Capitulo XXV

943 68 14
                                    

El singular ruido del timbre me despierta. Paso mi mano por mi cara, y un bostezo sale de mi boca sin previo aviso. Me cuesta abrir los ojos, y me pregunto quien puede ser la persona que toque el timbre a estas horas de la mañana hasta que veo mi celular y noto que son las dos de la tarde.

Me levanto apresurado, la noche anterior me había costado conciliar el sueño con todo lo que había pasado con Martina, definitivamente no era costumbre mía despertar a estas horas.

Me apresuro a la puerta, y la abro con sumo cuidando, preparandome mentalmente para seguir con la discusión que Martina y yo decidimos, muy seguramente posponer, pero a quien encuentro es a Camila parada frente a mi, siempre igual de hermosa.

—Hola.—La saludo sin intentar evitar que mi sonrisa se forme, dejando que deje ver mi notoria felicidad ante su presencia.

Ella me devuelve el saludo, también sonriéndome. Esa acción produce un pequeño calor en mi pecho, y yo me quedo en silencio admirando cada facción de su rostro.

—¿No...Me vas a dejar pasar? —Me pregunta dudosa mientras que su sonrisa se vuelve forzosa, y lanza una risa tímida.

Yo despierto de mi trance, y me siento cómo un total idiota al no haber reaccionado antes. Me muevo hacia un lado dejandole el camino libre para que pase.

—Perdóname por no avisar que vendría. —Se disculpa mientras camina unos cuantos pasos al pasillo. Ella mueve su cabeza rítmicamente, pareciendo estar totalmente interesada por la decoración de la casa. Luego se voltea hacia mi dirección, ambos quedamos a mitad de la sala.

—No pasa nada, vos podes venir cuando quieras y sin avisar. —Le digo sin borrar la sonrisa de mi cara.

La veo abrir los ojos, y parece estar buscando palabras para evitar mi último comentario.

—Tú mujer me vino a visitar hoy. —Suelta sin tacto. Su tono parece molesto y conociendo a Camila, se que muy probablemente la visita no le agradó mucho.

Yo la miro sorprendido ante la última información que acabo de recibir, y parezco olvidar todas las palabras de mi vocabulario.

—¿Martina? —Es lo único que logro pronunciar. Ella asiente, su rostro muestra un poco de soberbia ante la situación. —Pensé que...—Rasco mi cabeza, totalmente confundido, y sin saber cuales son las palabras correctas que debería decir. —Ella me hizo creer que todo había terminado bien. —Murmuro más para mi mismo, aunque se Camila probablemente me escuhó. —¿Que te dijo? En serio perdonala por cualquier cosa, no pensé...

Camila se acerca a mi, pone sus manos en mis mejillas y las acaricia.

—No me dijo nada malo. —Si voz se torna suave, haciéndome calmar. Respiro profundamente, y me vuelvo a perder esta vez únicamente en su mirada.

—¿Y entonces? —Le preguntó, mi tono de voz se transforma en uno calmado después de escucharla a ella hablar.

—Fue a decirme básicamente que te ama, y porqué te ama. —Camila toma aire, y vuelve acariciar mi mejilla derecha. Siempre ha sido su manera para mantenerme calmado. —Sabe que si tú felicidad no es con ella no hay razón para forzar el estar juntos.

Yo me quedo en silencio, y me odio a mi mismo un poco por haber pensado mal de Martina.

—Martina es una muy buena mujer, soy un tarado por haber pensado que te diría algo malo. —Respondo mientras me separo un poco de ella y tomó asiento en una de las sillas altas del meson, resoplando.

Camila observa al suelo, y pone ambas manos en sus caderas. Yo alzo mi mirada hacia ella, y la noto extraña.

—¿Pasó algo? —Pregunto con notoria curiosidad y alzo una ceja.

Ella hace un sonido, negando. Pero yo noto que miente.

—Camila. —La llamo seriamente mientras alargo la última sílaba, ella me mira, y lanza un bufido.

—Es solo qué...Me cuesta creer todo lo que estás arriesgando por mi. Ella en serio parece ser un excelente mujer. Es todo lo que buscabas. —Masculla temerosa, noto frustración en su manera de hablar.

Yo la observó un momento, volviendo a admirarla. Ella tampoco ha quitado su mirada sobre mi, está esperando a ver mi reacción ante lo último que dijo.

Estiro mis brazos para tomarla de las manos, y acercarla a mi.

Paso mi brazo sobre su cuello, y mi otra mano sobre su cadera, abrazándola. Mi mentón queda sobre su cabeza después de darle un dulce beso en los labios. Ella se recuesta entre mi hombro y mi nuca, siento como me acaricia con su nariz, y yo me tenso.

—Mi felicidad siempre has sido vos. Yo haría cualquier cosa por vos, Camila. —Le susurró al oído. La siento tensarse un poco ante mi comentario pero no dice nada.

Ella se suelta de mi abrazo y me mira a los ojos.

Nos quedamos un momento así: admirándonos el uno a el otro. Ella hace una media sonrisa, y me dice:

—No sé cómo pude vivir todos estos años sin vos. Sin el amor de mi vida.

Mi corazón da un pequeño vuelco después de escuchar sus palabras. Y aunque siento amor con todo lo que conlleva esa palabra, también un pequeño escalofrío recorre mi cuerpo, poniendome la piel de gallina. Sé que sus palabras, aunque pueden sonar tan hermosas, no son nada si sus acciones dicen lo contrario, y un miedo a que vuelva a irse dejandome sin importarle nada aparece muy escondido, que incluso me cuesta identificarlo en un inicio.

Decido ignorar cualquier sentimiento que me distraiga de Camila. De su sonrisa, sus gestos y sus facciones.

Poso mis manos tras su espalda, y la acerco más a mi cuerpo. Mis labios rozan con los suyos, y ella me llena con sus acaricias. Me pierdo en su aroma, y en como se siente su piel. Pienso en todo el dolor que tuvimos que pasar, ambos, para finalmente ahora, sentir que estoy en el mismo paraíso, aunque ni siquiera estoy seguro que exista, pero si lo hace, sé que mí paraíso es al lado de ella.

Dejo mi rostro a milimetros del suyo, veo sus labios, y antes de besarla para sentirla totalmente mía, siento que es el momento indicado para decir:

—Te amo.

El Último Adiós de un Gran Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora