctores ineptos como usted traten con pacientes! ¡Asesina! — y así siguio repitiendo hasta que su esposo la abrazo.
Doctores que habían presenciado la escena, no dijieron nada, en la sala de espera eso era normal aunque para Emilia era su primera vez como protagonista, los familiares de sus pacientes habían llorado, desmayado he incluso vomitado pero nunca le habían golpeado. Quedó en total estado de inconsiencia solo fue hasta que su colega la tomo del brazo que supo que el ya había informado de el estado de la otra paciente; pobre cuando despertara y supiera que su madre no estaba tal vez también se le de por culpar a la doctora.


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