XVIII

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Investigación

Todoroki estaba cansado. El trabajo de héroe era extenuante y había días en los que caía rendido en la cama, pero nunca le había causado esa sensación de desasosiego, un desapego que le hacía olvidar lo bueno de un trabajo que le encantaba.

A veces estaba enfadado con (T/N), con el mundo y, luego, siempre llegaba a la conclusión de que estaba molesto consigo mismo, y la única manera que hallaba para lidiar con ello era sumergirse en el trabajo, aceptar casos nuevos y seguir investigando al villano sin rostro que había atacado a su novia —¿podía seguir llamándola así cuando no se habían comunicado por casi un mes?—.

No se había atrevido a escribirle o, mejor dicho, a presionar el botón de enviar. Sus dedos marcaban las teclas frenéticamente, pero siempre titubeaban al final hasta disuadirlo de comunicarse con ella. Después de todo, qué podía hacer para remediar sus horribles palabras. Quiso hallar consuelo en aquella vez que ella había dicho que no podía molestarse con él, y pensó, por un insensato segundo, que eso lo escaquearía de su ira, aparte de que él siempre procuraba no hacer algo indebido, esfuerzo que ella también hacía.

Le aterraba ver cómo todo lo que había construido se derrumbaba. Después de todo, extrañaba regresar del trabajo y poder ir con ella para embriagarse en su aroma y dejarse relajar por su apaciguante compañía. Llegar al hogar Todoroki, después de haber conocido lo que era realmente sentirse a gusto en un sitio, se le antojaba casi alienante, a pesar de que alguna vez creyó que ese era su hogar.

No se quejaba de sus hermanos, y su corazón saltaba de regocijo cuando su madre les daba una visita sorpresa, además, tampoco le molestaba la presencia de Enji tanto como en antaño. Sin embargo, no estaba (T/N) y se sentía incompleto sin ella, como, recapacitó, se había sentido durante toda su vida.

Le sorprendió lo fácil que podía morir aquello que lo hacía sentir vivo. No se sentía dependiente de ella, porque ambos se habían ayudado a crecer en varios aspectos, a darse cuenta de lo valiosos que eran cada uno. Aunque, Todoroki sabía que juntos hacían un excelente equipo y, quería creer, brillaban un poquito más que solos.

Aoyama, aquel día que se habían conseguido en una cafetería a las afueras de la ciudad, había adivinado que estaba atravesando una ruptura amorosa. Aunque, obviamente, Todoroki había insistido que no podía ser una ruptura cuando las dos partes involucradas no habían quedado de acuerdo; por supuesto, si ella quería que se separaran, no pondría objeciones, pero, en lo personal, él quería buscar una forma de arreglarlo.

Pero con las palabras de Aoyama, Todoroki supuso que así era como debía sentirse alguien después de separarse de la persona amada. Y, debía admitirlo, era una sensación desesperante que se le arrastraba por debajo de la piel y apuñalaba cada terminación nerviosa para provocarle aquel dolor físico que lo extenuaba.

Escuchó muchos consejos por parte de Aoyama para superar esa fase, pero, al finalizar su rimbombante discurso, lo sorprendió diciendo:

—Pero, por tu expresión, imagino que no quieres superar ese dolor. No soy experto en romances convencionales, pero deberías intentar solucionarlo antes de que sea demasiado tarde —pausó para meterse una fresa en la boca y saborearla con paciencia—. Esa chica de la que hablas, para haber conseguido que alguien como tú se enamorase, supongo que debe tener un corazón de oro capaz de perdonarte si sabes elegir bien tus palabras.

—¿Mis palabras? —cuestionó Shouto, fregándose un ojo, presa de su cansancio crónico.

—No me mires así, que no te puedo dar un guion cuando deberías ser tú el que mejor la conoce —cantó, sonriendo al notar que la expresión de Shouto se volvía un poco más esperanzadora—. Esta vez invito yo, y, cuando te reconcilies con tu madeimoselle, puedes invitarme a comer.

Acuarela Facial || Todoroki Shouto x ReaderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora