Capitulo XXVll

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Entro al apartamento, Paula y yo hemos decidido que si vamos a extender nuestra estadía acá en Buenos Aires, lo mejor sería conseguir más cosas para nuestra comodidad, pero mi mandibula se abre simultáneamente a cuando mis ojos se topan con todas las plantas que Paula ha puesto en el balcón del lugar.

Pongo las llaves sonoramente en el mesón.

—Pero que...—Tartamudeó pero ninguna oración termina de salir de mi boca.

—Este lugar necesitaba algo de naturaleza. —vocifera ella saliendo del baño, mientras apunta al lugar como si de una gran obra de arte se tratara.

—A vos en serio cada día se te va otro tornillo verdad. —Replicó en una pregunta que suena más a comentario aún sorprendida por todo lo que puedo observar.

—A vos ni con pasar una noche apasionada con tu amor se te va lo ácida ¿No es así? —Me contesta siendo tan pasiva agresiva como acostumbramos a ser.

—Cállate tarada. —Me limito a responder mientras tomo asiento en el sofá y tiro la mochila a mi lado.

—¿La pasaste muy lindo cierto? —Ella vuelve a su tono normal, y parece que puede sentir mi felicidad.

Yo asiento, sintiendo mi mariposas en mi estómago volviéndome a sentir de dieciséis años nuevamente.

Yo la miro a Paula, y puedo sentir la total confianza que le tengo.

—Yo, a penas ahora me doy cuenta que. —Tomó una pausa, mientras busco las palabras correctas para describir lo que siento. —Que lo único que me detenía de estar con el eran mis propios miedos. Me siento mal de todo el tiempo perdido, y que haya tenido que esperar a que tantas cosas pasaran para recién poder sentirme así. Y me siento mal porque dejo a una persona de años por mi, dejo lo seguro por mi. No sé si yo sería capaz de hacer lo mismo. —Terminó se hablar con un poco de angustia en mi tono de voz.

Paula me mira con reproche..

—Camila por favor no vayas a empezar con que te querés volver a Bariloche porque te asfixio con la almohada. —Me amenaza bromeando, o eso espero yo.

—No tarada. —Digo entre carcajadas. —Solo que me siento mal. Creo que no me puedo perdonar por haberle hecho tanto daño alegando que quería protegerlo. —Rasco ma parte de atrás de mi cabeza, y bajo mi mirada.

—Pero ahora estás con el, y te ama. Se aman. Y se están disfrutando del otro. Aprovéchalo, que es lo que siempre has querido. —Recita Paula.

—Yo se. Pero este miedo de yo no ser lo que él se merece, o de que me ame más a mi que a él se mantiene. Quiero quitármelo porque por más que lo ignore ahora, se que después me va a traer consecuencias.

Paula me mira, parece estar analizando toda la situación, o a mi.

Ella se levanta y se acerca a su mochila de mano, toma un cuaderno y arranca dos hojas de este. Luego la veo sacar dos lapiceros de distinto color: Rojo y negro.

—Toma. —Me dice entregándome los objetos.

—¿Para qué es esto no entiendo? —Pregunto desentendida.

—Acá vas a escribir dos cartas con todo lo que sentis. Todos tus miedos, tus preocupaciones y tus malos sentimientos. En este otro papel, vas a escribir todo lo lindo, lo bonito. Todo lo hermoso que sentis junto a él.. Vos vas a elegir con que color de pluma vas a escribir ambas cartas. El color rojo va a ser lo que pese más en ti, y en color negro lo que no querés sentir más.

—¿Por qué?

—Porque a veces siento que lo que en realidad querés eliminar son tus sentimientos hacia Benjamín, no lo otro.

Esas palabras por alguna razón me duelen, pero se sienten como cuando descubres una verdad que no querías saber.

Yo la miro temerosa. No por miedo a ella, pero por miedo a mi. A qué es lo que haga que pese más en mi. Asiento aceptando su penitencia.

—No me digas a mi de que color vas a escribir. Es algo que es para ti, una vez lo hagas guardas ambas y pues, ahí sabrás que es lo que tenes que hacer. Lo que te pese más.

Yo asiento, en señal de compresión y no digno más nada

—Bien. —Dice ella levantándose y volviendo a la cocina.

—Por cierto. —Habló mientras pongo ambos papeles sobre la mesita de centro. —Hoy Benjamín y Felipe vendrán a la noche. —Anuncio.

—Bien, que ellos traigan la comida porque yo no pienso hacer nada. —Yo rio ante lo que acaba de decir, pero no respondo mas. Me concentro en lo mío. Empiezo a escribir:

Mi corazón palpita a tales puntos indescriptibles cuando tú sonrisa se sincroniza con mis ritmos cardiacos. Quiero abrazarte y perderme en tu aroma eternamente, sos donde me siento protegida, donde me siento única, y donde soy feliz.

He pensado en nosotros por tantos años, fantaseado en tantos espacios inexistentes donde estoy junto a ti porque sinceramente creí completamente acabado lo nuestro. Rogando a mis adentros que haya una vida más allá de esta que conocemos para ahí volver a verte y hacer las cosas bien.

No sé a quien atribuirle esta nueva oportunidad que tengo. Puede ser a un Dios, una fuerza superior, una energía pero sinceramente nada de eso me importa.

No me importa porque ya te tengo aquí, a mi lado. Ya estamos juntos, y no quiero estar lejos de ti mientras tu aún me quieras cerca.

He comparado varías veces lo que siento por ti con lo que he llegado a sentir por otras personas y, aunque no tengo duda alguna de que las quise de distintas maneras pero fue demasiado, la manera en la que te he querido a ti supera cualquier explicación, el entendimiento y comprensión de todos, porqué ni yo lo entiendo.

Pero entiendo que eres donde pertenezco, aunque me ha costado aceptarlo siempre fue así, porque siempre vuelvo a donde ti.

Termino de escribir sobre el papel, con una sonrisa que no estoy segura en que momento se formó en mi rostro. Me siento satisfecha y creo completamente innecesario escribir sobre el otro papel, pero solo bastan dos segundos para que el mismo sentimiento amargo que se siente como un pequeño punto en mi corazón vuelva aparecer.

Dobló el papel, y lo meto en mi mochila, mientras tomó el otro lapicero a escribir el otro.

El Último Adiós de un Gran Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora