Capítulo XXXIII

791 49 3
                                    


Encuentro un momento para mi en el lugar que alguna vez fue un hogar.Tomo asiento frente a la pileta, y llevo un sorbo de cerveza a mi boca.

El silencio del lugar hace que mi cabeza cree un sonido cercano a un sumbido, y mi corazón arde por tanta soledad acumulada.

Me encuentro totalmente triste, y sumiso ante cualquier idea que me haga sentir aún peor. Y todo recuerdo que aporte en traer más dudas a mi parecen querer aparecer.


—Esta gira significó mucho más que solo un reencuentro con ustedes. —Confiesa Camila cuando estoy a punto de salir de la habitación.

Yo la miro, haciéndome el total desentendido, deseando no escuchar lo que realmente en el fondo siempre he querido que diga.

Ella toma aire, rasca su ceja, y dice:

—Benjamín, yo realmente estoy muy arrepentida de no haber hecho las cosas bien contigo. —Dice con la cabeza gacha, evitando el contacto visual conmigo.

Siento mi corazón acelerar, y no encuentro palabras concretas para responder. Por un momento siento dudar sobre todo lo que creí resuelto alguna vez.

—Yo debo disculparme, por aparecer siempre cuando estás siendo feliz con otra persona, pero espero entiendas que eso es lo que más deseo. —Agrega, y luego solamente calla.

Yo la miro, siento como estoy dando todo de mi para no seguir mi impulso de besarla, y sentirla totalmente mía.

Ella me mira apenada, parece estar esperando una respuesta.

—Te he amado por tanto tiempo, Camila, pero merezco conocer algo más que solo dudas. —Respondo, creyendo que eso es lo correcto por decir.

Ella solo me observa, y luego asiente, resignada. Parece estar aguantando el mismo nudo que se acaba de formar en mi garganta, me acerco para darle un beso en su frente, despidiéndome.

Limpio la lágrima que ha bajado hasta mi nariz, y vuelvo a saborear las palabras que dije aquel día, antes de salir de su habitación.

Tiro con fuerza la lata vacía de cerveza hacia a la nada, y me acuesto en el suelo con frustración.

Busco alguna señal que me haga poder volver a confiar en Camila, que me ayude a creer que no ha huido de mi, y que esta última vez que volvió no fue solo por un capricho de ella. Que no es una mala costumbre de querer aparecer cuando conozco algo cercano a la paz y felicidad, y poner todo mi mundo de cabeza.

Todo fuera más sencillo si simplemente me dejara ir.

No, Camila, para por favor. —Le ruego. —Lo dijiste vos, ese beso era Marizza besando a Pablo, no vos a mi.

Ella hace una pausa, y está escogiendo las palabras correctas.

—Yo...O sea, no quiero lastimarte, solamente quiero que todo quede bien entre nosotros. —Choca su mano contra su pierna, y siento que me observa con lastima.

—Por favor Camila, estoy cansado, realmente cansado. —Mis ojos se llenan de lágrimas por toda la pena en mi corazón.

Me siento agotado y aturdido, simplemente todo este amor no me ha traído nada más que dolor, y tenerla cerca solo lo aumenta.

—Yo entiendo Camila, no estás obligada a sentir lo mismo que yo, pero por favor, déjame ir. —Cierro los ojos, y mis lágrimas ruedan frente a ella.

—No entiendo a qué te referís. —Responde, arrugando su frente.

—Estar cerca tuyo me está matando, si ya no sentís nada por mi, entonces no hay porqué hablar sobre esto, solo me lastimas.

—Esa no es mi intención. —Me interrumpe yestira su mano, intentando tocarme, yo me alejo.

—Si es así entonces déjame ir, déjame curarme.

Mi mirada está en dirección al cielo oscuro, y otra lágrima rueda desde mi párpado a mi oreja.

Busco consuelo en recuerdos que me brinden esperanza pero lo único que encuentro es más duda y decepción, es desesperanza.

Es agotamiento.

Es tortura.

Porque la duda es tortura, y si está relación no ha sido nada más que eso, que dudas e incertidumbre, entonces simplemente está relación es eso.

Es tortura.

Tomo mi celular, siento más soledad que nunca. No sé cuantas cervezas llevo, tal vez fumé un par de cigarrillos, y nada llena el vacío que Camila siempre deja en mi.

Empiezo a marcar, deseando escuchar su voz.

No contesta.

Miro a el celular, y pienso en volver a internar en llamar, tal vez esta vez si responda, pero es que ni eso ya tiene sentido.

Llamó a otro número, y aunque esa voz no me causa lo mismo que causaría la voz de Camila, ya no siento tanta soledad.

—Martina, ¿Como estás? —Pregunto sonando mi nariz y tratando de disimular el cambio en mi voz.

—Benjamín, todo está perfecto, ¿Pasó algo? —Me responde con un tono que me hace ver que probablemente fallé en mi intento por sonar normal.

—No, está todo bien. —Le miento. —Rita, ¿Como está?

—Bien. —Contesta tomando una pausa. —me sorprendió que no hayan venido estos dos días a visitarla.

—He estado...Ocupado. —Replico, evitando recordar todo lo sucedido estos días. —No sé cuándo podría ir a verla.

—Ahora suena bien, la verdad.

Yo muevo un poco la cabeza, sorprendido ante la sugerencia de Martina.

—¿En serio? —Pregunto aún sorprendido y emocionado por su respuesta.

—Si, la verdad que creo que a ella también le vendría bien verlos, ha estado un poco...irritable.

Siento un puño golpear mi corazón cuando entiendo que Martina espera que Camila me acompañe como el resto de días ha venido haciendo, y sinceramente yo también quisiera lo mismo.

—Si, en 20 minutos he de llegar, espérame.

—Dale perfecto, maneja con cuidado.

Cierro la llamada, y dudo un poco en si ir realmente a lo de Martina o no.

Pero otra vez el ruido del silencio me atormenta, y recuerdos que desearía tener bloqueados porque no hacen nada más que aumentar mis dudas aparecen, generándome ansiedad.

Tomo una taza de café, y lavo mis dientes para que no se sienta mi olor alcohol, tomo las llaves del auto y me encamino a donde Martina.

Tal vez un poco de su compañía no me haría mal.

El Último Adiós de un Gran Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora