Relato de Buenas Noches.

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Abandoné la taberna bien entrada la madrugada, había bebido, no demasiado pero lo suficiente para sentir sus pesados efectos.
En ese momento, solo necesitaba respirar paz, así que decidí alejarme de la pequeña ciudad y me adentré en el bosque.
Pésima idea de la cuál me arrepentiré toda mi existencia.
Después de vagar entre tropiezos y dando tumbos durante 15 minutos, divisé, no muy a lo lejos, una hoguera con un buen grupo de personas a su alrededor. Corrí hacia aquel lugar. A medida que me iba acercando, me aterrorizaba lo que estaba viendo.
Aquello a lo que llamaba personas en algún momento lo fueron, eran cuerpos en estado de putrefacción, riendo de locura mientras bailaban entre las llamas y bebían cálices con sangre.
Estaba llena de espanto, deseando de que aquello fuera un mal sueño, pero por desgracia era muy real. Tan real que uno de ellos me agarró del brazo y me metió con él dentro de aquel círculo de fuego. Sorprendentemente las llamas no me hacían daño, no me quemaban, no las sentía. Esto me dejó más cagada, ¿Qué cojones está pasando?
-Vamos, baila con nosotros.-Dijo uno de ellos, con la voz profunda, fría y rasgada.-Te divertirás.-Esbozó una sonrisa malévola que me congeló los huesos.
Me obligaron a bailar, a beber sangre con ellos, en el fondo me divertía, pero me quería ir.
En cuanto su atención se desvió hacia otra criatura, mucho más grande y terrorífica, yo traté de escapar de aquel círculo, pero el recién llegado me atrapó y me puso cara a cara contra él.
Su rostro era sacado de las pronfundidades del infierno, sus ojos eran negros y rojos.
Era una criatura enorme, por lo menos de unos tres metros, iba vestido con una túnica negra y era muy delgado.
-Una vez que empiezas a bailar, nunca te podrás marchar.-Su voz era grave y afilada.
-Deje que me vaya, por favor.- Le supliqué, mientras por dentro, rezaba por primera vez en mi vida. Aquella criatura del inframundo se empezó a reír.
-Te dejaré marchar, pero con una condición.
-¿Cuál?
-Que me hagas regalos.-Le miré confundida.- Me gusta que me regalen almas, y si son las más puras mejor.-Sonrió con malicia.-Pero necesito una garantía de que me vas a hacer esos regalos.-Dijo mientras me agarraba del cuello. La respiración cada vez se me hacía un poco más complicada.-Tranquila, te va a doler un poco.-Apretó un poco más y sentí como todos mis órganos internos reventaban  por dentro. Aullaba de dolor mientras mi boca y mi nariz chorreaba de sangre.
Después de haber absorbido toda mi vitalidad, me tiró al suelo.
Yo aún seguía viva, y no entendía como era eso posible.
-Espero que así caces mucho para mí, vasalla.- Mi vista cada vez se nublaba, hasta que al final cerré los ojos.

Cuándo desperté, me encontraba en medio de un círculo de cenizas, mi ropa estaba algo desgarrada, mis piernas y brazos estaban arañados y no unos normales, eran arañazos profundos, como si unas garras me hiciera esos cortes para que me desangrara, mi piel estaba más pálida de lo normal y mis ojos se volvieron completamente negros.
Cuando me senté y crucé las piernas, me empezaron a rugir las tripas. Tenía hambre, pero no me apetecía nada usual...
Más bien me apetecía comerme un corazón humano, mientras me bebo un vaso de sangre.
Aquella cosa, no sé a ciencia cierta que cojones era. Lo único que sé, es que ahora, solo vive mi conciencia mientras mi cuerpo se descompone, esclavizada por la necesidad primaria de alimentarme y por el deber de regalarle almas a mi jefe.
Así que... Te recomiendo no pasear por el bosque, y si lo haces, no vengas solo.
Tengo mucha hambre, y si solo te como a ti quedaré con muchísima hambre.

El Vertedero.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora