CAPITULO 20

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¿Alguna vez haz oído el lamento de una madre? ¿Haz sentido tu corazón romperse ante una súplica? O ¿Se ha roto tu cordura en busca de una explicación?

Una lágrima puede ser mucho más dolorosa de ver si es en el rostro amado, y no poder hacer que se detenga destruye aún más el corazón. Dios era testigo de su profundo amor, que en vez de alejarze ante la perdida se mantuvieron firmes a la esperanza de que volvieran.

— ¡No puede ser posible! — gritaba entre lágrimas — ¡En algún lado tienen que estar, la tierra no se las pudo haber tragado¡ ¡Es usted el que no está haciendo bien su trabajo!

— Señora es hora de considerar la opción de que estén muertas — decía el investigador — No hay  rastros que seguir.

— !No! ¡Me rehusó a creerlo! — grito nuevamente — Olvídelo, está despedido ¡Retiresé !

El razonar era imposible con aquella mujer, que su identidad como madre aún las sentía en su corazón, abrazo su pecho buscando en ella el calor que un día dejaron sus hijas entre sus brazos. El tiempo había sido cruel para ella, volviendo cada año lejos de ellas en una eternidad dolorosa y tormentosa pero a la vez también en jubiló por estar acompañada de un hijo maravilloso que supo entender sus ausencias como madre.

— No las encuentra Mike — gemía y lloraba en los brazos de su esposo — Las quiero conmigo

— Lo sé cariño. Lo sé  — susurro en su oído — Pronto las hallaremos Marian.

— ¿Dónde estarán? ¿Que estarán haciendo? ¿Están juntas? — preguntaba — Mike  hay tantas cosas que quisiera saber ... Pero lo más importante es ¿Si son felices?

No pudo responder, sabía que cualquier cosa podía haber preparado la vida para ellos y con fe encontrarían a sus hijas pronto, él tan solo pedía que estuvieran sanas y tal vez abiertas a la idea de dejarlos participar en su vidas.

— Pronto las encontraremos — dijo y se abrazo más al cuerpo de su esposa tratando de que sus palabras le llegarán aún más.

Marcus admiraba y anelava el mismo amor que tenían sus padres, fuerte y duradero pero en su pequeño gran plan habían dos problemas, el primero, la persona que quería para hacer eso lo rechazaba y el segundo, así lo aceptará no pasaría de una noche, o dos con algo más que suerte.

El sabía que feo no era, las mujeres haciendo fila por él no serían en vano, lastima que no vieran más allá,  inteligente, romántico, culto, humilde y de bonus rico,  entonces por qué tanto rechazo. Era posible que incluso le doliera más la cabeza que la herida de tantas encrucijadas , rasco su nuca y los presentes en la sala se tensarón, estaba en medio de una reunión y aunque él no fuera tan serio su presencia no transmitía eso y sus acciones asustaban a los empleados, que interpretaban su cara en desaprobación, y la pobre chica frente al reflector miraba de un lado a otro en busca de alguien que la ayudase pero solo conseguía miradas lastimosas que la llevaban a imaginar un temprano despido. El callado ambiente lo llevo a alzar la mirada y con un movimiento de manos indico que continuará, después de un respiró y un vaso de agua la pobre que ya hasta temblaba prosiguió con su plan turístico para aumentar la aflicción de gente para los siguientes meses.

Terminada está, corrigió los pocos errores que habían en el plan y pidió el documento nuevo para aprobarlo cuánto antes, ella sonrió ante lo que para ella era un gran logro y vaya que si lo era pero los demás no pensaban así de una joven novata que apenas llevaba un año de trabajo.

— ¡Muchas gracias señor Presidente! — dijo antes de que entrará al ascensor — ¡No lo defraudaré señor!

Aquella chica era por mucho más baja que su doctora, con el cabello más oscuro y tal vez más atrevida por la falda que usaba pero su cabeza le jugó una mala pasada  llevándolo a pensar que era ella quien estaba frente a él y no la novata.

— Eso espero — dijo con una sonrisa ladeada, su secretario se sorprendió por su inusual coqueteo.

— Claro señor — respondió con una sonrisa.

— Marcus — dijo inconciente de quién se lo decía, para reaccionar sólo cuando el señor Rodríguez  tosió un poco menos que disimuladamente.

— No tenemos que ir señor.

— Si claro — dijo mirando a su secretario y retomo su camino, conciente de que ya no podía aguantar un segundo más sin ir a verla.

El timbre de su celular le dió luz verde a sus incontrolables deseos.

"Niño bonito ¿No vas a venir a ver a tu amigo?"

Decía el mensaje, y la sonrisa de oreja a oreja que se tatuó sobre su cara añadido al cambio de piso que hizo le indico al pobre hombre que lo acompañaba que él estaba en medio de un gran iceberg  y el Titanic a punto de colisionar y lo más prudente era ponerse a buen recaudo antes de ahogarse en el frío mar.

— ¿Señor muevo sus reuniones para mañana? — pregunto Rodríguez.

— Si Manuel — dijo — No, mejor déjalo para pasado, mañana también estaré ocupado.

— Si señor — logro decir antes de que su jefe se alejara del ascensor.

Decidió conducir el mismo y tomar el control de la Chevrolet Aveo negra,  su llegada al hospital fue bastante rápida a diferencia de su entrada que estuvo acompañada de miradas de numerosas enfermeras, las doctoras eran más serias y disimuladas en sus intenciones al menos, bueno al menos la mayoría.

Pregunto por su escusa, bueno su amigo pero él estaba descansando, como le dijo su doctora la recuperación iba a ser muy lenta pero si conocía como conocía a Rick no se dejaría vencer tan fácil y menos si tenía a amigos que lo estuvieran jodiendo cuando quisiera rendirse. Sus padres habían ido a casa a cambiarse según la enfermera y la única visita que había venido ya se había ido desde hace rato incluso antes de que se durmiera.

Pronto ubico a su objetivo que conversaba de lo más tranquila con un doctor, que a lenguas se le notaba su interés por ella, quiso romperle la sonrisa para que ella ni siquiera lo volteara a mirar pero se le ocurrió algo mucho mejor, era estúpido ser celoso cuando no eras nada para el objeto de tus celos pero ahí estaba el sentimiento y se hacía más grande ante la ausencia de algo que los uniera, apresuró su caminar y así terminar esa animosa conversación que mantenian pero cuando un beso cayó sobre los labios de ella todo perdió sentido, el buscarla sería inútil si ella ya tenía a alguien, el celarla lo haría aún más imbécil por creerle y reclamarle sería darle el lujo de mostrarle lo idiota que se veía esperándola.

Recordó aquel momento en que le reclamo por sentirse una tercera y saco su celular, unos cuantos tecleos sobre la pantalla y desapareció del edificio.

El choque de sus labios, no el de ella y de Marcus cómo se moría por hacer si no con el del guapo doctor frente a ella, solo le sirvió para imaginar cómo serían los labios de aquel chico de ojos azules claros y cabello cedoso al que pronto vería,  cuando su apuesto colega de cirugía plástica intento moverse un poco en su boca apartó rápidamente el rostro, quizás semanas atrás esto no sería de gran importancia y no pasaría de un beso casual pero ahora se sentía ¿Asqueroso? ¿Sucio? No había una palabra para describir la extraña sensación que cubría su cuerpo a pesar de no ser la que tomo la iniciativa.

— Tal vez en otro momento — dijo sonriendo — Me tengo que ir.

Cuando estuvo lo suficientemente lejos de las habladoras enfermeras comenzó a revisar su celular que minutos antes había anunciado un nuevo mensaje.

"Tienes razón, no es bueno ser la tercera rueda"

Decía, por los escasos detalles del mensaje no lo entendió por completo hasta que cayó en cuenta de lo que había ocurrido en los últimos minutos, y si podía haber visto tal escena sin comprender nada. Quiso matarlo por su estúpida capacidad de deducir,  si por lo menos hubiera hecho una buena suposición. Timbró una vez no contesto, timbró otra vez y esta vez de frente la  mandaron al buzón, bien si no quería contestar chevere por él, ella no rogaba a nadie ya volvería si quería pero, que no esperaze,  que Emilia no lo mandara a Plutón  cuando se diera cuenta de la mierda que estaba haciendo. Guardo el teléfono en bata y con el diablo metido dentro de ella fue a buscar a algún moribundo que necesitase su ayuda y así poder quitarse este estrés que le estaba causando por primera vez un hombre.

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