Capítulo XI

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—Marizza está enamorada de Pablo, no yo de vos. —Me dice ella, me está viendo a la cara, más no a los ojos.

—No, no. No me vas a decir que el beso que me diste fue Marizza besando a Pablo, vos sabes que eso no fue actuación. Todos se dieron cuenta que eso no fue actuado. —Mi voz suena desesperada, y yo respondo en un último intento por tratar de escuchar que yo no fui el único que dejó de actuar.

Ella guarda silencio, muerde su labio inferior y en su cara se ve disgusto, vuelve a dirigir su mirada a mi rostro y me dice:

—Soy muy buena actriz, ya lo sé. —Concluye yéndose bruscamente de mi lado, yo siento en mi corazón un dolor fuerte. Decepción, bronca, tristeza, frustración y desesperación juntos.

Me levanto por el dolor fuerte en mi pecho. Me encuentro con los ojos de Martina, quien me ve con curiosidad, y me esta acariciando la frente.

—Otra vez estabas llorando. —Me dice —¿Me podes contar que es lo que te tiene tan triste?

Yo la observo, me duele tener que mentirle de nuevo, pero sé que a ella le dolería más saber el motivo

—No sé, ya lo olvidé. —Me levanto bruscamente de la cama, y me quedo colgado viendo a la nada. 

Pongo mi mano en mi boca, y recuerdo el anillo que Camila tenía la otra noche en su manos. Me asusto ante el rápido latido de mi corazón, y las ganas que me dan de verla. 

—¿Cómo sigue Rita?

—Bien, ya no tiene fiebre. —Responde Martina. Yo asiento. —Me tenés más preocupada vos, la verdad.

Yo volteo mi mirada a ella. Ella me mira con preocupación.

—Ni yo lo sé. —Respondo—Hoy volveré a salir. Me encontraré de nuevo con Felipe y Camila.

—¿De nuevo? Hace un par de días volvieron a salir.

—Sí, pero Felipe quiere recordar viejos tiempos, y probablemente Camila se vaya pronto, entonces mientras más tiempo seguido nos veamos mejor. —Hablo despacio, evito el contacto visual —¿Te molesta?

Ella agacha la mirada.

—No, me preocupa. —Yo la volteo a ver, y me mantengo así, esperando su respuesta. —No sé si es eso lo que te tiene tan mal.

Yo niego con la cabeza, cinicamente. A este punto no entiendo si trato de convencerla a ella o a mí.

—Iremos a casa de Felipe.—Miento. —Solo conversaremos un poco y vuelvo, no es para preocuparse.

—Bien —Asiente —¿A que hora te vas? —Pregunta mientras chequea si Rita sigue durmiendo.

—A la noche.

Me levanto de la cama y voy a lavarme la cara. Cada día siento un sentimiento extraño en aumento, como un leve presentimiento que recorre todo mi estomago y mi boca, y no sé si me gusta.

El día pasa y yo no puedo evitar sentir ansiedad a que sea de noche. Mi mente no piensa en nada más que ella, y el accesorio que la vi cargando hace un par de noches.

Sonrió ante la idea de que ese pequeño objeto la pudo hacer recordar todo lo que vivimos en esos años, donde el amor se veía simple, y las cicatrices también.

Ella siempre tuvo un don para complicarlo todo.

Trato de pasar todo el día con Rita, olvidarme del tema, pero por alguna razón tomo cierta distancia con Martina.

Cuando la noche llega, y Felipe pasa por mi. Me despido con un beso de ambas. Abrazo a Martina, y le susurro al oído que todo está bien, y si Rita se empieza a poner mal que no dude en llamarme.

El Último Adiós de un Gran Amor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora